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Béisbol cubano: El ojo del tigre

El béisbol cubano. Una mirada total.
El béisbol cubano. Una mirada total.

Tiempo atrás, un entrenador cubano, ante la pregunta de qué le faltaba a un otrora campeón mundial para recuperar sus grandes resultados fue sintético y aleccionador: “el ojo del tigre”. Por estos días, nada parece más cercano para analizar, interpretar y opinar sobre nuestro béisbol que volver a esa sentencia, pues la mirada del felino encierra experiencia anterior, cálculo preciso, fuerza, valentía, creatividad, deseos, ganas, inteligencia, ambición y respeto.

Un torrente de ideas, criterios y hasta soluciones desembocan en aguas turbulentas y pocas veces coincidentes cuando se trata del pasatiempo nacional. Sin embargo, propongo volver a las expectantes pupilas del animal de rayas y garras furiosas para, lejos de cualquier verdad absoluta, penetrar en el mundo de las bolas y los strikes con autocríticas, insatisfacciones y una profunda preocupación no solo por los fracasos internacionales de los últimos años, sino también por cuánto debemos y podemos hacer hacia dentro de nuestra “selva beisbolera”.

Experiencia anterior, un necesario primer paso

El nacimiento de las Series Nacionales abrió el movimiento más amplio de captación y desarrollo de talentos en esta disciplina dentro de Cuba, mucho mayor incluso que en las ligas profesionales existentes antes del Triunfo de la Revolución. Y eso es lo primero que debemos preservar, no por capricho del concepto de territorialidad, sino por el impacto sociocultural en todo el país.

Con nombres actuales: Pinar del Río, Industriales, Sancti Spíritus, Villa Clara, Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín, Granma y Santiago de Cuba, o distintos como Ganaderos (Camagüey), Henequeneros (Matanzas) o la antigua provincia La Habana (Artemisa y Mayabeque)— todas las provincias del país han disfrutado al menos una corona en los certámenes nacionales, con la excepción de Guantánamo, Isla de la Juventud y Cienfuegos.

La pasión por batazos y lanzamientos llevó a la creación de campeonatos provinciales de primera categoría, lides hexagonales y todo un sistema piramidal (infantil y juvenil) en crisis hoy por la pobre cantidad de juegos, suspensión o desaparición en muchas provincias. Recuperar ese eslabón es imprescindible en el ojo del tigre.

Es cierto que las Selectivas subieron luego la calidad en una época dorada, pero la vida impuso su final por la poca atención material y política que recibían los conjuntos de parte de los gobiernos provinciales y demás entidades, ya que un híbrido de tres o cuatro provincias caía en territorio de todos y de nadie. Y al menos en Cuba ese apoyo es consustancial al espectáculo, en tanto la identificación de muchos aficionados seguía privilegiando al conjunto de su tierra natal y no un conjunto mixto de nombres.

Devolverle a la Serie Nacional (marzo – agosto) un calendario lo más cercano a los 90 juegos con un play off final —estructura evaluada por casi todos los peloteros y entrenadores como la mejor en 59 ediciones—; y la creación de una Liga Cubana de Béisbol (noviembre -enero) con las seis primeras selecciones de la temporada nacional e incluyendo los lógicos refuerzos para disputar no más de 45 partidos, son también coincidencias, casi unánimes, entre todos los actores.

Cálculo preciso: dinero, recursos y transparencia

A diferencia de otras ligas beisboleras en el mundo, el concepto empresarial no se ha entronizado en la nuestra, aunque valdría la pena evaluar la introducción de algunas variables como patrocinio de empresas a los conjuntos y el de unidades presupuestadas con tratamiento especial para los estadios, en los cuales se pueden arrendar más espacios a los trabajadores por cuenta propia o cooperativas en función de mejorar la gastronomía y tener mayor variedad de ofertas.

Es urgente igualmente resolver el pago diferenciado a quienes jueguen en la Serie Nacional y logren después llegar a la Liga Cubana de Béisbol, algo que no sucede en la actualidad con las dos etapas de la campaña y desmotiva a más de un jugador, pues los inactivos tras la primera fase ganan igual a quienes siguen en el terreno en la segunda.

Asimismo, es inconcebible que un director de equipo gane mucho menos que los peloteros a quienes dirige; o que exista demora de varios meses para pagarle el salario a los jugadores y mucho más en el caso de los conjuntos ocupantes de los tres primeros lugares y los ganadores de premios individuales.

