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Orestes, un héroe forjado en la fragua del trabajo (+Fotos)

Orestes Benítez Fernández no aprendió en ninguna academia a trabajar duro y sin miedo enfrentar cualquier faena. Se inspiró en el ejemplo de su papá Gliserio, obrero de sol  a sol en las líneas ferroviarias de Velazco 33 y otros poblados adyacentes a ese apartado paraje del actual municipio tunero de Puerto Padre.

 

Foto: Jorge Pérez Cruz

“Y de mi mamá Esperanza, agrega, ama de casa, entregada y fiel a la crianza de sus ocho hijos, cuando los tiempos eran muy difíciles para las personas humildes del campo cubano, donde la pobreza y las injusticias echaban raíces y crecían como malas yerbas. Buscar el sustento diario era duro, y también la única opción. De eso a veces hablamos y lo recuerda lúcida a sus 89 años.”

Haciendo galas de ese valor inculcado en cuna familiar lo encuentro, temprano en la mañana, ensimismado, con mente y cuerpo metidos en el corazón de un motor tan grande como su estatura corporal.

“Es   el motor  de una alzadora Yung 6”, me dice y explica en detalles cuánto ha hecho con el propósito de devolverle su vida útil en el preámbulo de la venidera zafra azucarera. “Lo cogí en cero,  desarmé, probé, volví a armarlo… Ahora lo estoy calibrando para verificar cómo quedó, y luego el controlador de la calidad lo evalúa y decide si da su visto bueno”.

Conversamos sobre su quehacer como Mecánico Integral en áreas de la Unidad Empresarial de Base  Talleres y Desmonte  Azutecnia Las Tunas, conocida popularmente como Talleres 14 de Junio, donde la zafra nunca termina, porque tiene la misión de asegurar el inicio  y la ejecución total de la campaña.

 

Foto: Jorge Pérez Cruz

Casi espontáneamente me cuenta pasajes ineludibles de su vida pasada. Y entonces puedo aquilatar las dimensiones humanas de un obrero que derrochando ingenio y entrega alcanzó el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba (2021).

 – ¿Cómo recuerda al Velazco 33 de su infancia?

Nací el 13 de diciembre de 1947. En esa época el barrio tenía unas 75 casas y muchos vecinos, todos muy humildes, pero eso sí, muy familiares, laboriosos. El ferrocarril, la agricultura y la maquinaria eran  las fuentes de empleo en aquellos tiempos. La vida era dura. Nosotros no teníamos ni un pedacito de tierra para cultivar algo de alimento; todo lo dominaban los colonos, a quienes solo les interesaban sus ganancias, sin pensar en las necesidades de los pobres. No había escuelas.

-¿Dónde estudiaban los muchachos?

Eso no les importaba a los ricos. A mis hermanos y a mí una tía nos enseñó las primeras letras. Nada más, pero esa suerte no la tuvieron otros. Solo después del triunfo de la Revolución empezamos en serio a estudiar. Ya había cumplido los 12 años.

El triunfo del primero de enero de 1959 fue un cambio radical en la vida de todos. Se hizo justicia. En el caso particular de mi familia tengo un recuerdo que ni después de muerto, creo, voy a olvidar. Mi papá murió el  29 de julio de 1957. Lo mató una descarga eléctrica en plena jornada laboral y el médico diagnosticó como causa un infarto, de esa manera el colono evadía sus responsabilidades con la viuda y los muchachos bajo su custodia. Mi hermano menor tenía seis meses de nacido.

Gracias a que junto al doctor iba otro de sus colegas y un enfermero quienes se negaron a la componenda, y le exigieron que certificara la verdad; sin embargo, eso no tuvo ningún efecto legal y solo después del triunfo revolucionario a mi mamá le entregaron una chequera. Así mejoraron  las cosas.

En una escuela, la primera obra de la Revolución allí, estudié hasta el cuarto grado. Mi hermano recibió una beca en el centro escolar Oscar Lucero, de Holguín.

 

Foto: Jorge Pérez Cruz

-¿Cuándo y dónde inició su vida laboral?

«Comencé en la agricultura: desyerbando y haciendo otras cosas, luego pasé a operador de maquinaria y como se hacía en turnos rotativos continúe estudiando y llegué hasta el sexto grado. De ahí a la Columna Juvenil del Centenario y más tarde alcancé el noveno grado. Allí había una disciplina férrea, todo muy organizado y le daban mucha importancia a que la tropa estuviera bien informada del acontecer diario en el país y en el mundo. Eso nos educó, nos  formó y preparó para la vida. Ya era tractorista. Terminé en noviembre del 1971 y volví al barrio y a lo que me gusta, la maquinaria».

Con todo ese acervo de experiencias, Orestes entró por las puertas grandes del entonces Taller 14 de Junio, en la ciudad de Las Tunas, un centro emblema del sector azucarero cubano, con prestigio reconocido en la provincia y en el país.

«Aquí comencé el 30 de septiembre de 1980, hizo ya 41 años, y no sé cuándo pueda irme», dice con envidiable firmeza y un espíritu que desafía los casi 74 calendarios que carga sobre sus hombros con la misma entereza de los años mozos.

En el 2008 se jubiló, “me pasé dos meses en la casa, pero quien está acostumbrado a trabajar no se adapta fácilmente a no hacer nada y mis compañeros hablaron con la Dirección de la UEB y me mandaron a buscar y aquí estoy todavía”, me cuenta y me parece que su vitalidad motiva a esos hierros viejos y los reta a seguir, como él mismo.

La imagen del Héroe…

“Para nosotros es fundamental tenerlo de vuelta en el taller asumiendo con el mismo vigor de los primeros tiempos la reparación de los motores de camiones, tractores, alzadoras. Su experiencia y espíritu son ejemplos para los nuevos mecánicos de nuestra Unidad”, opina acerca de su compañero de faenas por cerca de 39 años Onelio Rivero Pujol, secretario general del Buró Sindical  de la UEB.

 

Orestes disfruta trasmitir sus experiencias a los más jóvenes y Carlos aprovecha cualquier momento para el intercambio Foto: Jorge Pérez Cruz

 

Para el joven Carlos Vega Marrero, Orestes significa mucho más. “Llevo casi cinco años trabajando aquí, a su lado, cogiendo lo que más pueda de sus experiencias, preguntándole, pasando momentos buenos, momentos malos, y sin parar, tratando de resolver los problemas. Ese es mi maestro”, enfatiza.

 

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El más preciado galardón

Orestes atestigua que entre los muchísimos momentos de satisfacción vividos ninguno se compara con el  día en que el Primer Secretario de Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, puso en su pecho el símbolo que lo exalta como Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

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Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
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