Selección Alina Martínez Triay
En la sesión del juicio convocaron a Juan Almeida Bosque, quien sereno y hasta sonriente se dispuso a responder el interrogatorio. Sus respuestas fueron un ejemplo de dignidad, convicciones y valentía.
Con Fidel entabló una franca amistad y ambos coincidieron en inquietudes revolucionarias. En la célula del Movimiento que integró había otros obreros de la construcción.
¿Alguien tuvo que convencerlo a usted a que viniera a asaltar el cuartel? Indagó el fiscal.
–No señor, nadie tuve que convencerme, vine solito, inspirado en mis propias ideas — y agregó:–¡Yo declaro bajo juramento que sí participé en el asalto al cuartel Moncada y que nadie me indujo!…a no ser mis propias ideas que coinciden con las del compañero Fidel Castro y en el caso mío provienen de las lecturas de obras de Martí y de las historias de nuestros mambises, y creo que en el caso de Fidel también, aunque él tuvo la oportunidad de ir a la Universidad y tiene mayores conocimiento de todas estas cosas.
–¿No se ha arrepentido usted al comprobar que era un sueño eso de tomar el cuartel con tan pocas armas que traían, como declaró el doctor Fidel Castro? –Preguntó de nuevo el fiscal.
–No señor, si tuviera que volver a hacerlo lo haría, que no le quepa la menor duda a este tribunal–respondió Almeida.
–¿Usted daba órdenes o las recibía? Inquirió el fiscal.
–Las recibía, no tuve el honor de darlas—contestó el acusado.
–Pero seguramente hubiera querido que triunfara esa Revolución para dar órdenes—continuó el interrogador.
–Esa no era mi aspiración—aclaró Almeida—yo quería y quiero que triunfe la Revolución para que sea el pueblo el que dé las órdenes, porque hasta ahora, otras personas han dado las órdenes y las cosas no han marchado bien, así que tiene que llegar el momento que sea el pueblo el que dé las órdenes, el que mande.
Fuente: Rojas, Marta. La generación del centenario en el juicio del Moncada.