En aquel septiembre de 1945 el joven Fidel Castro Ruz, avalado por su condición de bachiller en letras, obtenida en el Colegio de los padres jesuitas de Belén, en La Habana, llenó dispuesto la solicitud de matrícula como aspirante a los títulos de Doctor en Derecho y Contador Público. En el anuario del Colegio quedaba plasmada una interesante valoración sobre su recién graduado: «Cursará la carrera de Derecho y no dudaremos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida, Fidel tiene madera y no faltará el artista».
Lo que no podían adivinar los autores del pronóstico es que aquel muchacho demostraría tener madera no solo para convertirse en un brillante abogado, sino para ejercer una vocación que comenzó a forjarse en las aulas universitarias y se transformó en el sentido de su existencia: la de político y revolucionario.
Un ambiente de peligro
En sus conversaciones con el intelectual francés Ignacio Ramonet Fidel le describió cómo era la universidad de aquellos tiempos: “estaba dominada por un grupo estrechamente vinculado al gobierno de Grau San Martín. Desde que ingreso, el primer año, observé un ambiente de fuerza, de miedo y de pistolas. Había una policía universitaria totalmente controlada por grupos aliados al poder. Era un baluarte en manos del gobierno. Los dirigentes aquellos de la Universidad tenían también puestos, cargos y todos los recursos del gobierno.
Le comentó que cuando llegó a la universidad la gente de izquierda lo veían como un personaje extraño porque decían que un hijo de terrateniente y graduado en el colegio de Belén debía ser la persona más reaccionaria del mundo. Nada más lejano de la realidad. Y si bien desde los primeros días se dedicó mucho al deporte comenzó a interesarse también por la política universitaria. Fue candidato a delegado de curso y resultó electo.
Como le confesó a la escritora y periodista Katiuska Blanco “Me agradaba toda la historia de la Universidad. Desde que por primera vez me pidieron que realizara algunas actividades en ese marco, tuve la impresión de que iba a ingresar en una colectividad con mucho prestigio, con mucha historia, y que los estudiantes habían jugado un papel muy digno, muy destacado; eran los guardianes de los derechos del pueblo, de la democracia y la libertad. Me sentí también como una especie de candidato a formar parte de aquellas tradiciones y glorias, y guardián también de los valores de la Universidad.”
Sin embargo, agregó sobre sus años universitarios, que él “tenía una actitud casi suicida, de martirologio, de sacrificio personal, dispuesto a darlo todo; era el sacrificio, la inmolación, aunque no la inmolación todavía por cambiar la sociedad, sino por enfrentar determinadas actitudes, hegemonismos, violencias, abusos. Si hubiese sido por cambiar la sociedad, valía la pena. Puede ser prueba de que un individuo tiene un temperamento, un carácter, un espíritu determinado. Como mérito individual puede pasar; sin embargo, como ejemplo de actitud a asumir, lo considero un poco quijotesco, propio de la época de los caballeros andantes, de los tiempos de la caballería, no de aquella época confusa y compleja”.
Comenzó a oponerse al candidato del gobierno en la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y ello le atrajo infinidad de peligros. Al acercarse las elecciones de la FEU dentro de las cuales la Escuela de Derecho era decisiva, aquella mafia, irritada por la insubordinación, le prohibió hasta entrar en la Universidad
Así le relató a Ramonet los detalles de aquel crítico momento: ¿Qué hizo? Fue la pregunta y Fidel respondió: fue a una playa a meditar y lloró, pero decidió volver, consciente de que podría significar una muerte segura, por ello volvió armado. “Estaba decidido a vender cara mi vida” afirmó. Pero no tuvo que usar el arma en aquella ocasión, “La gran batalla por la FEU Nacional se resolvió milagrosamente sin bajas, pero los riesgos que viví fueron considerables.”
Un discurso valiente
De la rapidez con que fue desarrollándose su vocación de político y revolucionario es fehaciente ejemplo la reflexión tan valiente y profunda de los males de la nación que realizó apenas un año después de su llegada a la Colina, al ser escogido como uno de los oradores de los actos por el Dia del Estudiante.
