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Fidel universitario: La expedición de Cayo Confites (II)

Fidel era presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la FEU y cuando se habló de organizar una expedición para derrocar al dictador Trujillo, que oprimía a ese país, dejó de hacer los exámenes que tenía pendientes en la universidad y se enroló en la expedición en el mes de julio de 1947.

 

Fidel en Cayo Confites (el primero a la izquierda)

 

Esta fue organizada en Cayo Confites, perteneciente al archipiélago de Sabana-Camagüey.
“Resulta curioso–, rememoró- que me enrolara en aquella expedición cuando los que estaban al frente eran mis enemigos. Yo tenía amistad con los patriotas dominicanos, luchadores durante muchos años, los admiraba. Pero los cubanos que tenían todo en sus manos, quienes estaban al frente de la expedición, eran mis enemigos; estaban con el gobierno, y nosotros en contra”. Entre ellos estaba Rolando Masferrer, que había peleado en la Guerra Civil española en el bando republicano y fue expulsado del Partido Socialista Popular. Se había corrompido y era de los que tenía mayores ambiciones políticas.

En la expedición Fidel fue primero teniente y jefe de pelotón y llegó a ser capitán, jefe de una compañía cuando el anterior desertó.

Existían tres batallones con tres jefes cubanos, los dominicanos integraban la plana mayor de los batallones o eran soldados pero el grupo de cubanos tenía el control de la expedición, la logística, los barcos, el mayor número de combatientes, el dinero y todos los recursos en general.

Como valoró Fidel años después “fue una de las acciones peor organizadas que conocí en mi vida: el reclutamiento fue público. Toda La Habana sabía que se preparaba un ejército para invadir Santo Domingo y derrocar a Trujillo. No se reclutó el personal a partir de ideas. No fue sobre la base de una ideología; ¡aceptaron a mucha gente sin empleo, que estaba pasando hambre, les hablaron de la expedición y ،vaya usted a saber lo que les ofrecieron! No hubo selección alguna, primó un espíritu aventurero. No buscaron campesinos de las montañas, gente que conociera el terreno; ¡no, no, ،la gente menos apta para una guerra revolucionaria fue la que escogieron! Sin preparación política, con la única virtud de ser gente de pueblo. Lo mal hecho empezó por la forma de reclutamiento, la ausencia total de selección y discreción. Claro, entre los enrolados, muchos dominicanos y cubanos eran gente buena”.

Esta experiencia le sirvió a Fidel para el futuro, como él mismo reconoció: “Más tarde, antes del Moncada, yo personalmente recluté, organicé y entrené 1200 hombres; un solo individuo prácticamente, en una organización celular, secreta; tan secreta que atacamos el Moncada y nadie se enteró de lo que íbamos a hacer. Pero, bueno, una característica que también prevalecía en la época era la indiscreción, la falta de métodos conspirativos.”

Los futuros combatientes permanecieron en Cayo Confites desde finales de julio hasta los últimos días de septiembre en pésimas condiciones, a pesar de todo el dinero y los recursos de que se disponía. Fidel se percató además “de que los jefes eran incapaces, ineptos política y militarmente como organizadores. Era una pandilla con ambiciones políticas: adquirir gloria, prestigio, poder, armas, bases. Aquella mafia —vinculada a un gobierno nepotista, corrompido y a uno de los personajes más ladrones y tenebrosos de la historia de Cuba, que fue José Manuel Alemán—, pensaba retornar a Cuba tras la expedición, por buscar la notoriedad y los laureles”

En este tiempo conoció a Juan Bosch –quien años después llegó a ser presidente de la República Dominicana–y pronto hicieron amistad. “Yo no lo conocía, no sabía que era el escritor, el historiador, el intelectual. Lo vi como un dominicano honorable, de conversación agradable, que decía cosas profundas y sensibles; trasmitía todo eso. Se le veía como una persona que sentía los sufrimientos de los demás, estaba sufriendo por el trabajo duro de la gente. Además, vivía la emoción, porque era el intelectual, al fin y al cabo, que se incorpora a la acción, llegada la hora de la lucha —un poco como hicieron Martí y otros muchos intelectuales de nuestra propia guerra—.

Pudiéramos decir que era allí el hombre de mayor calibre, el más destacado.”
Todavía no había zarpado la expedición y se produjo en La Habana un suceso que conmocionó a la nación: la masacre de Orfila, filmada por un reportero cinematográfico que fue exhibida en los cines del país. El gobierno de Grau San Martín fue duramente criticado por la oposición, se debilitó y el mando lo tomó prácticamente el jefe del ejército, general Genovevo Pérez Dámara.

Masferrer y los afines a él dentro de la expedición se preocuparon debido a su rivalidad con el ejército y Pérez Dámara por su parte temía que ese movimiento lograra recursos suficientes para ponerse contra él. Se conoció después que había aceptado dinero de Trujillo.

La conclusión de todo fue el arresto de los implicados en los sucesos de Orfila, a todos los elementos asociados con Masferrer y con quienes estaba en Cayo Confites.

Masferrer convertido de facto en jefe de la expedición, decidió zarpar. Navegaba en la embarcación más veloz y después de hacer algunas maniobras comprendió que el ejército estaba dispuesto a pararlos. Después de hacer algunas maniobras, entró en la bahía de Nipe para que lo arrestaran; no quería seguir.

Fidel que estaba al frente de una compañía, cuando llego la orden de rendición del Estado Mayor se declaró en rebeldía, sugirió a su grupo salvar las armas, trasladarlas en una balsa grande, poner rumbo a la costa y adentrarse con ellas en las montañas para continuar la lucha posteriormente. Así lo hizo con la ayuda de Ramón Emilio Mejía, Pichirilo, quien sería posteriormente segundo timonel del yate Granma y combatiente internacionalista por la causa cubana.

“Esto ocurre en 1947, y lo del asalto al Moncada fue en 1953, -precisó Fidel–apenas seis años después. Yo tenía ya la idea de aquel tipo de lucha, que se materializa en la Sierra Maestra. Creía en la guerra irregular por instinto, porque nací en el campo, porque conocía las montañas y porque me daba cuenta de que aquella expedición era un desastre. Se reafirmaba mi convicción de que no se podía pelear frontalmente contra un ejército en Cuba o en República Dominicana, porque ese ejército disponía de marina, de aviación, lo tenía todo, era tonto ignorarlo.”

A 250 o 300 metros de la orilla con los reflectores apuntando al mar, se lanzaron al agua en la bahía de Nipe, famosa por sus tiburones, pero llegaron vivos a tierra.

 

Fidel en Biran donde se refugió despues de la frustrafa expedición de Cayo Confites

 

Las armas se perdieron y él tras un largo peregrinar -llegó a Birán, donde se refugió unos días.
Cuando volvió a ascender la escalinata universitaria todos lo miraban por sorpresa porque lo creían muerto, comido por los tiburones de la bahía de Nipe, la gente llegaba a saludarlo como un resucitado, sus amigos estaban muy contentos.

El único saldo de Cayo Confites, como señaló Fidel, fue que se libró de la humillación de haber caído prisionero después de tan “gloriosa expedición” y en vez de terminar como libertadores, ser llevados a La Habana, como les ocurrió a los expedicionarios arrestados, en un vagón de ganado como prisioneros del Ejército.

Fuentes: Blanco Katiuska. Fidel guerrillero del tiempo tomo I y Ramonet Ignacio. Cien Horas con Fidel.

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