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AL PAN, PAN: El rol de las bibliotecas

En las bibliotecas cubanas está atesorada buena parte del patrimonio artístico y literario de la nación, del acervo cultural que nos distingue y nos define. Son cientos de instituciones a lo largo de todo el país, a las que habría sumar las miles de bibliotecas escolares.

 

Foto: tomada de Radio Rebelde

 

Las puertas de nuestras bibliotecas están abiertas a un público amplio y diverso, interesado por disímiles temas y con demandas múltiples. Contamos, en cierta medida, con un personal formado en las más actuales tendencias de la bibliotecología y el acopio de la información. Y también con trabajadores con muchos años de experiencia, que han hecho de su oficio una opción de vida.

Pero el sector tiene por delante retos inmensos, para los que no bastan las buenas intenciones ni el esfuerzo diario: la informatización de los fondos, la implementación de modernos métodos de consulta, la conservación de libros, documentos y otros archivos que están ahora mismo en serio peligro de destrucción.

Muchas de las colecciones de periódicos y revistas del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, por ejemplo, corren el riesgo de desaparecer por su estado actual de conservación. En muchas bibliotecas, de hecho, se ha decidido no permitir su consulta, para preservar los soportes físicos.

Pero, si no se pueden consultar, ¿para qué se conservan? ¿Para que sean letra muerta, testimonio mudo, puro objeto sin objeto? Esa es la dolorosa paradoja de algunas de nuestras instituciones bibliotecarias.

El país desarrolla un proceso de informatización de los más relevantes fondos en las más importantes bibliotecas cubanas. Pero es un proceso caro, y por supuesto, lento.

Téngase en cuenta el inmenso caudal de información acumulada y la que se suma día a día, téngase en cuenta la extensión de los servicios bibliotecarios, que llegan a todos los municipios, a todas las comunidades importantes.

Es necesario establecer prioridades, dotar a las instituciones del equipamiento necesario, instruir al personal. En un siglo de permanente renovación tecnológica, de conexiones múltiples, de realidades virtuales, no es un lujo, es una necesidad.

No vamos a insistir ahora en la importancia de organizar y jerarquizar en años de indiscriminada avalancha informativa.

Ahora bien, ese es un desafío a mediano y largo plazo. Y compete, obviamente, al sistema institucional de la cultura y la educación, a los mecanismos del gobierno.

Pero hay cuestiones que nos implican a todos: desde los trabajadores de cada biblioteca hasta los potenciales usuarios. Deberíamos utilizar más nuestras bibliotecas. Deberíamos rescatar prácticas que parecen en franca retirada: como aquella de los préstamos de libros. O aprovechar opciones más acordes con los tiempos, como la descarga de volúmenes digitales, de los que muchas de nuestras bibliotecas cuentan con importantes colecciones.

Y la biblioteca tendría que tender más puentes con otras instituciones de la comunidad, y constituirse en centro de confluencia cultural.

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