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Empresa Siderúrgica José Martí: Así se invierte en acero (+ Fotos)

En Antillana de Acero no hay tarea pequeña y todo pesa mucho. Prácticamente cualquier cosa que se haga necesita una grúa, tiempos prolongados, recursos abundantes. “Hay atrasos, a estas alturas deberíamos estar produciendo”, consideró Humberto Cuesta, ingeniero con 20 años de experiencia, quien está a pie de obra en la inversión de la acería.

Trabajos duros y peligrosos que se realizan a alturas de hasta 50 metros sobre el suelo. Foto: Agustín Borrego Torres

Pero la historia del que tal vez sea uno de los más importantes y complejos procesos inversionistas que desde el 2017 lleva a cabo el país, en la Empresa Siderúrgica José Martí, del Cotorro, no es tan sencilla de explicar, ni es posible reducirla a las justas expectativas de un colectivo que ansía su arrancada, ni a las prisas de una economía que tanto precisa de esta entidad.

“El ritmo de la inversión ha ido en ascenso en la medida que hemos ganado en la planificación”, evaluó Reinier Guillén Otero, director general de la emblemática industria por ya más de dos años, quien recapituló las obras en marcha, de conjunto con decenas de fuerzas constructivas de todo el país, en los sistemas eléctricos, de agua y gases, para asegurar la chatarra, en los hornos y máquinas de vaciado continuo, los laminadores, la fábrica entera.

Para Sonia Martí Pérez, integrante del buró especial del Sindicato de Industrias que atiende las 38 secciones sindicales de Antillana con sus más de mil 300 trabajadores, un logro significativo es no tener interruptos, y aunque hay insatisfacciones con los ingresos y la alimentación, resaltó la disposición de sus afiliados.

“Todo lo que hemos podido hacer con los trabajadores de nuestra empresa y los contingentes de apoyo, se está haciendo”, enfatizó Sonia Martí Pérez. Foto: Agustín Borrego Torres

“Todo lo que hemos podido hacer con los trabajadores de nuestra empresa y los contingentes de apoyo, se está haciendo”, enfatizó.

 

A ingenio y pulmones

Una revisión del sistemático seguimiento periodístico por diversos medios de comunicación nacionales al proceso inversionista en Antillana de Acero evidencia la gran magnitud de sus propósitos, desde un ambicioso cronograma en dos etapas, cuya primera fase tomaría entre cuatro y cinco años, a partir de un voluminoso crédito ruso.

Con la interrupción coyuntural de ese financiamiento externo al cierre del 2019, y el comienzo de la COVID-19 en marzo del 2020, las principales prioridades estuvieron en proteger a las diversas fuerzas constructivas que laboran en la empresa siderúrgica “y conseguir que no se detenga, en ningún momento, el proceso inversionista”, explicó su director general.

Hasta 23 empresas han estado trabajando a la vez dentro de Antillana de Acero, de entidades pertenecientes fundamentalmente a los Ministerios de la Construcción y de Industrias. “Esto es de sol a sol, fajados aquí porque la tarea salga, y finalizar la obra con la restricción que tenemos de recursos materiales”, dijo Guillén Otero.

“El ritmo de la inversión ha ido en ascenso en la medida que hemos ganado en la planificación”, evaluó Reinier Guillén Otero. Foto: Agustín Borrego Torres

Para su equipo de dirección, tres elementos resultan esenciales en la conducción de una inversión como la de Antillana, más allá de los avatares financieros que escapan a su voluntad: la ya mencionada planificación, el compromiso de todos sus actores y el respeto de los cronogramas, siempre y cuando se cuente con los recursos materiales, técnicos y humanos que se requieren.

“Todo lo que se ha hecho ha sido a ingenio y pulmones de los cubanos, en función de sacar esto afuera”, sentenció el directivo, cuyo pronóstico en las actuales circunstancias es que la arrancada de la producción de acero en Antillana podría concretarse tres o cuatro meses después de la reanudación, aún sin fecha prevista, del crédito externo.

 

50 metros sobre el suelo

Rubildo Donatién está al frente de unos 45 constructores de Moa, que desde el 2018 laboran en Antillana. El montaje del techo de la acería, pasillos elevados, las campanas del horno, las guías o fieles por donde corren las gigantescas grúas, son trabajos duros y peligrosos que realizan a alturas de hasta 50 metros sobre el suelo.

Similar dificultad supone el quehacer de los operadores de grúa de Cubiza, cuyos representantes José Osvaldo Soria de la Cruz y Lázaro Vargas Diez estiman que hasta más de 30 de sus hombres han brindado allí su aporte en los momentos de mayor actividad.

Son fuerzas muy especializadas que valoran como positiva la coordinación diaria y mensual de las acciones a ejecutar, sin embargo, también admiten que a veces hay deficiencias con la custodia de los medios técnicos, un viejo problema en una instalación tan extensa, donde la seguridad y protección suelen ser un dolor de cabeza.

A la par que avanzan las complicadas reparaciones, el colectivo de la siderurgia igualmente intenta elevarse sobre sus propios límites. La prestación de servicios a terceros para mantener un nivel mínimo de ingresos, la fabricación de casas para sus trabajadores, la producción de alimentos —agrícolas y animales— son algunas de las actividades paralelas que continúan en medio de la inversión.

No descuidan tampoco la capacitación de su personal técnico, incluida la incorporación de más de 80 jóvenes profesionales de diversas especialidades que se forman como los futuros ingenieros de la industria del acero, una veintena de ellos procedentes de otras provincias, quienes viven en una residencia de la fábrica.

El sindicato impulsa, además, iniciativas productivas, refirió Sonia Martí Pérez, como el cambio de labor los viernes, cuando trabajadores de Antillana dejan su actividad habitual para colaborar en la pintura, limpieza y recogida de escombros. Sobresale asimismo la inventiva de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores, clave en muchas de las soluciones.

Sin accidentes laborales fatales en lo que va de este 2021, el sindicato reconoció la escasez de determinados medios de seguridad y salud para el trabajo. “A veces no están las botas adecuadas, los guantes, pero lo que hay, se les da. Hay dificultades”, apuntó Sonia.

Se trata en general de un enorme esfuerzo conjunto que ya mereció múltiples reconocimientos individuales y colectivos, como los de Proeza y Hazaña Laboral para varias de las fuerzas participantes en las obras. “No podemos ofrecerles todo lo que quisiéramos, aunque se lo merecen. Son trabajadores muy nobles, que dan su vida por esta fábrica”, resaltó la dirigente sindical.

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