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Dolor, humanismo y entrega (+Fotos)

El estruendo estremeció no solo los edificios sino tam­bién los corazones. El ac­cidente del Saratoga trajo destrucción, sufrimiento y muerte. Otra dura prue­ba para los capitalinos que desde el primer momen­to se impusieron al llanto para brindar su ayuda “en lo que sea”. Ya lo estaban haciendo cuando llegaron las fuerzas especializadas y continuaron con el espon­táneo gesto de acudir ma­sivamente a los bancos de sangre para donar en favor de los lesionados.

Foto: Joaquín Hernández Mena

Es humanismo, ese sen­tir por los demás que nos caracteriza como pueblo, ese sentimiento cultivado durante décadas de com­partir hasta lo más precia­do con quienes lo necesitan.

Y hay angustia en los que aguardan en las inme­diaciones de la catástro­fe en espera de los que no han aparecido, conmoción ante el rescate de un nue­vo cuerpo, esperanza en que aparecerá alguien con vida…

Y los héroes de esta jornada interminable que comenzó el viernes y se prolonga en el tiempo si­guen afanados entre los es­combros, entregándose en cuerpo y alma a la dura ta­rea de encontrarlos, y entre ellos hay muchas historias que contar como aquel ex­perimentado miembro de la brigada canina que ha realizado numerosas labo­res de esta índole en Cuba y en desastres en el extran­jero, al que lo acompaña su inseparable perro de más de 12 años, que tal vez ten­ga en esta su última mi­sión, o como el matrimonio del cuerpo de bomberos que enfrentaba la adversi­dad.

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

 

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

 

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

El pecho se contrae cada vez que se introduce el animal entre el amasijo de piedra y polvo, busca, y el hombre que lo guía se man­tiene atento a su reacción: a veces se queda parado y mira fijamente a su dueño, otras, se sienta y empieza a ladrar, es el momento de marcar el lugar para que se incorporen los rescatistas y la emprendan contra los obstáculos con el anhelo de que tal vez sea alguien atrapado que aún respira.

Son imágenes que es­tremecen, como la de hom­bres y perros agotados por el esfuerzo captados por el lente en un breve descanso, que retomaron las acciones casi inmediatamente, por­que no se puede perder un minuto.

Foto: Heriberto González Brito

Así han transcurrido las horas, y seguirán hasta que sea necesario. Hay mu­cho dolor en los familiares de las víctimas, en los ros­tros de estos combatientes y en el pueblo todo. Pero se imponen el humanismo y la entrega.

Y en medio del sufri­miento está la convicción de que nadie ha quedado desamparado. En ello radi­ca nuestra fuerza.

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