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Con Filo: Asunto de barrio

Durante quizás demasiado tiempo existió la visión simplista de que determinadas problemáticas en las comunidades eran un tema de menor jerarquía, algo que podía pasar —y muchas veces así le llamábamos para restarle importancia— un asunto de barrio.

 

Ilustración: Martirena

 

La vida demostró, sin embargo, que esos asuntos del barrio estén posiblemente entre los más trascendentes para que la ciudadanía afiance, desde ese sentido de pertenencia a lo local, su identificación y respuesta a nuestro más amplio y abarcador proyecto social.

Al volcarnos para mejorar la cotidianidad del barrio, como desde hace meses ocurre en muchos territorios del país, se consolida la esencia del poder popular, no visto como una estructura, sino como concepto en el cual descansa nuestro sistema político y de participación democrática.

La gente tiene que sentir que su pedacito, donde vive y crecen sus familias, cambia para bien, a partir de sus aportes y propuestas concretas. No puede ocurrir, como todavía pasa a veces, que las mejoras vengan solo porque se anuncia una visita importante de un dirigente nacional que viene a nuestro barrio, y se apuran embellecimientos falsos y cosméticos, que solo tocan a lo que más feo se ve a lo largo del trayecto del presunto recorrido.

Porque hace unos días escuchaba a alguien decir que todos los barrios tienen vulnerabilidades, y es cierto.

La prioridad que se impone para la atención gubernamental en determinadas zonas urbanas más desfavorecidas, entre otros factores para poder planificar y administrar mejor los escasos recursos con que cuenta el país, no debe hacer olvidarnos que en cada barrio no solo hay un comité —como decía aquel viejo eslogan—, sino también algún problema por resolver.

Entonces la solución tiene que pasar por el fortalecimiento de la capacidad de gestión en los gobiernos municipales y sus dependencias, hasta el nivel del consejo popular y la circunscripción.

Y sabemos que en esos eslabones tenemos dificultades, que pasan desde la escasez de recursos hasta las prerrogativas, posibilidades y capacidad de liderazgo de quienes toman las decisiones en esos niveles de dirección en la comunidad.

La descentralización de muchas decisiones presupuestarias hasta las asambleas municipales del Poder Popular son un mecanismo financiero y de dirección que puede contribuir a ese empoderamiento de sus dirigentes y representantes locales, y ya hay buenas experiencias de debates y análisis para la toma de decisión sobre sus propios recursos, en función de las demandas y quejas que plantea el electorado.

Este proceso, no obstante, debe todavía ganar mayor fuerza, organización, transparencia y visibilidad para la población, y tiene que ir a la par de los programas que desde otras estructuras gubernamentales superiores acompañan esa voluntad política por transformar y revolucionar nuestros barrios, clasifiquen como vulnerables o no.

Lo importante en todo esto es que ya el barrio se mueve, y junto con el acompañamiento estatal de instancias superiores, se empiezan a activar fuerzas propias, endógenas, para dar un vuelco en ese eslabón de la vida comunitaria que puede decidir en todo lo demás, aunque hasta hace muy poco solo nos pareciera —pero no lo es— un simple asunto de barrio.

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