Selección Alina Martínez Triay
–Fidel ¿ha llegado la hora cero? –preguntó Mario Muñoz, mientras abrazaba con efusividad al joven.
-Sí, doctor—le respondió el jefe de las acciones del 26 de julio de 1953.
—¡Te felicito! —exclamó Muñoz entusiasmado–¡Que fecha has escogido! ¡Hoy cumplo 41 años y los pongo en tus manos que tienes 26! –Y le dio otro abrazo, que sería el último.
Aquel médico era miembro del comando de dirección del movimiento a quien Fidel había citado en la madrugada anterior al pasar por Colón, donde residía el galeno y gozaba de gran prestigio. Este había viajado disciplinadamente 600 km sin saber absolutamente nada de lo que se trataba, y esperó durante horas en el entronque de una carretera hasta que fue contactado.
Su presencia en el contingente tenía una doble utilidad: sus conocimientos médicos servirían para la atención de los heridos y como radioaficionado se esperaba que contribuyera a la programación para el llamado al pueblo.
Muñoz quería participar como un combatiente más y en la granjita de Siboney se vistió de uniforme, pero Fidel le dijo que se cambiara esa ropa por la bata de médico. Melba Hernández relató que el doctor le propuso a ella y Haideé Santamaría que fueran con él al Hospital Civil Saturnino Lora, para ayudarlo a curar los heridos y a Fidel le gustó la idea, ya que estarían cerca de Abel, cuya misión era apoyar el asalto al cuartel Moncada desde ese punto.
Combatieron aun cuando habían cesado las acciones en el cuartel para atraer el fuego del enemigo y proteger la retirada de Fidel. La orden de retirada no les llegó porque Fernando Chenard, encargado por Fidel de avisarle la retirada a los revolucionarios del hospital Civil y el Palacio de Justicia, fue detenido.
Ante la inminente entrada del ejército en el hospital, los empleados y las enfermeras del hospital les sugirieron a los combatientes que se ocultasen en las salas y les facilitaron ropas de enfermos, y así lo hicieron, nada descubrieron en el interrogatorio al personal del hospital sin embargo un chivato ajeno a la institución los fue entregando a los militares y hasta declaró la presencia de las dos mujeres. Este individuo recibió como recompensa por su bajeza el grado de teniente del ejército. Después del triunfo de la Revolución fue detenido y juzgado.
Posteriormente en la sesión del juicio por los sucesos del 26 de Julio, Fidel denunció el asesinato del doctor Muñoz: “El primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz, que no llevaba armas ni uniforme y vestía su bata de galeno, un hombre generoso y competente que hubiera atendido con la mis a devoción, tanto al adversario como al amigo herido. En el camino del Hospital Civil al cuartel le dieron un tiro por la espalda y allí lo dejaron tendido boca abajo en un charco de sangre.,”
Fuentes: Mencía Mario: El grito del Moncada Volumen I, y Moncada: la acción Colección Revolucionaria tomo 2