Blas Roca Calderío: “Un hombre de extraordinario talento”.

Blas Roca Calderío: “Un hombre de extraordinario talento”.

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Blas Roca Calderío en su época de joven comunista. Foto: Estudios Revolución
Blas Roca Calderío en su época de joven comunista. Foto: Estudios Revolución

Hassan Pérez Casabona

 

En estos días de profunda emoción donde, por una parte, nuestros atletas batallan con entrega total por ascender a lo más alto del podio de premiaciones de los Juegos Panamericanos de Toronto al tiempo que, por otra, se oficializó el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, mediante la solemne ceremonia realizada en nuestra Embajada en Washington, donde se levantó al cielo con todo su esplendor la bandera de la estrella solitaria, adquiere mayor significación recordar diferentes figuras del pensamiento y la acción revolucionaria, cuyo ejemplo nos inspira cotidianamente.

Ese es el caso del entrañable luchador Blas Roca Calderío, cuyo 107 aniversario celebramos hoy 24 de julio.

Francisco Calderío era el verdadero nombre del pequeño nacido  en una fecha como esta de 1908, en la ciudad de Manzanillo. Los avatares de la lucha, signada por las constantes amenazas contra su vida lo obligaron a utilizar varios seudónimos, con el objetivo de burlar la permanente persecución del enemigo.

Fue así que, inmerso por completo en el fragor del combate, artículos, proclamas y llamamientos, elaborados para la movilización y el esclarecimiento de las masas comenzaron a aparecer bajo la firma de Julio Martínez, Manuel Bueno, Marcos Díaz, Inocente del Campo, Tío Francisco, Claudio y Emilio.[i]

Aunque se preparó para maestro, la terrible situación imperante en ese sector, al igual que en el resto de las esferas sociales, le impidió obtener empleo, por lo que tuvo que dedicarse al noble oficio de zapatero, aprendido junto a su familia.

En 1929 ingresó al Partido fundado por Baliño y Mella. Ese mismo año lo eligieron Secretario General del Sindicato de Zapateros de Manzanillo. Por sus méritos como organizador, demostraba una inusual madurez para aglutinar a quienes les rodeaban, y especialmente por su capacidad para explicar la estrategia a seguir, en un contexto marcado por el latrocinio y los atropellos machadistas, es electo en 1930 como Secretario General del Comité del Partido y de la Federación Obrera de su localidad.

Haciendo un examen de los méritos del extraordinario dirigente, Fidel, durante la despedida de duelo de Blas, refirió lo siguiente acerca de este período:

“Rápida fue la trayectoria de Blas hacia las altas responsabilidades de la dirección del Partido. A la pupila insomne de Martínez Villena, entonces máximo dirigente de los comunistas cubanos, no escaparon las brillantes cualidades del joven combatiente revolucionario, al que en el propio año 1933 se le traslada y se le hace responsable de la dirección del Partido en la capital de la república. A su vez se le encomienda atender el semanario Bandera Roja, órgano central del Partido. No mucho tiempo después la dirección del Partido lo elige Secretario General del Comité Central, cargo en el que fue ratificado durante la celebración del Segundo Congreso en 1934. De ese modo, a los 26 años, el humilde niño manzanillero Francisco Calderío se había convertido en el jefe del Partido de los comunistas cubanos”.[ii]

En 1935 es electo mimbro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, en su Séptimo Congreso efectuado en la URSS. Su contribución al proceso constituyente de 1940 resultó decisiva, en el propósito de que la Carta Magna contemplara importantes reivindicaciones del movimiento obrero. Junto a otras figuras como Salvador García Agüero y Juan Marinello libró trascendentales batallas en los escenarios parlamentarios. Desde ese año hasta el cuartelazo de Batista, el 10 de marzo de 1952, fungió como representante a la Cámara.

No es menester examinar toda la complejidad que rodeó el proceso asociado a la Constitución de 1940, sin embargo vale la pena apuntar algunas consideraciones. Tomo para ello una parte de las reflexiones de Homero Acosta Álvarez, Máster en Derecho  y Secretario del Consejo de Estado de la República de Cuba:

“Sucesivas normas fueron dictadas en el interregno constitucional que precedió a la Constitución de 1940, varias llamadas Ley Constitucional de la República de Cuba, dictadas en 1934, 1935 y 1936. Después de varios intentos, la convocatoria a las elecciones fue finalmente en 1939, y los asambleístas fueron elegidos el 15 de noviembre. (…) No pueden desconocerse importantes circunstancias que en el orden interno e internacional influyeron en el resultado de las elecciones para la Constituyente y con ello en el contenido final del texto. (…) A ello se suma que, como resultado de esa contienda, la Internacional Comunista proclamó la línea del Frente único Antifascista, que explica, en parte, la controversial política del Partido Comunista, en aquel entonces, de alianza con Batista. En las elecciones resultaron electos 81 delegados, 44 correspondieron con el llamado Block de la Oposición, de los cuales 18 fueron del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), 16 del Demócrata, 6 del Partido Acción Republicana y 4 del ABC; mientras el Block Gubernamental obtuvo 37 delegados, de los cuales correspondieron 17 al Partido Liberal, 9 al Partido Unión Nacionalista, 6 a la Unión Revolucionaria Comunista, 4 al Conjunto Nacional Democrático y 1 al Partido Nacional Revolucionario”.[iii]

