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Fidel universitario: En defensa de Martí (V)

Cuando Fernando Chaviano, un fotógrafo que acostumbraba a retratar a los turistas, pasó por el Parque Central habanero contempló un hecho insólito que rápidamente captó con su cámara: un marine yanqui encaramado a horcajadas en los hombros de la estatua dedicada a José Martí, la estaba utilizando de urinario, mientras otros marines que escalaban el monumento, le reían “la gracia”.

Marine orinando la estatua de Martí en el Parque Central de La Habana.

Ocurría en el mes de marzo de 1949. Era de noche y varios transeúntes indignados les exigieron a los profanadores que se bajaran, pero recibieron burlas como respuesta, por lo cual los cubanos les lanzaron botellas y piedras.

Intervino entonces la policía, pero no para detener a los yanquis sino para reprimir a los que estaban tratando de proteger la memoria del Apóstol de aquellos vándalos. Como el número de indignados crecía, a la policía no le quedó otra salida que montarlos en un auto patrullero y conducirlos a la cercana Tercera Estación.

Las fotos de Chaviano trataron de ser adquiridas por dos diplomáticos estadounidenses, pero él se las vendió a un reportero gráfico del periódico Alerta, quien las publicó al día siguiente en la primera plana. También se hicieron eco del escandaloso hecho las revistas Bohemia, Carteles y algunas agencias internacionales de noticias.

La noticia se conoció inmediatamente por toda la ciudad y muchos habaneros, llenos de ira contra los marines y dispuestos a hacerles pagar caro la desvergüenza, pero una vez más la policía fue en defensa de los detenidos y la emprendió contra el pueblo. Más irritación causó después la liberación de aquellos individuos reclamados por el agregado naval de la embajada de Estados Unidos.

Los culpables de la afrenta habían llegado al litoral habanero en un convoy de unidades navales estadounidenses, y como acostumbraba a proceder la marinería yanqui cuando venía a la capital cubana al salir de pase, se entregaban a la bebida, a buscar prostitutas, al juego y a armar broncas, con absoluta impunidad.

Cuando la población supo de que habían liberado a los marines, se congregó llena de coraje frente a la embajada estadounidense que radicaba en el edificio que antaño fuese el Palacio de los Capitanes Generales, y fue nuevamente reprimida con brutalidad.

La prensa publicó la imagen de las contusiones recibidas por estudiantes universitarios como Fidel Castro, Lionel Soto y Baudilio Castellanos, quien había protegido con su cuerpo al entonces dirigente de la FEU Alfredo Guevara, convaleciente de una enfermedad.

La foto muestra los golpes de la policía a los que protestaban por el ultraje ante la embajada yanqui. El agredido es el estudiante Baudilio Castellanos, a la izquierda Fidel Castro.

El embajador yanqui acudió al ministerio de relaciones exteriores para entregar unas declaraciones por escrito al canciller donde lamentaba lo sucedido. Allí se habían introducido entre los periodistas dirigentes de la FEU. Y cuando el funcionario reconoció que esos marines habían cometido un acto condenable, pero otros habían ayudado a Cuba a obtener su independencia. el estudiante Alfredo Guevara saltó y le dio una merecida respuesta:

“Usted no tiene derecho a pronunciar esas palabras mientras el gobierno imperialista de Estados Unidos mantenga ocupada la Base Naval de Guantánamo”.

Estas declaraciones, el lavado de la estatua con agua a presión y la colocación de una ofrenda floral en la estatua del Héroe de Dos Ríos, no pudieron borrar la indignación del pueblo, que hizo pedazos la ofrenda.

No faltaron las declaraciones a la prensa por parte de una representación de los estudiantes universitarios, integrada por Fidel Castro, Baudilio Castellanos, Alfredo Guevara, Lionel Soto y otros jóvenes:

“Ante el bochornoso vejamen que sufriera la estatua del más grande representativo de nuestra dignidad patria: José Martí, un grupo de estudiantes organizó un acto de protesta frente a la embajada de Estados Unidos, demandando que aquellos autores del suceso fueran juzgados por tribunales cubanos. Cuando estábamos frente a la embajada se aparecieron cinco perseguidoras, dirigidas por el coronel Caramés, cuyos ocupantes, con fustas y pistolas, agredieron brutalmente al público que se había congregado para escuchar nuestras palabras. Paradójicamente, policías cubanos atacaron a estudiantes y al pueblo que sólo trataban de defender la dignidad patria mancillada. ¿Por qué no desplegaron esa agresividad y celo frente a los osados marineros que ultrajaron a nuestro más grande prócer?”.

La respuesta estaba clara: por el servilismo a Estados Unidos de los gobernantes de turno.

En junio del siguiente año Fidel concluyó sus estudios universitarios en la carrera de Derecho. En septiembre discutió ante el Tribunal Docente su ejercicio final de grado con el tema «La letra de Cambio en el Derecho Privado y la Legislación Laboral» con calificación de sobresaliente. Se graduó como Doctor en Derecho, Licenciado en Derecho Diplomático y Licenciado en Derecho Administrativo.

En noviembre se registró en el Colegio de Abogados de La Habana y se dedicó desde entonces a defender a la gente pobre sin recursos.

Pronto el abogado se erigiría en defensor no solo de los humildes sino de la libertad y la dignidad de todo el pueblo, a la cabeza de una lucha que inició la Generación del Centenario del Apóstol que le brindó el mejor de los homenajes: el reinicio de su batalla inconclusa por la libertad.

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