Entre las numerosas reseñas periodísticas de la conmemoración, que hacen una breve versión de los discursos, resalta la reproducción casi completa de las palabras de Fidel en el diario Mañana, cuyo reportero tal vez se impresionó con la contundente arenga del estudiante de 20 años. Es posiblemente el primer discurso de Fidel como líder estudiantil publicado en la prensa.
En esa ocasión arremetió contra los desmanes del ministro de Educación, José Manuel Alemán, quien se había rodeado de individuos armados para amenazar y atacar a los estudiantes, secuestrar a sus líderes y coaccionar a los profesores. Fidel se pronunció enérgicamente contra la reelección del presidente Grau San Martín «porque si es cierto que Machado y Batista mataron a muchos cubanos, Grau ha matado la fe de un pueblo entero». Y en el enfrentamiento a los desafueros del régimen tanto a nivel de la sociedad como en el ámbito universitario, dejó sentado un principio que mantendría inalterable en su tránsito por el Alma Mater: «a los estudiantes universitarios tendrán que asesinarnos antes que claudiquemos en nuestras convicciones».
Meses antes había participado en la manifestación en recuerdo del mártir estudiantil Rafael Trejo, asesinado durante los años difíciles de la dictadura de Gerardo Machado.
Liderazgo natural
Su trayectoria de dirigente estudiantil, que comenzó como delegado de asignatura y de curso en el mismo primer año de la carrera, ya para el segundo era vicepresidente de la Escuela de Derecho. Desde los primeros años de la carrera se vinculó además a un partido de oposición con posturas muy críticas contra la corrupción, el robo y el fraude político: el Partido Ortodoxo, cuyo quehacer se entroncaba con las luchas universitarias de entonces.
En abril de 1947 se presentó una situación especial en la Escuela: los delegados de la mayor parte de los cursos le retiraron la confianza al entonces presidente de la Asociación de Estudiantes de Derecho, por estar ligado a intereses ajenos al Alma Mater y haber demostrado su incapacidad para dirigir la Asociación -según declararon a la prensa. En su lugar fue promovido Fidel.
Sin embargo la decisión no fue aceptada por el Consejo Universitario, con el argumento de que no existía cláusula de revocación en los Estatutos de la FEU. Pero Fidel ya había conquistado el liderazgo de sus condiscípulos por su simpatía personal, su gran capacidad de comunicación expresada tanto a través de su ya formidable oratoria como en su contacto permanente y directo con la masa estudiantil, a lo que se sumaban su valor y su decisión de actuar en favor de las ideas más justas.
El hecho de que hubiese promovido la destitución del presidente le costó ser detenido en el Castillo del Príncipe el 27 de abril de 1947, aunque al día siguiente lo pusieron en libertad tras su denuncia del atropello. Según explicó años después el propio Fidel esa reacción estaba motivada porque ellos creían tener el control de la universidad, él les estaba poniendo en peligro esa base política.
“Los mafiosos dominaban todos los cuerpos policiales, la Policía Nacional, la Radio Motorizada y otros órganos. Existía una ley que prohibía estar armado. Por esa causa había que responder ante un tribunal de emergencia. Así intentaban apartarme de la política universitaria —recordó–Salí del arresto bajo la condición judicial de no volver a usar un arma. Ellos controlaban también los tribunales.”
Después hubo otros incidentes peligrosos que pusieron en riesgo su vida, provocaciones de elementos armados de una de las cuales lo salvaron los estudiantes de Derecho.
Como le explicó a Katiuska Blanco, finalmente hubo una reconciliación dentro de la Universidad que dio paso a cierto período de paz. Se logró una dirección de la FEU en la que ya no existía el control del grupo aquel sobre la Universidad. “Nuestra batalla se tradujo no en la victoria de nuestro candidato sino en la derrota de las fuerzas que apoyaban al gobierno”.
En el verano de 1947, mientras el estudiantado universitario efectuaba la Asamblea Constituyente Estudiantil encargada de la redacción de los Estatutos de la FEU, Fidel desapareció de la Colina universitaria. Después se supo que había partido a Oriente para enrolarse en la expedición de Cayo Confites y que se había convertido en jefe de una de las compañías del contingente que partiría a Santo Domingo a combatir con las armas al dictador Trujillo. (Continuará)