El destacado historiador Julio Le Riverend, por su parte, consideró que:

“Se decidió convocar a la Asamblea Constituyente en 1940, donde la intervención y la lucha consecuente de los delegados del Partido Comunista de Cuba y de otros elementos progresistas dio por resultado que en la Constitución aprobada se introdujera el reconocimiento a los derechos populares, a la vez que se proscribía el latifundio. Al mismo tiempo, el cumplimiento de esos derechos y de la Reforma Agraria quedaba supeditado a futuras leyes complementarias; o sea, como por la Constitución no se podían negar las conquistas del pueblo, los políticos burgueses que tenían mayoría en el Congreso elegido, las posponían sin plazo fijo. De esta forma, los derechos populares quedaron plasmados en la Constitución tan solo como declaraciones teóricas. El objetivo de las maniobras de los politiqueros burgueses de la época era crear ilusiones reformistas que le dieran el apoyo popular y les permitieran frenar el movimiento revolucionario. Frente a estas maniobras, los miembros del Partido Comunista lograron que en la Constitución de 1940 y en posteriores leyes complementarias, quedara plasmada una legislación que procuraba mejorar las condiciones de vida de la población pobre. Pero esta Constitución, progresista para la época, no contemplaba una verdadera solución a los problemas fundamentales del país: latifundismo, desempleo, analfabetismo, dominación extranjera y otros males que solo fueron erradicados con el triunfo de la Revolución a partir de 1959, al transformar radicalmente el sistema social imperante en Cuba hasta ese momento”.[iv]

Blas Roca fue uno de los impulsores de las ideas comunistas y del periódico HOY. Foto: Estudios Revolución
Blas Roca fue uno de los impulsores de las ideas comunistas y del periódico HOY. Foto: Estudios Revolución

Fidel evaluó el singular contexto en que se produjo esa Constituyente:

“Ya antes del pacto Molotov-Ribbentrop, la necesidad de unirse en la lucha antifascista condujo en Cuba a la alianza de los comunistas cubanos con Batista, cuando ya Batista había reprimido sangrientamente la huelga de abril de 1934, una huelga que surge después de su artero golpe contra el gobierno provisional de 1933, de incuestionable carácter revolucionario, fruto, en gran parte, de la lucha heroica del movimiento obrero y el Partido Comunista cubano, de Martínez Villena entonces, y antes de Mella y Baliño. Batista había asesinado no se sabe a cuánta gente, había robado no se sabe cuánto dinero; fue siempre, desde su traición a fines de 1933 un peón del imperialismo yanqui”.[v]

Aún en las circunstancias más complejas de la lucha, Blas no abandonó la confianza en los sectores más humildes, sustrato mismo de la lucha revolucionaria. Su profundo sentido de pertenencia a las clases históricamente vilipendiadas, lo hacía depositar inquebrantable fe revolucionaria en ellas.[vi]

En 1943 publicó un texto, Los Fundamentos del Socialismo en Cuba,[vii] que estamos obligados a repasar, por la valía de las argumentaciones en él contenidas. Con respecto a la temática de las clases sociales, asunto de vital importancia para comprender el alcance o limitación  de cualquier propuesta en el campo político ideológico, expuso:

“Una de las características más destacadas del régimen capitalista imperante en Cuba, es la de que es un régimen en el que existen clases sociales que tienen intereses opuestos y que, por esto, luchan entre sí, aunque ésta no es una particularidad exclusiva del capitalismo. (…) Ahora bien, por mucho que los defensores del capitalismo quieran, no pueden ocultar hechos tan evidentes como la existencia de las clases y de la lucha de clases. (…) A poco que miremos a nuestro alrededor o recordemos la situación de las personas de nuestro conocimiento, comprobaremos que es imposible negar que la actual sociedad cubana esté dividida en CLASES diferentes desde el punto de vista de sus funciones, de sus relaciones y de sus actividades con respecto a la PRODUCCIÓN. Sabemos que en Cuba unos cuantos viven ricamente, en casas lujosas, con criados, automóviles y toda clase de comodidades. Son los ricos. Sabemos también que otros muchos viven pobremente, en casas pequeñas, en “solares”, en bohíos antihigiénicos, llenos de miseria y dificultades. Son los pobres”.[viii]

