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¡Cuidar la vida!, lo demás se recupera

Grúas, camiones, retroexcavadoras, buldóceres… y casi 4 mil 700 traba­jadores de la Empresa de Construc­ción y Montaje (ECM) Mariel, en la provincia de Artemisa, han sido pa­ralizados por la COVID-19, un ene­migo oportunista capaz de asechar si se viola alguna de las medidas sa­nitarias establecidas.

Dos jóvenes trabajadores de la ECM colaboran con la lavandería en el centro de aislamiento. Foto: Humberto Lister

“No teníamos ni un caso desde el inicio de la pandemia. Nos ocupaba un control riguroso de la higiene en los transportes, el uso permanente del nasobuco y las demás medidas, pero bastó una mínima brecha en la UEB Jardinería (una de las 17 que integran la Empresa) y se propagó a Redes, entonces se abrió un nuevo evento en la provincia el 6 de agos­to, y cesamos de trabajar”.

Así lo rememora Luis Espinosa Bouyout, secretario general del buró sindical especial de la ECM, con 17 bu­rós y 211 secciones sindicales bajo su dirección, quien resultó negativo a dos pruebas de PCR, y hoy continúa apo­yando a quienes lo necesitan, asegura.

“Tenemos trabajadores en nues­tros 11 municipios. En ocho hay casos positivos al virus SARS-CoV-2. En total son 86 contagiados, dos de ellos de La Habana, donde viven unos 2 mil obreros, que se trasladan hasta el lí­mite de la provincia en transmetros y después en tren. En la ECM se dis­tribuyen por las obras en otros trans­portes, de ahí la complejidad de esta situación, que involucra a muchos.

“A la vez movemos más grupos de obreros en 62 Yutong y otros 33 ómni­bus desde lugares más intrincados de la geografía artemiseña, debido a ello la dispersión de los contagios, y el lla­mado constante a la responsabilidad individual”, señala.

Roberto Díaz Piloto es uno de los choferes de ómnibus que nos co­menta por messenger que él exigía siempre el uso del nasobuco y del hipoclorito antes de subir a la gua­gua, pero reconoce que viajaban a diversos lugares, por lo que estar aislados en la casa y evitar contac­tos ahora es vital, ya habrá tiempo para impulsar las obras que acome­ten, reconoce.

En tiempo récord fue alistado como centro de aislamiento una de las propias obras de la ECM (aún en cons­trucción), ubicada en la Autopista Na­cional y destinada a hospedar —cuan­do se inaugure— unos mil obreros contratados de otras provincias.

Por ahora, los contenedores pa­recen más familiares, pues conviven 145 personas: contactos de casos po­sitivos y de sospechosos, además co­laboradores de salud que cumplen su cuarentena.

Se habilitaron espacios para los médicos, las enfermeras, una lavan­dería y dormitorios para el personal de apoyo, muchos de ellos de la pro­pia Empresa, de donde se trasladan a diario los alimentos, pues no se elaboran en la instalación.

Y aunque no existen todas las condiciones como en centros de Sa­lud Pública, hay coraza de sobra para atenuar el sol, la distancia entre contenedores, mantener las constantes higienizaciones de ter­mos transportadores, aceras, y lle­var la convivencia.

Entre equipos pesados, contene­dores y tierras aún en movimiento, percibimos a dos jóvenes de 25 años de edad, Yusdani Aguilar y Dachel Elio Martínez, técnico en Explota­ción del Transporte y especialista en Hormigón, respectivamente, en la ECM. Disfrazados de blanco, re­pletaban una innovada tendedera con piezas verdes, del lado de acá de la línea roja.

Del otro, hay más cautela y también ha hecho falta mucha com­prensión para explicar una y otra vez la necesidad de no salir de sus cubículos y evitar el contacto entre ellos mismos, asegura Dayamí Díaz Serrano, especialista en Medicina General Integral de Bahía Honda, quien comparte su labor con cole­gas de San Antonio de los Baños y San Cristóbal, y enfermeras de Ca­bañas, en Mariel.

Mariel, Bauta… Artemisa toda late ante un virus capaz de arreba­tar la calma vivida por casi dos me­ses sin casos positivos. Hay valientes sin descanso que escriben historias inéditas en los otros 17 centros de aislamiento, donde todavía perma­necen 816 artemiseños en espera de la mejor noticia; ¡dar negativos!

Los eventos de transmisión lo­cal de Bauta (62 casos) y Baracoa (30 casos) tienden a disminuir sus contagios. Aún están en cuarente­na, hasta saber el último eslabón, y sostienen el distanciamiento social, los protocolos sanitarios y el uso obligatorio del nasobuco.

No hay nada más importante que proteger la vida si está en juego; misión de cada amanecer en el verde archipiélago. Así se le devolverá el ajetreo a la empresa marieleña en­tre diseños, ingenierías, construc­ción civil y montaje de obras, cerca de la bahía de aguas tranquilas que sus trabajadores añoran para recu­perar todo este tiempo.

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