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LA GUAGUA: Los mil tentáculos de la desidia y la ilegalidad

Inmediatamente llegaron comentarios digitales cuando se publicó ¿Desidia o ilegalidad?  una nota en la que el colega Gabino Manguela afirma:

Es difícil encontrar la calle en que una o más personas, mujeres, hombres, jóvenes o viejos, no se dediquen a la reventa de los más disímiles productos, léase ron, cigarros, aceite, espaguetis, pollo, detergente, medicinas y otros tantos, con una altísima variedad y un más alto precio aún.

 

Esa situación es catalogada por el periodista como:

Una situación realmente lamentable, un ejemplo más que elocuente de desidia, de dejar hacer. Es más, constituye una colosal ilegalidad en medio del complejo contexto económico que tiene el país.

 

Tras afirmar que ello se ha convertido en un modo de vida; en algo que vemos y permitimos, expresa:

Me apena que alguien lo vea como un hecho carente de maldad

 

La valoración que da Gabino Manguela llama a la reflexión:

Actúan a la vista de todos ya que saben que no serán molestados, que no habrá multas, y que algunos —reitero— los verán con indulgencia.

 

 

Los comentarios digitales apoyan las opiniones del periodista y aportan otros elementos.

juana rodriguez dice:

A dónde vamos a parar no lo sé, pero si caminas por la calzada de 10 de Octubre verás a las personas en los portales revendiendo los productos que compraron en la misma tienda que les permite se sienten en el portal y no pasa nada: una colonia $250.00. Subieron el salario y ¿para qué si ahora estamos peor? Todo por las nubes y nadie ve eso.

 

ana dice:

Muy bueno el escrito, pero todos saben lo que está sucediendo y el Estado no hace nada contra esas personas, a simple vista se les ve que son revendedores y nos siguen acribillando con esos precios exagerados. Es una falta de respeto

 

esteban dice:

Tiene toda la razón y faltó mencionar los que se escudan en las redes sociales, donde por ejemplo una olla reina puede costar 5000 pesos o más y un bóxer 250. ¡Es increíble! Y más aun la falta de actuación de las autoridades.

 

En resumen: Nadie puede negar que ese mal está a la vista de todos, tampoco es posible desconocer las medidas que se han ido aplicando, tanto desde el punto de vista de procedimientos como de sanciones, unas veces más fuertes que otras, pero se aplican.

Cuando ha habido aprobación mayoritaria de algún modo de vender o prestar un servicio, también a la vista de todos se ha podido apreciar cómo el mal resurge donde menos se espera y hasta con mayor intensidad que antes, y mucho más extendido.

Tal pareciera que no hay método para cortarle los tentáculos a ese monstruo de la desidia y la ilegalidad que cobra una cantidad nada despreciable de víctimas, pues hasta los procederes más aplaudidos por la mayoría son burlados y aprovechados por los inescrupulosos en su renacer con nuevos bríos.

Vale la pena meditar: ¿La solución está en la habitual búsqueda de mecanismos que impidan la actuación de los inescrupulosos? ¿No será que hasta el más perfecto de los procedimientos tiene como eslabón más débil el de la pérdida de valores humanos que impiden a una persona actuar mal aunque tenga todas las oportunidades del mundo?

Hemos derrotado regímenes erigidos sobre la base de la explotación del hombre por el hombre. Los mambises echaron de estas tierras el colonialismo mezclado con esclavismo de los españoles, los mambises del siglo XX encabezados por la Generación del Centenario vencieron el necolonialismo aplicado por el vecino del norte.

Por supuesto que también la desidia y las ilegalidades serán derrotadas entre todos y no solo con medidas, mecanismos y sanciones, ni tampoco con abundantes riquezas, pues ni estas últimas tienen la fuerza de los valores humanos que mueven a una persona a no robar aunque esté muy necesitado y el producto esté al alcance de la mano y sin custodiarse. Queda abierto el debate.

 

¿Las Guaguas anteriores? Puede acceder a ellas desde aquí.

 

En una reunión con trabajadores de la Cooperativa de Ómnibus Aliados en La Habana, el 30 de marzo de 1959, Fidel dijo: «Ustedes saben que uno de los lugares donde más se discute de política, de revolución, de economía y de todo, es en el ómnibus, ¿no? Es como una plaza pública el ómnibus, es como una mesa redonda; un ómnibus es como una mesa redonda permanente, donde todo el que sube opina. (…) a veces pregunto qué se habla en los ómnibus, para enterarme de cómo andan las cosas.»
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