En relación a la discriminación racial, igualmente cuestión raigal en el instante de aquilatar las verdaderas intenciones de una figura o agrupación política, realiza evaluaciones de suma trascendencia que le permiten asumir la sartén por el mango:

“Los negros, que en su casi totalidad son pobres, obreros, campesinos y profesionales, sufren, como los trabajadores en general, la explotación de los capitalistas, de los latifundistas, de los usureros, etc. Pero, además de esta explotación común a todos los pobres, los negros, por su condición de tales, sufren un trato particular, discriminativo en lo social, económico, político y cultural. (…) No hay –o casi no hay- negros empleados como administradores, gerentes, contadores, oficinistas, etc…, en las oficinas de los Centrales Azucareros, Bancos, Ferrocarriles, Minas, etc…, mientras que forman la mayoría de los cortadores de caña, peones, conserjes y otros oficios igualmente penosos y retribuidos  con salarios o sueldos miserables. (…) Los negros han sido excluidos sistemáticamente de las formas principales de propiedad. En Cuba el cese de la esclavitud no condujo a la creación del siervo al que se le entrega la tierra, sino que los esclavos pasaron, casi sin transición, a la situación de asalariados, de proletarios. (…) Los negros son, asimismo, excluidos de los altos cargos públicos y de los puestos de dirección política de la Nación. Asimismo aparecen casi excluidos del cuerpo diplomático, de los Tribunales de Justicia y de los mandos militares superiores, donde, aún con la renovación efectuada desde el 4 de septiembre de 1933, los negros no pudieron lograr una consideración basada en la igualdad, en la apreciación del mérito, independientemente del color y de la raza. (…) La discriminación racial de los negros, que se ejerce en el campo económico y en el campo político, se manifiesta también en cuanto a la Cultura. En los principales Colegios privados la exclusión de los negros es total porque simplemente se le niega la entrada con cualquier pretexto. (…)[ix] En lo social la discriminación racial es más aguda y promueve, casi siempre, mayor escándalo y protesta, porque es donde la voluntad discriminativa se manifiesta más ostensiblemente”.

Adentrándose en la esencia del fenómeno, que rebasa la visión reduccionista con que suele presentarse, incluso en la actualidad, Blas aclara:

“Algunas de estas formas sociales de discriminación han sido elaboradas de tal manera que son justificadas y defendidas por los mismos que la sufren. Este es, por ejemplo, el caso de las sociedades separadas de blancos y negros. (…) Frente a este hecho los negros se vieron obligados a crear sus propias sociedades, pero instituyeron el mismo principio de los discriminadores, esto es, nuevas sociedades para negros solamente, excluyendo de ellas a los blancos progresistas, enemigos de la discriminación racial. Parecería con esto, que los negros pagaban a una discriminación con otra. Pero esto es solo aparente. En realidad lo único que hicieron al adoptar el mismo principio de los discriminadores, fue aceptar su validez, justificar su propia discriminación y ayudar a mantenerla, estorbando su desenmascaramiento. (…) La discriminación de los negros no es ejecutada por todos los blancos, sino por los latifundistas, los grandes comerciantes y los capitalistas más reaccionarios, es decir, por los sectores más agresivos de las clases explotadoras. Hay muchos negros que no comprenden esto y presentan la cuestión como una oposición de la raza blanca y de la raza negra; como que todos los blancos han urdido una conspiración para perseguir y discriminar a los negros. Tal modo de entender o presentar la cuestión es absolutamente falso. La discriminación de los negros no es un propósito de todos los blancos, ni el resultado de una oposición entre la raza blanca y la raza negra, sino que es una política proyectada y realizada por ciertas capas de las clases dominantes cubanas. Es verdad que muchos blancos pobres, especialmente de la clase media, manifiestan tener los mayores y peores prejuicios contra los negros; pero la mayoría de los trabajadores blancos y no pocos representantes de los intelectuales progresistas se manifiestan contra la discriminación del negro y la combaten. Los blancos pobres que discriminan a los negros no lo hacen porque tengan ningún interés fundamental en ello, sino porque son víctimas del engaño, de los prejuicios, de la propaganda anti-negro que durante siglos han mantenido –y mantienen- los explotadores. Estos blancos pobres discriminadores son los que creen sinceramente en la teoría falsa de que los negros son, por naturaleza, malos e inferiores. Son, por tanto, gentes engañadas. Los capitalistas y los latifundistas y, desde luego sus ideólogos, sus intelectuales, profesores y periodistas, son los que conscientemente cultivan los prejuicios raciales crean los odios de razas, inventan y propagan las absurdas teorías de la superioridad racial, envenenando con todo ello la conciencia pública”.[x]

Al triunfo de la revolución ocupó importantes responsabilidades, entre ellas Director del Periódico Hoy, Presidente de la primera Asamblea Nacional del Poder Popular y Jefe del Departamento de Órganos Jurídicos del Comité Central. Desde la constitución del Primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba integró su dirección.

