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Con Filo: La candidatura

Como delegado de circunscripción tuve el privilegio de participar el domingo último en la nominación de seis candidatas a diputadas a la Asamblea Nacional del Poder Popular en un municipio habanero.

No fue una reunión más, hubo debate y opiniones encontradas alrededor de las propuestas, que en dos de los casos se aceptaron al final con el voto mayoritario de quienes integramos la Asamblea Municipal.

Según trascendió en la prensa, en al menos otros dos municipios del país hubo precandidatos que no recibieron más de la mitad de los votos en esa instancia decisiva del municipio. Hubo que presentarles entonces otras opciones entre la amplia cantera de personas que en cada territorio manejaron las comisiones de candidatura, donde no faltaron miles de trayectorias meritorias de dónde escoger.

Son hechos que en su excepcionalidad validan todavía más las reglas de nuestro proceso electoral, el cual no se parece a ninguno en el mundo, es cierto, porque responde a las necesidades y la salvaguardia de nuestro sistema político y social.

Por esa misma razón siempre ha habido y habrá quienes cuestionen la validez democrática de nuestras elecciones, en ocasiones por desconocimiento, y otras muchas veces por mala intención, al pretender deslegitimar lo que no pueden vencer.

Eso no quita que nuestra Ley electoral, como todas las normas jurídicas, pueda ser perfeccionada y enriquecida en cuanto a las formas de participación popular para la conformación de las candidaturas en todos los niveles de gobierno.

La realidad en esta oportunidad es que la candidatura de diputadas y diputados que irán al escrutinio en marzo próximo conforman un sugerente mapa de la sociedad cubana, donde la representatividad va mucho más allá de cualquier estrecho interés local.

Algunos de los rasgos que caracterizan la futura composición de nuestro Parlamento indican no solo las potencialidades de sus integrantes, sino también la voluntad política de una nominación cualitativamente superior, que jerarquice condiciones y valores que necesitamos visibilizar y reforzar, como otra expresión de unidad en la diversidad.

Eso es lo que expresa que en los 470 escaños habría 55 por ciento de mujeres, 20 por ciento de jóvenes, 45 por ciento de personas de piel negra o mestizas y más del 95 por ciento universitarias.

Pero el asunto va más allá de indicadores generales. Cuando uno empieza a conocerles se sorprende con todo el mérito que acogerá la próxima Asamblea Nacional del Poder Popular. Nombre por nombre, historia por historia, toda resulta muy gente valiosa que asume así una gran responsabilidad.

Ya comenzaron también los recorridos de quienes integran la candidatura por los distritos electorales y los municipios donde la ciudadanía debe votarles.

Este vínculo de las futuras diputadas y diputados con los territorios por donde se les nomina y elige constituye un paso esencial, pues inicia una relación de trabajo que es preciso fortalecer y hacer sistemática durante todo el mandato que cumplirán en el Parlamento.

Recibamos entonces en nuestros barrios y colectivos laborales a quienes tendrán la alta misión de representarnos y responder por su gestión ante su electorado, como parte de una candidatura que desde ya, a la gran mayoría de las cubanas y los cubanos, nos enorgullece.

 

 

 

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