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Solidaridad en onda expansiva (+Fotos)

La llegada de Leda a las afueras del con­vulsionado hotel Saratoga provoca entre sus compañeros de trabajo allí reunidos una mezcla de agrado y dolor. Así ellos la supie­ron viva por esas casualidades que ocurren, pero a la vez, todos mostraron preocupación por los cocineros, camareras, trabajadores del almacén, del área comercial…

Leda Luis Salinas, trabajadora del hotel Saratoga desde la reapertura en el año 2005. Foto: Joaquín Hernández Mena

Muchos hablaron de una noche-madruga­da fatal en la que apenas pudieron dormir. En el momento del diálogo justo transcurrían las primeras 24 horas del accidente que en­tristece a capitalinos, cubanos y amigos del mundo.
Leda Luis Salinas, dependienta gastro­nómica desde la restauración del hotel en el año 2005, se une en un abrazo con Rafael, el maletero que también trabaja desde esa fe­cha en una suerte de fundadores de la etapa contemporánea de la centenaria instalación turística. Irremediablemente aflora el llanto.
Hacen una parada mental obligatoria en el inolvidable 6 de mayo del 2022. Mientras él se preparaba para incorporarse al centro, previo a la apertura prevista (10 de mayo), a ella le correspondía trabajar el fatídico día. Solo que pidió permiso y fue autorizada a acompañar a la madre a una sesión de qui­mioterapia.

“Supe de la explosión por una llamada telefónica de mi esposo, recuerda Leda. Mi madre y yo estábamos en el hospital Oncoló­gico y me impresionó escucharle decir que se alegraba de tener cáncer, porque por el azar de encontrarnos en el médico yo salvaba mi vida”.

El espacio de la Fuente de la India es hoy escenario de concurrencia. A unos metros se observan familiares de presuntas víctimas en una espera que desespera, y también acon­seja actuar con prudencia, no abordarlos, considerar que viven un momento de incer­tidumbre y sufrimiento, acentuado en fecha tan especial como el Día de las Madres.

Sergio Alberto Martínez Medina, juventud y experiencia en labores de rescate y salvamento. Foto: Joaquín Hernández Mena

Más cercano, en pleno ajetreo, cruza el joven Sergio Alberto Martínez Medina, inte­grante de un grupo especializado de opera­ciones de la Cruz Roja Cubana. Sus 28 años de edad parecen no alcanzar para tantas vi­vencias. Su esfuerzo ha estado presente en el accidente de aviación de mayo del año 2018, la recuperación tras el huracán Irma, el paso del tornado por La Habana, inundaciones en el litoral…

“La labor es ardua, exige preparación, entrenamiento al estilo de un atleta. Apenas uno recesa una hora como para cargar pila, y vuelve a la faena, de conjunto con fuerzas del Ministerio del Interior, la Defensa Civil, el Sistema Integrado de Urgencias Médicas, los constructores…”. Y precisa el rescatista: “Trabajamos al ritmo adecuado, con mucho cuidado y delicadeza, porque estamos bus­cando cuerpos de seres humanos, como ves la retroexcavadora va arañando levemente el montón de escombros”.

Este domingo, Día Mundial de la Cruz Roja, Sergio y otros hombres y mujeres allí presentes, la mayoría jóvenes, prosiguieron su labor alentados por la frase que es prin­cipio de la organización a la que pertenecen: Prevenir y aliviar el sufrimiento humano.

La onda expansiva de la explosión hizo es­tragos en los alrededores hasta causar muerte y lesiones en algunos transeúntes y daños ma­teriales en inmuebles colindantes como la es­cuela primaria Concepción Arenal, el Teatro Martí y la Iglesia Bautista El Calvario.

 

José Agustín Betancourt, pastor de la Iglesia Bautista El Calvario, muestra los daños en el salón del templo. Foto: Joaquín Hernández Mena

En todos esos sitios de inmediato se multi­plicó la solidaridad. El personal docente eva­cuó a los pequeños a la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Capitolio, y dio inicio al restablecimiento del orden en el centro escolar. Los trabajadores del Teatro también se crecieron ante los impactos reci­bidos, y otro tanto hicieron los que se encon­traban en el citado templo o llegaron a los pocos minutos. Entre ellos salieron a brindar socorro los pastores José Agustín Betancourt Acosta y Abel Pérez, quienes primero tuvie­ron que fortalecerse en sí para luego reponer el ánimo de empleados de la institución que quedaron conmocionados con los hechos como Xiomara Calá Asencio, auxiliar de limpieza que desde su área de trabajo sintió muy de cer­ca el estruendo y tuvo que correr para librar del derrumbe que sobrevino.

En medio del quebranto que impone la aterradora realidad de estos días en los al­rededores del hotel Saratoga llega la infinita solidaridad cual potente e insuperable onda expansiva.

 

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