Pelotas y más pelotas. Béisbol y más béisbol.

Tampoco costaría pensar en un pago adicional para quienes participen por su rendimiento en los Juegos de Estrellas y ganen las pruebas de habilidades, incentivos inexistentes hasta hoy, pero estimulantes en un contexto donde cada edición recibe cada vez menos interés por parte de los peloteros, cuando debería ser todo lo contrario, incluso contar en su palmarés a la hora del retiro.

Por otra parte, duele ver también, a partir de los líquidos diarios que les corresponde en los hoteles, como la mayoría de los involucrados en la Serie Nacional vende los refrescos en función de aumentar sus economía individual, lo cual no puede resolverse ya con llamadas éticas ni quitándoselos, porque sería botar el sofá por la ventana.

Cálculos agradecidos serían también transparentar el dinero invertido por la Federación Cubana de Béisbol (FCB) a partir de lo recibido por las contrataciones de nuestros peloteros en ligas foráneas. ¿Acaso no pudiera disponerse de un 30 % de esos ingresos (en divisas directamente y a partir de un escala aprobada) para repartir en la Liga Cubana de Béisbol, lo cual elevaría la motivación y hasta disminuiría seguramente las gestiones personales de muchos peloteros para jugar en Colombia, Nicaragua y otras naciones?

Fuerza para crecer, valentía para cambiar

Acuerdo MLB- Federación Cubana de Béisbol apenas duró cuatro meses.

No hay secreto alguno sobre tres aspectos claves y objetivos que torpedean el béisbol cubano desde hace más de una década y han provocado su debilitamiento actual: la imposibilidad de lograr un acuerdo con la Major League Baseball (MLB) —el concretado en diciembre del 2018 duró apenas cuatro meses—; el éxodo de peloteros hacia el circuito profesional norteño y caribeño; y una fuerza técnica disminuida por la emigración, desde la base hasta los equipos nacionales.

Sobre ese trío de obstáculos reales se trabaja, pero los resultados son lentos y se necesita mucha fuerza para crecer en medio de este panorama, así como una extraordinaria valentía para cambiar cosas y no perder ese imán de cultura y pueblo que solo el béisbol puede provocar en Cuba.

El acuerdo reciente con la Confederación Mundial de Béisbol- Sóftbol dará apertura a todos los mercados de Asia, Europa y América, excepto MLB; en tanto es previsible aventurar que cada vez serán más los retornos de quienes probaron suerte, con éxito o no, en ligas profesionales y pedirán jugar y hasta retirarse delante de su gente. Bárbaro Erisbel Arruebarrena, Pavel Quesada, Leslie Anderson y Carlos Juan Viera, por solo citar algunos, son ejemplos que se deben incrementar por años.

Por supuesto, donde más se pudiera avanzar, con acciones concretas y prácticas, es en el trabajo con los entrenadores de base, municipio y provincia. ¿Por qué no se estimula con un porciento que puede llegar hasta el 30% de su salario —o hasta divisas— a ese entrenador del Consejo Voluntario Deportivo o Academia local por cada pelotero que busque en los lugares más intricados, enseñe y promueva a equipos nacionales en cualquiera de las categorías?

Esa es la fuerza vital para crecer y mantener la vitalidad de este deporte. El otro acto de valentía sería convocar, con un carácter proactivo por parte de la FCB, a todos los peloteros con contratos personales en ligas profesionales, en función de que puedan integrar no solo selecciones nacionales, sino que vuelvan a sus equipos provinciales si así lo desean, acatando la disciplina y el reglamento de nuestros clásicos.

Es totalmente falso que después de tener dinero en abundancia no quieren vestirse con nuestros trajes, deslizarse en terrenos nada modélicos o ganar medallas en Clásicos Mundiales, Premier o Juegos múltiples.

Los riesgos de la contratación no van por ahí, pues República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela y México, por poner cuatro ejemplos, cuentan con jugadores tan o más millonarios que nuestros Despaigne, Gracial y Moinelo, y dejan alma, corazón y vida con sus uniformes nacionales.

La moraleja entonces es que hay que aprender a dirigir ahora un equipo de jugadores profesionales con mucho dinero —algo que no hicieron nunca Jorge Fuentes, Pedro Chávez, Pineda, Higinio u otros—, con fatiga extrema en algunos momentos del año y con comportamientos adquiridos en ligas profesionales no vistos antes en nuestras Series Nacionales.