En el 2005 el investigador Lucilo Batlle Reyes publicó Blas Roca, continuador de la obra de Baliño y Mella, originalmente concebido como tesis en opción al grado científico de doctor en Ciencias Filosóficas. El texto recibió el Premio al Resultado Científico-Técnico de Mayor Trascendencia y originalidad en el 2007. Dos años después, el entonces profesor del Instituto Superior Pedagógico para la Educación Técnica y Profesional “Héctor Alfredo Pineda Zaldívar”, dio a conocer, en condición de compilador, la obra Blas Roca: virtud y ejemplo. La imagen de un hombre excepcional, donde aparecen numerosos testimonios relacionados con el insigne revolucionario. Por la belleza y trascendencia de esos retratos, considero oportuno reproducir fragmentos de alguno de ellos.

En ocasión de que el Consejo de Estado le confiriera la Orden Nacional “Playa Girón”, con motivo de su aniversario 70, el Comandante en Jefe reflexionó en el Palacio de la Revolución, el 24 de julio de 1978:

“He oído decir que Blas lleva 50  años de militancia revolucionaria. Yo no lo creo, porque Blas –en mi opinión- nació revolucionario. Lleva 70 años de militancia revolucionaria. ¿Y donde nació? ¿En qué condiciones? ¿En qué cuna? En una cuna muy humilde. ¿Quién lo enseñó? Se enseñó el mismo. Adquirió una cultura propia; fue un verdadero autodidacta. (…) Cuando éramos niños –parece que ha pasado algún tiempo de eso- muchos de nosotros ya oímos hablar del Partido Comunista y de su dirigente indiscutible y capaz, el compañero Blas Roca. (…) De las bibliotecas del Partido Comunista recibimos nosotros, o adquirimos nosotros, al contado o a crédito, los primeros libros de marxismo. (…) Hay algo que en realidad nos hace sentir satisfechos a todos ahora, al cumplirse este 70 aniversario: y es ver cómo sin que sea una costumbre de la Revolución, y cómo sin que haya sido algo dirigido, insinuado, promovido, todo el pueblo se ha sumado a este homenaje al compañero Blas: los trabajadores, campesinos, los estudiantes, los soldados, todo el mundo, de una manera unánime, con un cariño profundo, sincero, espontáneo. De modo que este acuerdo, esta decisión, porque no fue una decisión del Partido, fue –digamos- una conspiración del Partido. Porque el compañero Blas es miembro del Buró Político. ¿Y cómo  nos íbamos a sentar en el Buró Político a discutir la cuestión? Figúrense, poner a Blas en esa situación de tener que discutir, y tener que votar a lo mejor en contra de que le asignáramos la Orden “Playa Girón”. Por eso fue planteado en el Consejo de Estado. Fue recibido con simpatía y entusiasmo unánime, y hemos visto con mucho agrado cómo todo el pueblo se ha sumado a este reconocimiento”.

En el acto que le tributó las Fuerzas Armadas Revolucionarias por dicha efeméride, efectuado en la Academia de las FAR “Máximo Gómez”, el General de Ejército Raúl Castro Ruz señaló:

“Conocer la vida de Blas es obtener una visión sintética de la historia revolucionaria de nuestra Patria en los últimos cincuenta años y una explicación del proceso de consolidación del socialismo en  nuestro país. Este hombre al cual la pobreza en que vivía le impidió asistir a la escuela más allá del cuarto grado, se convirtió en virtud de un gran esfuerzo autodidacta en maestro de escuela y más tarde en hábil polemista que se enfrentó a destacados juristas y profesores de la burguesía. (…)  En el compañero Blas Roca se personifica aquella aspiración del Che, cuando señala que la conducta de un comunista y, sobre todo, de un dirigente comunista, debe estar inspirada por una elevada dosis de amor; de amor a la clase obrera, al pueblo trabajador, a los humildes y desposeídos. (…) En su día la burguesía quiso impedir que Blas llegara a la Asamblea Constituyente y pretendiendo humillarlo enarbolaron aquel aberrante `slogan´  `Zapatero a tu zapato´. Hoy es orgullo de nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular y de todo nuestro pueblo que quien llevó sobre sus hombros la mayor responsabilidad en la redacción de nuestra Constitución Socialista y presida su parlamento, sea aquel zapatero”.

