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A ambos lados de la zona roja en el Mariel

Por Alejandro Lóriga Santos

 

Si a alguien todavía no le queda claro por qué llaman “valientes” a hombres y mujeres que desafían a la COVID-19 en lugares donde sobra incertidumbre, como en centros de aislamiento y salas con pacientes positivos, un equipo de el artemiseño recopiló en el municipio de Mariel motivos para demostrarlo. Ellos merecen más que aplausos, un primer lugar en nuestras colas o el recibimiento hermoso a su llegada al barrio.

 

El doctor Manuel Reyes Cruz, un sancristobalense, atendió a los casos positivos la semana anterior.

Rostros escondidos imposibilitan ver sonrisas o pesares, pero cada movimiento revela el optimismo que define su profesión. Le acompañan otros fieles dedicados al apoyo sanitario: lavanderos, gastronómicos, fumigadores, pantristas… humanos, totalmente vulnerables, que dejaron atrás sus realidades para ayudar a salvar aun cuando se torna difícil.

Mucho antes de detectarse en Mariel el caso positivo que pudo abrir el tercer evento de transmisión local en Artemisa, ya funcionaba el centro de aislamiento, ubicado en el Instituto Marítimo Pesquero Andrés González Lines, del poblado norteño.

Una vez confirmado, diez de las 17 unidades empresariales de base pertenecientes a la Empresa de Construcción y Montaje (ECM) reportaron trabajadores infectados, con contactos puntuales en varios núcleos familiares. Los positivos sobrepasan la cifra de 80, en ocho municipios; los más comprometidos son Mariel, San Cristóbal y Artemisa.

 

Lissandra Juanola y Freddy Leyva a diario entran a la zona roja de este centro de aislamiento en Mariel para realizar PCR en tiempo real / Fotos: Otoniel Márquez

 

Describir la sensación de hacer periodismo en estas áreas, me obligaría a cronicar cada instante de perplejidad. Pero, si de algo vale, dejaré plasmado que justo a nuestra entrada, a menos de seis metros, percibimos a dos pacientes portadores de la enfermedad que esperaban completar el protocolo sanitario para ser trasladados a La Habana.

No eran trabajadores de la ECM, sino contactos que abandonaban esa condición y asumían otra demasiado fatídica. La señora estaba sentada, quizá pensando cómo saltar este obstáculo, mientras el joven no soltaba su teléfono celular, el mismo con el que informó su propia noticia a familiares y amigos.

Alrededor el personal de servicio, fuera de la zona roja, miraba desde ventanas y esquinas. “¡Ay, es la viejita!”, decía entre sollozos una mujer que se apretaba a sí misma, convencida de que nada podía hacer. Hubo mucho silencio entonces. Mi bolígrafo cayó al suelo, el fotógrafo sintió frialdad en sus manos… y todo se detuvo como si no existiera el tiempo.

Del lado menos expuesto en Mariel

El ingeniero Raúl Bobadilla González vio cambiar la algarabía de su escuela por la desesperación y lo estricto. Sus aulas pasaban a ser oficinas de estadísticas, cuartos para médicos, almacenes y archivos. Los albergues estarían rodeados de una cinta con banderas rojas adonde no pudo volver a pasar, porque ahora los riesgos no lo permitían.

“Al comenzar la pandemia preparamos las condiciones. Era alta la probabilidad de convertirnos en centro de aislamiento. Y el 26 de julio trasladaron a los primeros 90 sospechosos, no solo de la ECM, antes también recibimos de Bauta y Baracoa.

 

Entrega de mensajería a los pacientes en el centro de aislamiento de Mariel.

 

“Se apeló a la voluntariedad de quienes desearan ayudar en labores de apoyo, sin contacto con las personas aisladas. Nuestro trabajo estaría del otro lado, desde la cocina, dando mantenimiento ante cualquier percance, en el suministro de agua o la limpieza de medios previamente desinfectados que procedían de la zona roja.

“Aquí me acompañan maestros y personal no docente muy comprometido con cada tarea. Llegamos bien temprano en la mañana, y a veces son las 8:00 de la noche y no hemos concluido. Ahora es que debemos hacer, porque nos necesitan; cuando todo pase nos sentiremos orgullosos de cada sacrificio”, señaló el director de la escuela.

Riesgo total… tras la cinta

No pensé encontrar a un médico joven encargado del equipo que, durante los próximos 14 días, atenderá a estos pacientes y otros que se sumen. Es grande la dicha de saber a mi generación desafiando contratiempos, incluso asumiendo su preparación como futuros residentes.

Jancy Suárez Pompa, especialista en Medicina General Integral (MGI), consulta en la propia ECM. Luego de realizarle su correspondiente PCR, asumió tal responsabilidad y dice no tener horarios, a veces ni para la propia familia a la cual también tiene que calmar por los peligros.

“No hay descanso. Aquí todos los días son muy complicados: lo mismo llega un paciente en la mañana que en la madrugada. En este centro se aísla a pacientes asintomáticos, contactos directos con positivos comprobados por el PCR u otros sospechosos. Si en el transcurso de su estancia aparece algún síntoma respiratorio, se les traslada hacia otro”, aseguró.

“Al día siguiente del ingreso, le hacemos un PCR y se envía la muestra a los laboratorios. De confirmarse en alguno de nuestros cubículos un paciente o más positivos, lo primero es informales el resultado de su examen.

“Casi automáticamente se coordina un grupo de acciones, como el reporte para traslado, recogida de sus pertenencias, retiro del resto de los pacientes, fumigación del área, y a ellos se les cambia de lugar hasta que la ambulancia venga y los traslade.

“Los chequeamos a diario. Además, ellos pueden solicitar nuestra atención siempre que lo requieran.

El personal de Salud cada vez que entra a la zona roja recibe un módulo sanitario completo.

“Y el personal de Salud cada vez que entra a la zona roja recibe un módulo sanitario completo (caretas, nasobuco, pantalón, camisa, sobrebata, guantes, botas y gorros); es una ropa estéril. Al concluir, se retira y cumplen medidas de desinfección”, destacó el especialista.

Yanelis Amador Borrego, jefa del subgrupo de Salud del Consejo de Defensa Provincial (CDP), añade que Artemisa tiene activos 19 centros de aislamiento, ubicados en casi todos los municipios, “porque no tenemos uno de mayor capacidad; la mayoría acogen como máximo a 90 pacientes.

“Un grupo conformado por varios organismos presta atención y servicios. Organizan acciones de control y fiscalización. Aseguran la alimentación, insumos necesarios para la atención médica y otras garantías para su funcionamiento.

“También funciona otro centro de aislamiento, perteneciente a Mariel, ubicado en la Autopista Nacional, en el cual se han ido concretando las condiciones para unos 160 casos. Aseguramos que en todos cohabitan esfuerzos, compromiso, esmero y mucha preocupación del CDP.”

Del lado de los sanos

Si triste es visitar estas zonas, más complejo es vivirlas. Seamos conscientes de que existen altas probabilidades de contagio, incluso donde menos lo imaginamos.

Ojalá no nos toque narrar historias del otro lado de la zona roja, pues esperar un nuevo día, con sus respectivos pasmos o desconsuelos, sería demasiado para fluctuar el alma. Allí no hay instantes de regocijo hasta que por fin te despiden de camino a casa… donde único estamos a salvo.

(Tomado de El Artemiseño)

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