Consecuencia directa de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, la disminución de las operaciones en la industria del ocio cubana modificó el estatus laboral de unos 36 mil de sus empleados, interruptos cuando todavía le faltaban turistas a la temporada de alta.
Ángel Asley Alarcón Suárez es uno de esos trabajadores. Primero en el centro de aislamiento Veracruz, ahora en el Hospital Militar Docto Mario Muñoz Monroy, en Matanzas, nuevamente está en la llamada zona roja, porque eso significa limpiar centímetro a centímetro las salas de enfermos o sospechosos de la COVID-19.
El camarero del Blau Varadero, entre los hoteles de mayor confort en el principal balneario cubano, higieniza y desinfecta locales de la matancera institución sanitaria con el mismo esmero que ponía en aquellas lujosas habitaciones.
“Es una tarea dura y arriesgada”, dicen muchos que, como él, aceptaron incorporarse a hospitales de todo el país, centros beneficiados con las competencias profesionales de hombres y mujeres de la hotelería y el turismo, que llenan vacíos en áreas de apoyo a la prestación de los servicios en la salud pública.
Fuera de los pasillos, cubículos, pantrys o áreas de cocina de los hospitales, otra admirable historia escriben quienes en 59 centros de aislamiento propios del turismo atienden a grupos sanitarios, incluidos médicos en la lucha constante por quitarle al SARS-CoV-2 las vidas que intenta llevarse.
Sin embargo, en horas tan difíciles, el alcance del Ministerio de Turismo (Mintur) trasciende esos dos pilares del enfrentamiento al nuevo coronavirus. La sapiencia de su fuerza, en un arte como el de la culinaria, se encadenó con el comercio minorista para ponerse a disposición del pueblo.
Colectivos de varios puntos de la geografía nacional elaboran, venden o sirven a domicilio comida, posibilidad bien aprovechada por instalaciones como el Velazco, el hotel de Cubanacán, aliado de no pocos matanceros que resuelven el día a día con sus ofertas.
Puertas adentro, en asuntos definitorios del objeto social del Mintur, se incursiona en aspectos quizás precisados de más alianzas con la Agricultura, en la pretensión de recoger toda la cosecha que se pueda de la siembra de hortalizas, frutas y viandas de ciclos cortos en áreas de las propias entidades hoteleras y extrahoteleras.
Dicha producción de alimentos disminuiría las partidas de gastos, alivio no menos útil que el valor añadido de disponer de comestibles frescos, del patio a la mesa, con la etiqueta de confianza que supone cultivarlos casi a la vista de los huéspedes.
Si sacarle lascas a la iniciativa suena inteligente, lo es también en grados superlativos acabar de devolverles la vitalidad a las más de 8 mil habitaciones fuera de orden en el país, camino recorrido hoy con la inversión, mantenimiento y recuperación de esos alojamientos.
De la mano del Mintur y de todas las estructuras del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Hotelería y el Turismo, en las cinco alternativas descritas encontraron amparo unas 6 mil personas, la mejor protección posible cuando crisis sanitarias como estas enferman la economía global y los bolsillos de millones.
Elogiada por la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó Cabrera, la disposición de los hombres y mujeres del turismo se hace realidad en organopónicos, pesquisas, Hogares de Ancianos, industrias, en la construcción, lo cual es un cambio de labor apreciado por una nación urgida de continuar su andar socioeconómico, a pesar de la COVID-19.
Seguramente necesitadas de perfeccionar variables como el vínculo empleo y salario, las alternativas de reubicación utilizadas demuestran cuánto más puede hacerse a favor de preservar la fuerza laboral, sobre todo si es competente, calificación que mucha falta hará para garantizar los nuevos conceptos de la era turismo poscoronavirus.
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