La inolvidable compañera Vilma Espín Guillois, Heroína de la Sierra y el llano, en una velada similar organizada por la Federación de Mujeres Cubanas, afirmó:

“Cierto que el mundo sería hermoso si todos los hombres fueran como él y sobre todo para las mujeres a quienes Blas ha dado efectivo apoyo con su permanente y arraigado espíritu de justicia. Porque la bondad constituye en él lo fundamental. De su urdimbre de sentimientos nobles, la florecieron las actitudes relevantes y las aristas cristalinas de trabajador infatigable, ciudadano digno y valiente, abanderado de la causa de los oprimidos, compañero y amigo de exquisita delicadeza, esposos considerado y leal, padre modelo y firme, y firme convencido de la importancia social del hogar y la familia”.

La intelectualidad revolucionaria también captó la extraordinaria significación de su figura. Nicolás Guillén, Poeta Nacional y militante comprometido desde su etapa de joven escritor, presidente fundador además de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), le dedicó estos versos titulados “Décimas arbitrarias para Blas Roca”:

“Te conocí  cuando eras un joven radiante y fino, / Que nos mostraba el camino / De sus treinta primaveras. / Las palomas mensajeras, / Que de tu mano partían, / Bajo el cielo se veían / Como flechas de oro fino, / Fino y joven como eras, / Joven tú radiante / Con tus treinta primaveras.

Blas Roca es hoy compañero / Que embellece lo que toca, / Así pues quiero a Blas Roca / Cantarle en mi son entero. / No es en la lucha el primero, / Pues el primero es Fidel, / Pero Blas sigue tras él / De tal modo y con la fuerza / Que no habrá fuerza que tuerza, / No habrá quien tuerza la fuerza, / La fuerza que lleva en él.

¿Qué son 70? Setenta / Es edad ya fija y alta, / A la que nada le falta, / O con poco se contenta.

Pero si sacas la cuenta / De lo vivido y luchado / Y de todo lo que has dado / A nuestra patria ya erguida, / Entonces, Blas admirado, / Setenta son una vida”. 

Enrique Núñez Rodríguez, destacado periodista, escritor y humorista, que durante años se desempeñó como uno de los vicepresidentes de la UNEAC, con el honor de ser electo en varias oportunidades miembro del Parlamento cubano, también le regaló un poema denominado, en apego a su más fiel estilo vernáculo, “Canción para niños de más de cincuenta años”:

“Zapatero, a tus zapatos” / le gritó la burguesía / a aquel joven zapatero / que con el pueblo sentía / (Un pueblo de andar descalzo que al zapatero dolía)

“Zapatero, a tus zapatos” / le gritó la burguesía / cuando se hizo maestro / para el pueblo que sufría. / (Un pueblo de andar sin aulas o con el aula vacía).

Ya no hay niños sin zapatos / -como aquel joven quería- / ya no hay niños sin escuelas / y en el pueblo hay alegría. / (Un pueblo de andar de fiesta porque ya no hay burguesía)”.

Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, acudió al soneto “Blas Roca” para expresar su admiración por tan destacada personalidad:

“Era el mar una fuerza ciega y loca / Y para resistirlo en su faena / El hombre no podía ser arena, / Cocotero, ni concha, sino roca. / Cincuenta años el oleaje choca / Contra la roca sólida y serena / Allí, clavado a orilla de la pena, / Francisco Calderío fue Blas Roca. / Zapatero que obrando de otros modos / Planificó zapatos para todos / Los descalzos del pueblo, con su pura / Chaveta de alto acero y roja fragua. / Nunca del fondo de una piedra dura / Salió tan limpia y repartida el agua”.[xi]

Antes, el 25 de septiembre de 1974, en una velada memorable, la Universidad de La Habana le confirió el Título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Jurídicas. Las palabras de elogio correspondieron a su entrañable amigo Carlos Rafael Rodríguez, quien realizó un exhaustivo recorrido por la trayectoria revolucionaria del homenajeado. Entregándonos un retrato excepcional del veterano luchador expresó:

“Nos ha tocado para desdicha en la mayor parte de los casos conocer de cerca, como enemigos, como aliados provisionales o compañeros de batalla, a todos los dirigentes políticos –reaccionarios o progresistas- de los últimos cuarenta años cubanos. Y creemos no incurrir en error o en injusticia si proclamamos que, antes de que Fidel Castro apareciera en el escenario de nuestra Isla como conductor de este pueblo, no hubo dirigente político de miraje más vasto, penetración de análisis más honda y audacia táctica mayor que Blas Roca. Rubén Martínez Villena quebró su vida en precipitación generosa, cuando el intelectual de centelleas que había en él cuajaba en el marxista brillante después de apresar de modo directo la experiencia del proletariado en asambleas y talleres. Pocos meses antes de aquel enero de 1934 en que su pueblo despedía a Rubén, había llegado a La Habana para ocupar enseguida la responsabilidad mayor del primer partido de comunistas un jovenzuelo escuálido, de ancha sonrisa que lucía aún más amplia en la cara entera. Su modo de mandar era sereno y apacible, pero firme y sin tolerancias. Su palabra, lenta, con ese cantar de los manzanilleros que ellos no se reconocen, iba desgranando los argumentos con un don espontáneo para el silogismo, una claridad pedagógica y una sencillez que no le hacía la menor concesión a la retórica. El modo en que entendía el marxismo no era dogmático. Comprobaba en la vida las tesis de los clásicos, y procuraba enriquecerlas con la experiencia criolla y cotidiana. Tenía un respeto total por el Partido de Lenin y por la Internacional revolucionaria que Lenin fundara, pero discernía, sin embargo, con mirada cubana qué parte de aquella experiencia universal era aplicable a nuestra dimensión insular y cuál no debíamos imitar. Con el mismo vigor con que lo había hecho antes Rubén, rechazaba las directivas erróneas que desde Nueva York pretendían dictar efímeros representantes de Buroes organizados por encargo de la Internacional Comunista para mejores fines”. 