Y claro que le puede fallar la bomba a más de uno en momentos tensos, pero su calidad nadie puede desaprobarla y hay pruebas de eso con lideratos de jonrones, premios de jugador más valioso, entre otros lauros.

Creatividad permanente, deseos y ganas de la mano

Un concepto básico si queremos pensar el béisbol como país es desterrar de una vez y por todas que la única responsabilidad sobre los desastres de esta disciplina la tiene un hombre (Higinio Vélez, titular de la FCB), una Comisión Nacional o en el mejor de los casos, el INDER. No obstante, cambios en la presidencia de la FCB y en otros cargos deben sucederse ya por lógica renovación y gestiones no del todo efectivas a la luz pública.

El béisbol para dar un salto como el que esperamos debe lograr la alianza más grande y eterna de este país. Tiene que interesarle y aportar ideas el Ministerio de Cultura (para elevar el nivel artístico entre inning y ayudar al espectáculo), Transporte (para que los árbitros no se trasladen sin un vehículo permanente), Turismo (porque en sus hoteles siempre se puede mejorar más), Energía y Minas (para lograr encender las luces cuando lo permita la situación de combustible y la arcilla de los terrenos), Agricultura (mejorar el césped de los terrenos), Comercio Interior, Salud Pública, Industria Alimentaria, Relaciones Exteriores, Ciencia y Tecnología, Industria, Inversión Extranjera y así hasta llegar al último organismo o instancia. Solo así podremos ver algunos frutos a corto y mediano plazo.

Despaigne y Cepeda, dos grandes de las generación actual de peloteros cubanos.

La creatividad encuentra también su más alto reto en la motivación a los niños desde los 6-7 años en campos y ciudades (ahora que la tecnología quiere robarse la diversión sana y el ejercicio físico); en olvidar que el padre de mayor poder adquisitivo no tiene que ser el padre del gran pelotero, pues los talentos naturales existen y son mejores que los impuestos por el maldito dinero; en lograr más pelotas, bates, guantes y demás implementos desde la producción local que crece en el país y no siempre es divulgada ni se aprovecha como merece por trámites burocráticos.

Pero también hay que crear estímulos morales y nada mejor que acabar de darle vida al socorrido, necesario y reclamado Salón de la Fama del Béisbol Cubano, bombardeado sin sentido por las propias autoridades deportivas cuando estuvo a punto de echar a andar nuevamente en el 2018.

Hay que acabar con quienes siguen viviendo del béisbol y no para el béisbol, en todos los niveles. Son caras de las derrotas que no se ven, pero están y hacen tanto daño como los ponches que nos propinan y las derrotas que crecen en la arena internacional.

Es tiempo de deseos y ganas, que significan darles reconocimientos a hombres tan anónimos y sencillos como Nicolás, el Dios de todos los sueños infantiles de béisbol en el Pontón, del municipio Centro Habana; y a otros tan grandes e imprescindibles como el pinareño José Manuel Cortina, quizás el entrenador de pitcheo que más brazos ha hecho y salvado en la historia de nuestra pelota.

No olvido los deseos y ánimos de hablar más sobre nuestros árbitros, merecedores de una mejor remuneración a la hora de salir a impartir justicia, pues es casi ridículo lo que se le paga por las tensiones a que están expuestos. De paso, habrá que exigirles superaciones constantes, ubicaciones certeras para decidir jugadas y carácter más recio para hacer valer el orden sin necesidad de botar peloteros y mánagers ante la más mínima protesta.

Inteligencia y ambición: binomio ganador

La mirada del tigre cuenta con la inteligencia y la ambición como cartas de presentación inconfundibles. Sobre las dos líneas de un campo verde todo se define entre una correcta estrategia y ese poderoso bastión psicológico que hace entrar a cada pelotero en la caja de bateo pensando siempre en darle una conexión efectiva, inolvidable o definitoria al lanzador que tiene a 60 pies y seis pulgadas.

Los últimos triunfos medianamente importantes para nuestra selección nacional se remontan ya a los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014 y la Serie del Caribe en San Juan, 2015, donde regresamos monarcas. Desde entonces, fracaso tras fracaso, presión y desespero, orfandad de podios cimeros y una profunda preocupación por la casi siempre anémica ofensiva han dejado ver fallas visibles y otras que solo a partir de tendencias modernas del béisbol pueden ser leídas o explicables.

