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Vacuna contra el cambio climático depende de nosotros

 

Para muchos es alucinante que cada vez sea más probable un viaje intergaláctico. Atónitos observamos cómo la ciencia y la tecnología hacen posible superar los límites planetarios con las nuevas naves de SpaceX; las exploraciones de la tripulación china que a inicios de año tocaron Marte; y que Emiratos Árabe Unidos abra el camino espacial a las naciones árabes al poner en órbita un satélite alrededor del planeta rojo.

 

 

Los barrios flotantes que son hoy un experimento lujoso para algunos, pudieran ser la solución a las grandes inundaciones que padecen Mumbai, Tokio y Bangladés, por ejemplo, o ciudades del continente americano como Miami, Nueva Orleans y Nueva York en Estados Unidos. Guatemala, Brasil y Colombia también han sufrido deslizamientos de tierras por intensas precipitaciones lo que ha dejado sin hogar a cientos de latinoamericanos.

Vivir con las bondades de la tecnología y las riquezas naturales es posible si nos adaptamos a las consecuencias del cambio climático (sequías, lluvias intensas, altas temperaturas, elevación del nivel del mar, …) y sobre todo si emprendemos acciones para mitigar o evitar los perjuicios, y preservar asentamientos humanos, patrimonio y ecosistemas.

Entre las causas se encuentra el incremento de las temperaturas a nivel mundial provocado principalmente por las elevadas emisiones a la atmósfera de los gases de efecto invernadero (GEI). Las iniciativas para resolverla nos remiten a potenciar el uso de las fuentes renovables de energía.

 

 

Durante el 2020 iniciaron varios proyectos por un ambiente libre de carbono mediante el uso de energías limpias. Como ejemplo, el London Arry, en Reino Unido, considerado el mayor parque eólico del mundo, probará un reactor termonuclear experimental como fuente de energía a gran escala y libre de emisiones de carbono, basándose en el mismo principio por el cual el Sol y las estrellas generan su dinamismo a partir del hidrógeno que contienen.

También destaca Chile como país latinoamericano líder en el uso de energías renovables que incursionó en la construcción de la planta fotovoltaica Campos de Sol, prevista para este año, que evitará la emisión de 900 mil toneladas de CO2, y logrará una generación de un 12 % más de la electricidad que a través de módulos convencionales.

 

Chile se suma a los países europeos y a Estados Unidos que se han comprometido con el empleo del llamado hidrógeno verde como fuente de energía principal en la minería para el 2030.

 

El llamado hidrógeno “verde” es una de las opciones por la que muchos países han optado para descarbonizar el planeta. Según expertos sería la innovación más prometedora del sector si se lograran precios más accesibles.

El hidrógeno es un elemento químico abundante en la Tierra, También predomina en el Sol y otras estrellas del universo. Puede tomar estado líquido, es altamente inflamable, y tiene tres veces más energía que la gasolina, aunque a diferencia de esta, solo libera vapor de agua y no produce dióxido de carbono (CO2).

El problema es que en nuestro planeta solo existe en combinación con otros elementos. Hay hidrógeno en el agua junto al oxígeno, mientras que combinado con carbono forma los hidrocarburos como son el gas, el carbón y el petróleo. Separar las moléculas de hidrógeno sigue siendo un desafío para la ciencia, la innovación y la tecnología.

 

Aspiraciones ambiciosas

No hay que ser científico para darse cuenta que los veranos son cada vez más cálidos, los inviernos más fríos, las lluvias menos frecuentes y los períodos de seca más largos, incluso en climas húmedos. También es cierto que en las nuevas circunstancias impuestas por la Covid-19 desde el 2020, ha disminuido la contaminación atmosférica en China, por ejemplo, donde comenzó el confinamiento; y el cielo de varias ciudades ha vuelto a ser azul.

Todo ello marca las exigencias en las propuestas de los gobiernos en la próxima cumbre del clima a celebrarse en el mes de noviembre en Glasgow, Escocia. Para la cita mundial, COP26 (Conferencia de la ONU sobre el Cambio climático), más de 126 países han declarado que llegarán a cero emisiones netas de dióxido de carbono (CO2) para 2030 y otras para el 2050, contribuciones que permitirían una reducción de 2,7 grados en la temperatura promedio para fines del presente siglo.

Pero si un país altamente emisor de CO2 como Estados Unidos no cumpliera con los compromisos de cero emisiones, solo se alcanzaría disminuir la temperatura promedio en 2,5 grados. Bien haría el actual mandatario Joe Biden en cumplir con su cuota y así suplir las acciones de su predecesor que, incluso, se retiró del Acuerdo de París.