Con emoción Blas comenzó su agradecimiento:

“Perdonen ustedes si por mi incorregible torpeza para expresar mis sentimientos cuando algo me conmueve no acierto a dejar constancia cabal en estas palabras de la intensidad de mi satisfacción por el alto honor de que me hace objeto nuestro máximo centro educacional de ciencia y cultura al conferirme la distinción –para mí excesiva- del simbólico título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Jurídicas”.

Haciendo una evaluación del tema jurídico precisó:

“La tendencia de la burguesía a romper su propia legalidad no es casual. Sus leyes, hipócritamente, con el propósito de engañar y mantener a las masas bajo su influencia ideológica y política, proclaman derechos y libertades generales para todos, pero que solo ejercen, en realidad, los privilegiados dueños del capital y la riqueza. Tan pronto como crece el movimiento de los trabajadores, y el pueblo se hace capaz de usar esos derechos y libertades en interés de su liberación, los explotadores y sus servidores no dudan en pisotear sus propias leyes y recurrir a las medidas más feroces y bestiales para cerrarle el paso a la ola popular y revolucionaria. (…) Creo que sería útil extender el conocimiento jurídico más elemental entre los niños y los jóvenes, entre los alumnos de los últimos grados de la enseñanza primaria y todos los de la secundaria. Ello contribuiría a fortalecer la conciencia jurídica”.

El 21 de julio de 1983, en el Palacio de la Revolución, el Comandante en Jefe colocó sobre su pecho la estrella dorada que lo acreditaba como el primer Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

El 25 de abril de 1987, a las 5 y 40 de la mañana dejó de existir víctima de una prolongada enfermedad. Cumpliendo su solicitud de ser enterrado “en tierra pelada”, la dirección de la Revolución acordó sepultarlo en tierras de El Cacahual, con una modesta lápida como única identificación, sitio donde descansan los restos del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales y de su ayudante el capitán Panchito Gómez Toro.

Previo a la ceremonia, en la que ocho generales de las FAR escoltaron el féretro hasta que fue depositado en el sitio definitivo, Fidel pronunció la oración de despedida en un acto que congregó a cientos de miles de capitalinos en la Plaza de la Revolución, el domingo 26 de abril a la 4 de la tarde.

Con la voz entrecortada por el dolor expresó:

“Ha dejado de existir un hombre excepcional, de singulares virtudes y extraordinario talento. Un revolucionario ejemplar que dedicó por entero su vida a la causa de los humildes, maestro y conductor de comunista por más de medio siglo, combatiente indoblegable que durante casi tres décadas dirigió el primer partido marxista-leninista cubano”.

Valorando su proverbial desinterés, en el momento en que se fusionaron las organizaciones revolucionarias, puntualizó:

“Un proceso revolucionario profundo había tenido lugar en nuestra patria; un movimiento político de amplitud y apoyo popular nunca antes visto se había desarrollado; una nueva generación de jefes revolucionarios había surgido. Las ideas revolucionarias desde Céspedes hasta Blas iban, al fin, a ser realidades. Esa oportunidad única en la historia no iba a ser afectada esta vez por conflictos de hombres y personalidades. Los revolucionarios marxistas-leninistas supimos estar por encima de vanidades y ambiciones mezquinas. Y en esto el ejemplo de Blas fue histórico e insuperable. Sin vacilación alguna puso incondicionalmente su partido y su jefatura, su experiencia y su sabiduría a disposición de la nueva dirección revolucionaria. Los miles de militantes revolucionarios abnegados y tenaces por él formados se integraron así, junto a los combatientes del Directorio Revolucionario y del Movimiento 26 de Julio, al nuevo Partido, de cuya dirección formó parte desde entonces”.[xii]

Hoy, cuando la Patria vive un momento de particular importancia de cara hacia el futuro, el ejemplo de hombres de la estatura revolucionaria de Blas es más necesario que nunca. Corresponderá en lo adelante a los profesionales de la historia, y del quehacer político-ideológico en general, trabajar con espíritu creador para que las nuevas generaciones de cubanos conozcan, y se adentren en ella cabalmente,  la vida y obra de hombres que como él, en diferentes épocas, constituyen parte inseparable de las mejores tradiciones de lucha de nuestro pueblo. Es un desafío en el que, en cualquier caso, estamos seguros también saldremos victoriosos.

