La sala de espera de la terminal de ómnibus de Villanueva, en La Habana, se llena de paciencia y cálculos rápidos. La camagüeyana Martha Domínguez aguarda su turno en la lista de fallos, esa lotería diaria que puede darle un asiento de regreso. A unos metros, en el andén contiguo, los pregoneros vocean salidas inmediatas: “¡Para Camagüey, con aire, saliendo ya!”. La tarifa, sin embargo, hace que más de uno frunza el ceño.

La escena de Martha no es aislada. Cada día cientos de pasajeros enfrentan la misma incertidumbre en las terminales del país, donde la demanda supera con creces la capacidad de los ómnibus estatales. Hoy, el transporte interprovincial se ha convertido en una carretera de doble vía.
Por un lado, los servicios oficiales con precios más accesibles y tarifas que alcanzan hasta 312 pesos, pero sufren retrasos y limitaciones. Por el otro, los privados, quienes entran como válvula de escape: más flexibles, con horarios propios y a veces con vehículos pequeños, aunque el bolsillo lo siente. Al final, cada pasajero hace sus propias cuentas: ¿esperar por el más barato o pagar más caro por llegar rápido?
Una carretera de doble vía

El ingeniero Walter Luis Duvergel, director general de Ómnibus Nacionales, reconoce que el sistema de transporte estatal atraviesa serias restricciones: de un parque de 558 ómnibus, solo funcionan 219, lo que sitúa el coeficiente de disponibilidad técnica en apenas el 49 por ciento. “Para cubrir la programación nacional se necesitarían al menos 320 medios”, explicó, déficit que obliga a sobreexplotar los existentes, provoca roturas en el camino y una demanda que supera por mucho la oferta.
“Hoy tenemos una flota envejecida, con más de cinco años de utilización en la mayoría de los ómnibus. Eso nos obliga a trabajar con lo que tenemos, y garantizar combustible y mantenimiento en la medida de lo posible. El objetivo es sostener el servicio, aunque sabemos que no siempre se logra cubrir el encargo social”, aseveró.
Una realidad que comparte Osmani Ramírez Mendoza, uno de los más de 700 conductores de Ómnibus Nacionales, con 18 años de experiencia. “En la vía, hay que tener todos los sentidos alerta. Descansar, alimentarse y prepararse psicológicamente es vital, sobre todo en estos meses de neblina, cuando los animales en la carretera son el mayor riesgo. Con 44 pasajeros a bordo, entre ellos niños y ancianos, nuestro compromiso profesional es llevarlos siempre a destino”.
Según planteó Luis Duvergel, las dificultades se concentran en el acceso a lubricantes, piezas de repuesto, baterías y neumáticos, además del combustible y la fuerza de trabajo. “solo en aceite, los costos mensuales superan los 15 mil dólares”, dijo. Aun así, la rueda debe girar y la empresa mantiene las rutas nacionales, con afectaciones en las de Cienfuegos, Guantánamo y Pinar del Río.
Arrendados, ¿la solución?
En la terminal Villanueva cientos de personas dependen de los fallos que se suceden. “Aquí nos encargamos de vender las capacidades vacías. Cuando quedan asientos libres en ómnibus, el jefe de turno nos informa y empezamos a llamar a los pasajeros de la lista de espera”, puntualizó Yanniel Pantoja Vidó, jefe de la instalación, y agregó que “es un proceso meticuloso, pero frágil. Si una salida se sella y no deja fallos, la gente se molesta. Pero nadie tiene culpa”.

Afuera, en el predio de los arrendados, late el otro corazón del transporte. Aquí la ley es la oferta y la demanda: no hay lista de espera, sino negociación directa. “Vine a despedir a mi hija, quien tuvo que pagar 4 mil pesos para viajar a Santiago de Cuba en una guagua arrendada”, declaró una vecina de la localidad.
Onix Grimón, director adjunto de la Unidad Estatal de Tráfico, subrayó que el arrendamiento de medios de transporte, regulado por la legislación vigente, constituye una alternativa para sostener el traslado de pasajeros. Se recuperan vehículos en mal estado, con inversiones de los arrendatarios, quienes además asumen los gastos corrientes para mantener esos medios en funcionamiento.
Los ómnibus —en muchos casos guaguas antiguas renovadas— y los camiones son propiedad de trabajadores por cuenta propia o de mipymes, que alquilan un espacio en la terminal y cobran directamente a bordo. Su ventaja frente al estatal es clara: la rapidez. “Si quiero llegar a tiempo, pago más, pero sé que llego”, sentenció Wilber Galeano, un joven baracoense. La flexibilidad es otra: salen cuando se llenan, adaptan rutas y, en teoría, no siempre ofrecen la mayor comodidad.
No obstante, este mercado tiene sus reglas, o la falta de ellas. El Estado fijó topes máximos: 4 mil pesos hasta Camagüey, 5 mil 500 hasta Guantánamo. Sin embargo, en la práctica esos límites suelen evaporarse. La escasez de gasolina, el riesgo del camino y la propia demanda permiten negociar cuotas muy por encima de lo legislado, y el ciudadano, urgido de viajar, termina pagando la diferencia.
Aun así, estatal y privado se entrelazan. “Si un ómnibus estatal se avería recurrimos a guaguas arrendadas que mantienen el traslado en tiempo y forma al mismo precio reservado”, explicó Luis Duvergel. En este escenario han surgido mipymes como Pedrocarr S.R.L, creada en el 2022 en Las Tunas, que ofrece viajes privados y compartidos, además de servicios de carga y mantenimiento tiene presencia en varias provincias, incluso en La Habana, se ha convertido en un apoyo frecuente para la Empresa de Ómnibus Nacionales y garantizan confort y puntualidad a sus clientes.
Asimismo, detalló Pantoja Vidó, logran cubrir en muchos casos el déficit existente en los turnos de la terminal. “Ellos reservan asientos para casos especiales —embarazadas, ancianos, personas con alta médica— a los cuales brindan dos plazas a precio de programación nacional: 195 pesos a Las Tunas y 190 hasta Puerto Padre. Una alternativa que ayuda a quienes no pueden pagar los arrendados”, aseguró.
Viajeros en el camino
A esto se suma la Empresa Viajero, eje organizador del transporte interprovincial, que articula ómnibus, trenes y conexiones marítimas. A través de sus agencias y de la aplicación Viajando, la población ha adoptado nuevas modalidades digitales para la compra de boletos, reflejo de un proceso de transformación.
Pero, no todo es color de rosa. Las opiniones sociales evidencian fallos en estas plataformas digitales propiciados por problemas en la conectividad y la estabilidad técnica, además de las ilegalidades. Un reciente operativo en Camagüey culminó con la detención de ocho ciudadanos vinculados a una red de venta de pasajes y especulación, práctica que se repite en varias provincias ante el deterioro del transporte público y la falta de alternativas oficiales.
Es claro que, aunque existen pasos de avance para sostener la transportación nacional gracias al esfuerzo de quienes no renuncian a mantener el servicio, la respuesta sigue siendo insuficiente ante una demanda creciente y diversa. El arrendamiento de ómnibus y de camiones ha permitido rescatar medios paralizados, también ha generado desorganización, acceso irregular a recursos y precios que escapan a los topes oficiales. En este escenario, el reto no es solo mantener la rueda girando sino ejercer un control más efectivo que garantice orden, equidad y estabilidad en un sistema que, de lo contrario, continuará reproduciendo sus propias brechas.