Las miradas más agudas caerán sobre las naciones que más GEI emiten : China, 28 %; Estados Unidos, 15 %; India, 7 %;  y Rusia, 5 %, según la Agencia Internacional de Energía. Sobre ellos recaen las mayores esperanzas de que realmente lideren las contribuciones más ambiciosas.

China ha defendido frente a la ONU la necesidad de escuchar las advertencias de la naturaleza y ha incursionado en la “revolución verde”, presentado por su presidente el pasado año. Con ello se compromete con la neutralidad climática para el 2060 , es decir no liberar CO2 adicional al que puedan captar, ya sea a través de sumideros o con tecnologías que posean para ello.

Los planes ambiciosos de la nación asiática pudieran parecer lejanos en el tiempo, pero se corresponde con que, a pesar que las estadísticas que lo posicionan en el primer lugar de los altos emisores, es debido a su gran territorio y por tratarse de un país en vías de desarrollo; pues en un análisis per cápita, no resulta igual debido a que la expulsión de gases de su extensa población son menores a las emitidas en algunos de los países llamados responsables climáticos históricos, herederos de la Revolución Industrial del siglo XVIII. Por ejemplo, Estados Unidos la supera en el doble la cantidad de toneladas totales y otros como Arabia Saudita, -país igual de extenso- líder la lista con 18 toneladas por persona, aproximadamente.

 

Si bien en niveles porcentuales China contabiliza la mayor cantidad de emisiones, en la estadística per cápita se encuentra en el lugar no.13, por debajo de Estados Unidos que la supera en el doble. Arabia Saudita lidera la lista con 18 toneladas de CO2 por persona. Fuente: Agencia Internacional de energía.

 

Cuba también contribuye al mundo

Aunque Cuba apenas es responsable de solo 0.08 % del volumen total de los GEI, cumple con sus compromisos internacionales medioambientales mediante proyectos encaminados a la expansión del empleo de fuentes de energía renovable y otros proyectos que forman parte de la Tarea Vida desde el 2015.

La Mayor de las Antillas llevará a Glasgow ejemplos de acciones de mitigación en todos los sectores económicos y sociales, aprovechando las bondades de las energías renovables, y encaminadas a fortalecer la seguridad alimentaria, la reforestación y la eficiencia energética, asociadas también al ahorro.

La generación eléctrica en la nación caribeña es una de las grandes responsables de la emisión de CO2, aproximadamente el 70 % según datos contabilizados por última vez en el 2016.

No obstante, la meta para el 2030 es continuar disminuyendo las emisiones de CO2. Para esa fecha el país se ha propuesto que el 24 % del total de la energía generada sea sobre la base de fuentes renovables (14 % con biomasa cañera y el 10 % entre eólica, solar fotovoltaica e hidroeléctrica).

Las autoridades cubanas han denunciado que la ejecución de algunos de los planes propuestos se encuentra detenido pues depende de altos estándares y equipos. El informe bienal de actualización presentado a la ONU, especifica las limitaciones tecnológicas debido al el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba.

Desde el 2014 el país trabaja en la Política para el Desarrollo Perspectivo de las Fuentes Renovables y el Uso Eficiente de la Energía, la cual establece la necesidad de incrementar la presencia de ese recurso del 4 % actual hasta un 24 % para el 2030. Para ello se instalarán fuentes que permitirán generar 2 144 MW (mega watt) como medida de mitigación, lo cual implica una adecuada gestión y utilización de los recursos financieros internacionales disponibles y otorgaría mayor independencia energética al país.

 

 

Son muchas las propuestas encaminadas a adaptar actividades agroalimentarias a los cambios en el uso de la tierra que impone el aumento del nivel del mar y la sequía; algunas de las acciones incluyen reordenamiento urbano en asentamientos costeros amenazados con desaparecer por inundación permanente. El trabajo pendiente podría comenzar con implementar soluciones naturales inducidas como la recuperación de playas y la reforestación costera, sobre todo los manglares.

Las acciones para adaptarnos a los daños del cambio climático y para prevenir los fenómenos perjudiciales cada vez más frecuentes  dependen de las medidas de cada país, de su geografía y ecosistemas, también recae en la accesibilidad a tecnologías y al diseño de políticas nacionales y regionales que tomen en cuenta variables ecológicas. Voltear la mirada no es más una solución, nada debe desanimarnos del compromiso con la preservación del planeta en  que convivimos.

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