Cada vez que nos encontrábamos, me acercaba a su oído, me le identificaba y le daba un beso en la mejilla. Y siempre su sonrisa y la misma decidida respuesta: “¡Oye, qué tiempo hacía que no te veía!”

Su empeño proverbial de sobreponerse a su incapacidad visual —pero tranquilamente, sin estridencias— lo había acuñado desde muchos años antes en esta estrofa que improvisó al gran poeta invidente de la Antigua Grecia:
Homero, dicen que ciego
eras y yo lo discuto
si el rayo más absoluto
de luz fue un poema griego.
Yo con la Odisea juego
a iluminar mis veranos
porque a cuántos ojos sanos
con tus versos te enfrentaste
y en la Ilíada nos dejaste
la memoria de tus manos.
Casi dos décadas atrás, en el 2009, al dedicársele junto a otros creadores la XLII Jornada Cucalambeana, ya se le definía de este modo: “Tomasita Quiala, calificada por varios especialistas como la mejor repentista femenina de Iberoamérica, es una poetisa que transita desde el repentismo emotivo al mecánico, tanto en el estilo cáustico como en el lírico, aunque en los últimos tiempos se ha especializado en los pies forzados (repentismo por inducción), de hacer una décima con cuatro pies forzados, al derecho y al revés”. (Ver posts en Cuba Ala Décima: https://peglez.blogspot.com/search?q=Tomasita+Quiala)
Entre esas líneas acaso habite el germen de la admiración mayor que siempre le profesé, por esa rara síntesis de cuatro virtudes en una misma creadora: su don de gente, nacido de su calidad humana y certificado ahora por el multitudinario cariño con que se llora su partida; su extraordinario dominio de la estrofa nacional y su fascinante agilidad para improvisarla, cualidades llevadas por ella hasta los límites de lo creíble; y su maestría con las formas clásicas de la poesía —incluido su atendible nivel estético—, más allá incluso de la décima, del repentismo y del espectáculo. (Ver su intercambio de sonetos con el poeta Juan Carlos García Guridi: https://www.facebook.com/pedro.gonzalezviera.5/posts/pfbid02hsDekjPfxfFS6x4PVbhjjZowswWcvLRwcNpvrwhLtLtP5D4av61pEcjv4PE9yjRol)
Su trayectoria vital y artística, si bien era en algún modo conocida, ahora lo es más gracias a muchas publicaciones de estos días en espacios digitales, con predominio de las redes sociales. Son puntos de partida su nacimiento, el 29 de diciembre de 1960 en Arroyón de Flores, Banes, provincia de Holguín, y su temprano traslado a la capital para estudiar en la escuela especial para ciegos Abel Santamaría, donde cursó la enseñanza primaria y la secundaria.
Tras su fortuito estreno en las canturías, la obra de su vida se extendió a través de los años por toda nuestra geografía y más allá de sus fronteras. En su cosecha de lauros figuran el Premio Iberoamericano Indio Naborí —entregado en el 2022, durante el Primer Congreso Iberoamericano de la Décima—, el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, la Distinción por la Cultura Cubana y la condición de Vanguardia Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura. (Para ampliar, ver en Ecured: https://www.ecured.cu/Tomasita_Quiala)
Es también proverbial su condición de intelectual comprometida con su patria y con su tiempo. En una de sus últimas actuaciones, en agosto del 2024 por el aniversario 98 del físicamente desaparecido Líder Histórico de la Revolución, cantó aquellas estrofas de conmovedores versos: Hay noventa y ocho flores / colgando de mi tristeza. (El poema completo, en su voz e imagen, en este post de La Colmenita: https://www.facebook.com/lacolmenitadecuba/videos/615045667624699)
Ahora nos queda recordarla en sus ocurrencias y sonreír con ellas, como la de los perritos azules de que le habló a Sayli Alba, quien los incluyó en su hermosa crónica: https://www.facebook.com/sayli.albaalvarez/posts/pfbid02R9sQyrN5kjCZdpKfCS8Bjk9aC4jAwmXc1SBtAKS5SKrQrQgLm5sodAyB7eYAwkYxl?comment_id=1709443263024431¬if_id=1749836140426848¬if_t=mentions_comment&ref=notif
Ahora nos queda esta urdimbre de sentimientos encontrados: la tristeza sin fondo, bordada por la firme certidumbre de seguirla teniendo, siempre que seamos capaces de ver con sus ojos. Porque en las pupilas de la décima cubana e iberoamericana ella vivirá por siempre. Ya lo advirtió el poeta Luis Paz Esquivel, Papillo, director del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado (Cidvi), en la tercera estrofa de su poema:
La controversia tramposa
que la muerte hizo contigo
está cerrando el postigo
de una vida prodigiosa.
Pero no tuvo una cosa
presente la muerte mala,
hasta la última escala
que el tiempo vaya gastando
el mundo seguirá hablando
de ti, Tomasita Quiala.
El poema completo: https://www.facebook.com/pedro.gonzalezviera.5/posts/pfbid023UyGHM7u9Veqtt7uBVyvfmKYnh7tHm3SxWeEF2dnpq5pT83CCdokkc8KmsABMdLyl