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Con Filo: Innovadores ¿anónimos?

Integrantes de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir) han sido protagonistas casi anónimos de soluciones tecnológi­cas que han resultado claves duran­te la epidemia de la COVID-19 en Cuba.

 

Ilustración: Martirena

 

Esta organización celebró este 8 de octubre su aniversario 44 y tiene una hermosa historia de aportes a la economía y la sociedad desde la base, a partir del ingenio e inventiva de obreros y especialistas de gran modestia y humildad.

A la par de los grandes hallazgos y programas científicos que nuestro país desarrolla, también existen infinitas y no menos importantes soluciones cotidianas a múltiples problemas que se presentan a diario en las fábricas y otros centros de producción y servicios, cuyos protagonistas son hombres y mujeres aniristas.

Algunos ejemplos que hemos conocido durante estos meses de enfrentamiento al nuevo coronavirus tienen mucho que ver con asuntos medulares como la alimentación, o hasta en el aseguramiento de producciones de alta complejidad tecnológica, que podrían haberse detenido si no hubiera existido una respuesta tecnológica ante rutinarios o excepcionales desafíos.

Para llegar hasta esas historias es preciso sortear un obstáculo muy frecuente entre aniristas con logros relevantes: les resulta mucho más fácil hacer que hablar. Por eso es justa la celebración cada año de la Jornada de los Innovadores, que busca visibilizar y premiar tales resultados.

Las propias medidas que tuvo que adoptar el Gobierno para proteger a los trabaja­dores con mayor riesgo, por su edad o padecimientos, de contagiarse con la Covid-19, hicie­ron todavía más crucial el aporte de la Anir durante estos últimos meses, en lugares donde quienes más sabían, no estaban disponibles para brindar sus conocimientos y experiencia.

La falta de piezas de repuesto que en no pocos sectores ha habido que padecer también a lo largo de toda esa etapa, tuvo en las manos de la Anir y sus integrantes el mejor, si no el único antídoto efectivo, para mantener funcionando talleres y líneas de producción.

Toda esa labor de la Asociación requiere ahora tener su reflejo en la do­cumentación de las ponencias o ex­pedientes de cada aporte realizado, un asunto que posiblemente se haya complejizado con la situación epide­miológica, pero que los comités de in­novadores no deben descuidar tampoco.

Con independencia de los indicadores cuantitativos que miden el aporte eco­nómico de sus inventivas, y la necesidad de garantizar el pago de la correspondiente estimulación a quienes consiguen tales hazañas creativas, tal y como dispone la ley, lo que más agradecen quienes innovan y racionalizan en Cuba, es el justo reconocimiento de su labor, mediante su aplicación y puesta en marcha.

La mejor felicitación entonces que pueden ofrecer las administraciones y los colectivos a sus aniristas, es tenerles en cuenta en todo momento, y más aún en la presente circunstancia, para facilitarles y agradecerles siempre, su casi anónimo e indispensable trabajo.

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