 

[i] Luis C. García Gutiérrez, Fisín para sus compañeros, se refiere a este tema. Este odontólogo integró la Sección de Habilitación de la Comisión Militar del Partido Socialista Popular para el enmascaramiento y elaboración de documentos falsos para combatientes de la clandestinidad cubanos y no cubanos que el enemigo no debía identificar. Es autor de los enmascaramientos del Che Guevara, para su traslado a las diferentes misiones internacionalistas. En el 2004, la Editorial de Ciencias Sociales publicó de su autoría La otra cara del combate. Cuenta Fisín: “Cuando Francisco Calderío vino de Manzanillo para La Habana se hacía llamar Julio Martínez, y a instancias de Rubén Martínez Villena –quien en la práctica dirigía el Partido a  la sazón- que le explicó por qué no debía utilizar ese nombre de guerra, lo sustituyó por el de Blas Roca. (…) A Blas lo encontré leyendo y revisando un folleto: Prosodia, y algunos otros documentos y decisiones recientes emitidos por la Real Academia Española porque Blas no paraba de estudiar. (…) Lo saludé y él me respondió el saludo con aquella amplia y franca sonrisa suya, matizada por el buen humor que lo caracterizaba. Al sonreír, la boca de Blas me hacía recordar la de un buzón de correos. No por gusto aquel rasgo de su físico le había ganado entre sus íntimos, y algunos que no lo éramos tanto, el apodo de “Bocaza”. Nunca le molestó. Blas era un hombre muy llano, de elevado espíritu, que hacía del compañerismo y la amistad un culto perenne, desprovisto de pequeñeces. Enseguida comprendí que allí estaba el centro de la batalla. Había que poner mucho cuidado con aquella boca y los dientes superpuestos, los cuales constituían elementos que el enemigo podría haber anotado. Mi misión era lograr que tales detalles no quedaran expuestos de forma exagerada, que llamaran la atención. (…) Opté por tallarle los dientes artificiales, hasta dejarlos casi como cáscara de huevo. Esto conspiraba contra la necesaria retención en su lugar, además de que lo convertía en un aparato más frágil. Pero vino en mi auxilio la casualidad. Por suerte a Blas le faltaba uno de los incisivos centrales, y eso resultó una solución para lograr que la prótesis tuviera la retención requerida, o sea, así como dos veces la necesaria. (…) En el proceso de confección de la prótesis, Blas me mostró una pequeña mesa de madera que él estaba construyendo. La recuerdo como una obra muy fina, que solo las manos de un ebanista consagrado podrían crear”. Luis C. García Gutiérrez: “Tenía el seudónimo de Julio Martínez”, en Lucilo Batlle Reyes: Blas Roca: virtud y ejemplo. La imagen de un hombre excepcional, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 20008, pp. 88-92.

[ii] Granma, lunes 27 de abril de 1987, Tercera Edición, pp. 1-5.

[iii] Homero costa Álvarez: “La Constitución de 1940 en la historia constitucional cubana”, en: El Derecho como saber cultural. Homenaje al Dr. Delio Carreras Cuevas, Andry Matilla Correa (coordinador), Editorial UH y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp. 317-318.

 

[iv]Julio Le Riverend: Breve Historia de Cuba,  Editorial José Martí, La Habana, 1998,  pp. 91-92.

[v] Ignacio Ramonet: Cien horas con Fidel, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006,  p. 127.

