¡Caña!, ¿en tierra  baldía?

¡Caña!, ¿en tierra baldía?

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Gildardo en pleno deleite ante la frondosidad de las plantaciones. Fotos: Del autor
Gildardo en pleno deleite ante la frondosidad de las plantaciones. Fotos: Del autor

“Cuando llegamos aquí el estado era crítico. Estas tierras, que durante muchos años estuvieron sembradas de caña, se habían convertido en un potrero lleno de malas hierbas, incluidos árboles: marabú, algarrobo…”, recuerda el Ramón Barea Avilé.

Ramón se desempeñó durante 32 años en labores económicas vinculadas con el extinto ingenio Jesús Menéndez, en el municipio homónimo de la provincia de Las Tunas y desde hace siete rinde faenas asociado a la Cooperativa de Créditos y Servicios Fortalecida (CCSF) Oscar Lucero, ubicada en Las Tapas, un apacible paraje rural del extremo norte de ese territorio.

Su núcleo forma parte de las 10 familias de esa estructura productiva que, sin renunciar a la producción de cultivos varios, a principios del 2012 apostaron por la plantación de caña y devienen prueba palpable de cuanto contribuye al desarrollo del país la alianza de obreros y campesinos.

Dos encumbrados campesinos

Lideran este nuevo reto Reynold Fernández Pérez y Gildardo Zaldívar Concepción, dos ilustres campesinos de reconocido prestigio en estas comarcas con renombres ganados a fuerza de tesón, voluntad e inteligencia, porque han marcado pautas en cultivos de garbanzo, plátano, ajo, cebolla…

“Siempre hemos obtenido buenos resultados en la agricultura porque trabajamos sin tregua”, sentencia Reynold.

“Mira, en la agricultura uno busca alternativas y si quieres triunfar tienes que vencer los obstáculos. Aquí, donde ahora ves ese macizo cañero tuvimos que pasarnos cerca de 20 días arrancando manigua, puro monte, pero valió la pena, ¿verdad?”, dice Gildardo.

“El campo de caña en picada que encontramos tenía 12 años de explotación, según controles de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Peña 3, organización que lo había declarado tierras ociosas porque decían que no daba caña y ¡mira!”, afirma Gildardo.

“Nosotros, enfatiza, no compramos ni una sola semilla. Lo primero que hicimos fue rehabilitar las 20 hectáreas ya existentes, de ahí las sacamos y ya en la pasada zafra aportamos 5 mil 875 toneladas limpias al central ´Guiteras´. El rendimiento fue de 65 toneladas por hectárea, pero este año llegamos a cien sin problemas.”

La nobleza de la caña

En la CCSF Oscar Lucero hay 48 usufructuarios –beneficiados por el Decreto Ley 259, ahora 300-, de los cuales 13 son cañeros, quienes reconocen la nobleza de este cultivo.

Reynold, de pie y llave en mano, asegura el buen estado técnico del tractor.
Reynold, de pie y llave en mano, asegura el buen estado técnico del tractor.

“La caña hasta permite coger vacaciones, porque si la atiendes bien desde el principio, después solo hay que cuidar su desarrollo”, comenta Ramón.

Además de los beneficios económicos de los socios vinculados a esta producción en 116 hectáreas, la actividad abrió una fuente que emplea a 13 hombres en jornadas que comienzan a las 6:00 de la mañana y terminan a las 11:00. “Ese tiempo es suficiente después que las plantaciones crecen. Les pagamos 50 pesos diariamente y la tarde se la dedican a los cultivos varios”, explica Gildardo.

Y Reynold abunda: “Es un cultivo muy agradecido, pues soporta sequía, lluvia y viento; y, nadie se la lleva, o casi nadie. Solo los animales sueltos son una amenaza, pero eso lo estamos controlando.”

“Uno busca alternativas en la agricultura”, reitera Gildardo y refiere que ellos la han encontrado en la siembra de caña, pues “el tripalmi se comió el frijol porque no llegó a tiempo el paquete tecnológico, esa fue la causa principal, aunque el clima nos jugó una mala pasada, pero la caña lo tiene asegurado y eso es una ventaja”.

Los esfuerzos incluyeron también la recuperación de implementos fundamentales en las atenciones culturales de los suelos y la caña como la grada múltiple y el denominado Mayarí, “ese lo hicimos nosotros mismos”, comentan Gildardo y Reynold.

De producciones agrícolas y otros demonios

Gildardo y Reynold son referentes casi obligados en programas priorizados de la producción de alimentos, porque han dedicado muchos años de sus vidas a buscar en tierra propia el sustento con resultados dignos de reconocimientos.

Pero siempre aparecen resistencias. “Al principio, el ganado suelto nos afectó muchísimo, porque estas tierras eran potreros, entonces conversamos con los vecinos, les explicamos nuestros objetivos y hasta les ayudamos a conseguir tierras para el pastoreo y resguardo de sus ganados”, confirman.

Sin embargo, el ejemplar desempeño y las pruebas materiales de que los propósitos por difíciles que parezcan son alcanzables genera detractores: “Uno demuestra que las cosas se pueden lograr y, a veces, le caes mal a mucha gente. Es cierto que hacen falta más recursos, pero también más constancia”, recalca Gildardo.

El mismo cuestiona los obstáculos burocráticos que enfrentan hoy los asociados a las Cooperativas de Créditos y Servicios Fortalecidas, cuyos integrantes, a título particular, han perdido su personalidad jurídica, y las gestiones para adquirir determinados productos, por solo mencionar un ejemplo, dependen de una superestructura que en ocasiones no está realmente sensibilizada con la actividad.

Está claro que la tierra y los cultivos no resisten esperas. El concepto de oportunidad es vital si se pretenden buenos resultados.

Admirables el crecimiento y la salud de la gramínea.
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Ha nacido un macizo cañero en ¿tierra baldía?
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El cañaveral de la UBPC Guayacán, situado frente al emporio reseñado, no corre la misma suerte.
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