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MEMORIAS DE UNA EPOPEYA: Solidaridad

Selección Alina Martínez Triay

 

La solidaridad del pueblo con los combatientes pudo ser experimentada por ellos desde el mismo 26 de julio cuando después de la acción muchos de los asaltantes encontraron refugio entre los vecinos de Santiago de Cuba y de Bayamo; y aun antes, durante el fragor del combate entre el personal de servicios y enfermería del Hospital Civil Saturnino Lora.

 

Luego serían, incluso, muchos presos por causas comunes de los que se encontraban en la cárcel provincial de Boniato (cuando remitieron a ese penal a los encartados por los sucesos del Moncada) quienes se convertirían en colaboradores y protectores de los combatientes dentro de la prisión. Ellos espontáneamente, se ocupan de vigilar a los esbirros y advertir a los moncadistas de los peligros que les acechaban.

Por otra parte, algunas familias santiagueras se solidarizaron de tal forma con los combatientes que les hacían llega a estos alimentos a la cárcel. Los revolucionarios hicieron una cooperativa para distribuirse equitativamente los alimentos que les llevaban o ellos podían adquirir con la ayuda de los presos comunes, dejando a un lado la comida carcelaria de peligroso consumo en aquella situación.

Las circunstancias aconsejaban que el jefe de la frustrada rebelión armada no comiera, bebiera ni fumara nada que le fuera ofrecido por la administración del penal, cualquier persona desconocida o los custodios, porque Chaviano había ordenado que se le  administrara un veneno lento que simulara su acción, un padecimiento gástrico o intestina, y ya habían hecho un ensayo al echr jalapa en algunos alimentos ingeridos por los moncadistas que les produjeron el malestar físico peculiar: vómitos u relajamiento intestinal. Se decía que el anterior jefe militar de la cárcel había incumplido la orden terminante de eliminar a Fidel.

Fuente; Rojas, Marta. La generación del centenario en el juicio del Moncada

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