Impaciencia en el home, poca producción de carreras, swing de fuerza en lugar de swing de contacto, mal corrido de las bases, falta de liderazgos ofensivos y en el staff de pitcheo, demasiado conservadurismo a la hora de dirigir, muchos cambios de mentores en poco tiempo y una generación que se ha envejecido sin la debida renovación de éxitos colman las causas de nuestros reveses, aunque no son las únicas.

Pero para corregir eso debemos comprar máquinas de bateo que no tenemos y en el mercado internacional pueden costar unos 11 mil dólares. Es imperioso un conocimiento mayor de la sabermetría desde la Serie Nacional, para aplicarla luego internacionalmente no como moda, sino de herramienta necesaria y vital para ganar partidos.

Finalmente, un director que no esté involucrado en la temporada regular y se haga cargo por un ciclo competitivo del equipo Cuba parece la fórmula ideal para ese cargo, mientras el mentor ganador en la Serie Nacional sería el encargado de conducir los destinos de sus muchachos en la Serie del Caribe.

Hoy la ciencia puede ganar un juego, darle la bienvenida a un campeonato y regalar muchos triunfos si se aplica con serenidad, sin maratones o por la fuerza. Estadísticas que antes nadie miraba pueden decidir turnos en una alineación, en la cual, por ejemplo, ya está demostrado que el mejor hombre no es el tercero, sino el segundo.

Entrenar jugando, en lugar de preparaciones largas marca el ritmo en el planeta béisbol y nosotros seguimos aferrados muchas veces a un pasado glorioso, pero sin vigencia para recuperar lo perdido.

Impulsar carreras, dar jonrones, mejorar el control, entrenar mucho la defensa de campo, saber realizar ajustes en cada turno al bate y hasta en cada lanzamiento persisten como espadas afiladas y garantía de triunfos.

La realidad es que todo eso y más lo hemos perdido en las selecciones nacionales, no lo aplicamos en la justa doméstica y menos en categorías juveniles. Y nuestros rivales crecen y ya no son solo Estados Unidos o Japón los verdugos más fuertes, se han sumado Canadá, Holanda, Puerto Rico, Venezuela y hasta Colombia.

El respeto por nuestros paradigmas, por Cuba

Desde el 25 de noviembre, toda Cuba tendrá la posibilidad de aportar más ideas para el renacer de nuestro béisbol. Con seguridad se escuchará hablar de terrenos exigiendo manos y voluntades para sus rescates, de una demanda insaciable de implementos (específicamente pelotas y guantes), y de estudios relacionados con el béisbol engavetados en las Facultades de Cultura Física.

Tampoco faltarán voces que se quejen sobre la poca fuerza técnica en poblados y municipios como si instrumentar cursos emergentes con peloteros retirados costara una barbaridad al sistema del Inder. Se comprobará también, por disgustos o maltratos, la lejanía o distanciamiento de no pocas glorias deportivas.

Y por supuesto varios abogados defenderán la asesoría foránea a nuestra pelota, cual invasión de amnesia total, pues Cuba es la de mayor número de entrenadores esparcidos por el mundo enseñando béisbol, y más recientemente hasta Béisbol Five.

Por desgracia, hoy el paradigma de llevar las cuatro letras en el pecho cede ante el efecto monetario en muchas familias y tener un hijo, hermano, primo o nieto bateando o lanzando se convierte, en muchos casos, en una apuesta presumible a salir del país hacia cualquier liga extranjera cuando ya tengas las herramientas aprendidas.

El compromiso con quien lo descubrió y su sociedad se diluye entre carencias reales y la famosa idea de querer probarse en el mejor béisbol del mundo, aunque ya sabemos que solo un 10 % de los peloteros cubanos que han decidido ese camino acaban jugando en la MLB. La mayoría termina en ligas de menores (AA y AAA), academias dominicanas y con un gorrión tremendo. Solo que de esto último apenas se habla.

El respeto a una potencia beisbolera en América y el mundo, con 25 coronas mundiales y tres olímpicas, pasará siempre por nuestro pasado glorioso y teorías futuristas acerca de cómo levantarnos de este pésimo momento, en el cual prevalece intacta, eso sí, la pasión más encendida por ver ganar a su equipo favorito, aunque parodiando a aquel entrenador, hoy nos sigue faltando en el béisbol cubano “el ojo del tigre”.

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