[vi] El 26 de octubre de 1947  la respetada Revista Bohemia, publicó en su acápite político un material  titulado “Blas, el optimista”. En el artículo, con rasgos que incluyen la entrevista, se retrata la voluntad que aflora en quien se sabe preparado para su destino de lucha. “En las oficinas nacionales del PSP (comienza la narración), situadas en una maciza y vieja casona de la calle Carlos III, un reportero de la sección “En Cuba” logró captar la opinión de Blas Roca –auriga indiscutible de su partido- sobre candentes temas de actualidad. Abriendo en frecuente sonrisa su ancha boca, con un brillo de constante malicia en los ojos, no fue remiso a confesarse con el periodista. Y como de costumbre, fue incisivo y duro con sus adversarios y confiado en el éxito de su organización, a pesar de los difíciles momentos que atraviesa. El resultado de las afiliaciones ha servido para robustecer el optimismo congénito del líder comunista. Ha  visto al PSP quedar en segundo término en la capital y en cuarto en la República. (….) Mientras los “camaradas” de los diversos barrios habaneros iban desfilando por el cuartel general comunista con aire de abejas solícitas y se marchaban por turno después de recoger sus orientaciones, Blas entró en el tema céntrico que preocupa al PSP en el presente minuto: la intervención oficial en la crisis de la CTC. El reportero descubrió que también en este punto era optimista y que su optimismo no era convencional. `La imposición de directivas por el Ministerio de Trabajo en el movimiento sindical no tendrá éxito –afirmó-. Pedraza hizo en la huelga de marzo de 1935 lo mismo que Prío ha hecho en la de octubre de 1947, y fracasó… Éste también fracasará´. Y adelantándose a la pregunta que se disponía a formularle su interlocutor, explicó las razones que tenía para esa profecía: – “Los trabajadores desprecian a los hombres de su clase que se prestan a servir de instrumentos de represión oficial contra sus compañeros. Un ejemplo de esto es Cofiño. En la larga historia de las luchas obreras cubanas, nunca, por honda que fueran las divergencias entre los bandos –anarquistas, comunistas y reformistas-, se descendió a la denuncia policíaca. Todos repudiaban el método que ahora ha empleado Cofiño, quien ha ido hasta la misma prisión a identificar a los que debían quedar presos, para que sus `compinches´, quedaran libres de asaltar los sindicatos y autoelegirse dirigentes al amparo del Ministro del Trabajo. …” Antes de romper la entrevista, todavía Blas se despidió con el clásico párrafo bolchevique, sentencioso y rotundo. `El daño que los `divisionistas´ están haciendo al movimiento sindical de nuestra patria, con ser muy grande, no durará mucho. La clase obrera reconstruirá, más unida, más firme y más enérgica, sus organizaciones, para defender sus reivindicaciones, su pan, sus salarios y sus derechos”. Enrique de la Osa: En Cuba. Primer Tiempo, 1947-1948, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 235-236.

[vii] Una de las más profundas conocedoras de su obra, y del papel de los militantes comunistas antes de 1959 en general, examinó de esta manera dicha obra. “Entre los méritos de los Fundamentos del Socialismo en Cuba, está el haberse propuesto su autor la divulgación entre los militantes del Partido Comunista, y en general entre los sectores sociales hacia los cuales dirigía fundamentalmente su labor político-ideológica, de los principios y presupuestos teórico-metodológicos esenciales del marxismo y del leninismo, así como los rasgos caracterizadores del socialismo como sistema y las razones por las cuales la revolución socialista tendría que ser, necesariamente, la continuación de la liberación nacional, si de garantizar la libertad y la soberanía nacionales se trataba”. Olivia Miranda Francisco: Carlos Rafael Rodríguez. Tradición y Universalidad, Editora Política, La Habana, 1997, pp. 60-61.

[viii] Blas Roca: “Clases y lucha de clases”, Ver en: Los Fundamentos del Socialismo en Cuba, Editorial “Páginas”, La Habana, 1943, pp. 44-46. Por cierto que el ensayo aparece dedicado a Marinello. En sentidas palabras, Blas deja constancia de que: “A Juan Marinello, el más destacado de los intelectuales cubanos, modelo de sinceridad, que ha fundido su vida con la causa de la Liberación de nuestra patria y del socialismo”.

[ix] Suelo recordar, cuando se debate sobre estos temas, un fragmento del discurso del Comandante en Jefe, el 21 de enero de 1998, en la bienvenida a su Santidad Juan Pablo II. Aquella jornada invernal, con la lógica expectación popular ante la primera visita de un Sumo Pontífice a nuestro país, el compañero Fidel confesó: “Viví experiencias personales que me permiten apreciar otros aspectos de su pensamiento. Fui estudiante de colegios católicos hasta que me gradué de bachiller. Me enseñaban entonces que ser protestante, judío, musulmán, hindú, budista, animista o partícipe de otras creencias religiosas, constituía una horrible falta, digna de severo e implacable castigo. Más de una vez incluso, en algunas de aquellas escuelas para ricos y privilegiados, entre los que yo me encontraba, se me ocurrió preguntar por qué no había allí niños negros, sin que haya podido olvidar las respuestas nada persuasivas que recibía”. Ver en: Livio Mariano Cedeño: Fidel y el Papa, Ediciones “El Cometa”, Higuey, República Dominicana, 1998, p. 135.

[x] Blas Roca: “La Discriminación de los Negros”, Ver en: Los Fundamentos del Socialismo en Cuba….Ob. Cit., pp. 73-84.

[xi] Blas Roca: virtud y ejemplo… Ob. Cit., pp. 5-9; 19-21; 76 y 163-166.

[xii] Granma, Ed. Cit.

 

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