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Cuando el amor apoya, se salvan vidas

El Capitán Yordanys Salina Caballero no piensa en cansancios, dice, solo quiere salir airoso en esta batalla contra la Covid-19. Foto: Gretel Díaz Montalvo

Él no es Mayor General como Ignacio Agramonte, es Capitán. Su esposa no es como Amalia Simoni, pero le quiere igual, le sigue igual. Sus vidas no se ubican en el Camagüey colonial, pero las separaciones y pasiones y deseos truncos por una lucha, por un bien superior que sortean a diario el Capitán Yordanys Salina Caballero y su esposa Lisneydis Pérez Morales, evidencian amores que saben a pasado, a cosa de otros tiempos.

 

Yordanys es un joven doctor de 32 años que se desempeña como jefe de servicios de urgencias del Hospital Militar Doctor Octavio de la Concepción y la Pedraja en Camagüey. Sobre sus hombros y en sus manos están los 71 pacientes que hasta el 9 de abril en la ciudad agramontina padecen la Covid-19. Unos 51 son de Ciego de Ávila y 20 de Camagüey, pero para él esas no son diferencias significativas.

Le interesan más las ocho altas médicas que hasta ahora han logrado y los que pronto saldrán. Le preocupan más las familias que allí se encuentran, que cada cual sepa cómo está el otro; que los padres sepan de sus hijos; que las abuelas canten a sus nietos; que coman; que duerman; que se sientan bien y se recuperen.

Desde hace unos 20 días, desde que comenzó el centro médico a prestar servicios tras una reparación de sus instalaciones, Yordanys no sabe lo que es dormir mucho, tener la mente despejada y menos, lo que es pasar horas hablando con Lisneydis.

“Nos conocimos en un ambiente militar, cuenta, mientras pasaba el servicio militar activo voluntario en Guantánamo y yo, recién graduado, hacía la residencia en Medicina General Integral. Esto nos ayuda porque ella conoce, domina y entiende mis responsabilidades y podemos apoyarnos mutuamente.

“Además, como estudia sicología es una gran aliada para mí. En urgencias se viven situaciones complejas. El servicio demanda respuestas enérgicas ante dinámicas diarias en las que no te puedes equivocar porque de ti depende la vida de un paciente. Allí hay que ser certeros para que la evolución de los enfermos sea efectiva; no se puede errar”.

Cada día Yordanys llega antes de las siete de la mañana al hospital, pero no sabe si comerá en casa o llegará ya cuando su amada duerma. Pero no importa, dice, “hay deberes que van primero. Hay vidas que salvar y el amor me da las fuerzas”.

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