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Con Filo: Vida de calidad (+ Audio)

Una colega y gran amiga, jubilada, pero no retirada, comenzó hace poco una página o grupo en la red social Facebook que promueve prácticas alimentarias más saludables. Allí tiene ya reunidas virtualmente a más de 200 personas que intercambian recetas sobre la preparación y consumo de diversas frutas y vegetales, la mayoría por cierto nada complejas y hasta bastante asequibles en nuestras peculiares condiciones económicas, en una iniciativa que a la vez les entretiene, aporta conocimientos y, seguramente, no pocos placeres culinarios.

Y cito este ejemplo de la alimentación que, como saben, es un tema que tanto nos moviliza en Cuba, pues a pesar de la lejanía de este comentarista de los buenos hábitos alimentarios —no solo por lo de buenos, sino incluso por la falta de hábitos—, es un excelente pretexto para hablar sobre cuánto depende a veces de nuestro empeño y creatividad la calidad de vida que disfrutamos.

Por supuesto, el concepto de calidad de vida es amplio y complejo, e incluye componentes materiales esenciales, que no siempre dependen de nuestra voluntad o deseo.

Pero lamentablemente a veces descuidamos bastante nuestra propia forma de conducirnos en la cotidianidad, y asumimos conductas o acciones que poco o nada nos ayudan a ser más felices.

Desde la manera en que asumimos las responsabilidades laborales y familiares diarias, hasta en el modo de recrearnos, descansar, incorporar espiritualidad a nuestra existencia, todo guarda una estrecha relación con la calidad de vida que nos podemos regalar, o negar.

Seguramente conocemos individuos que hasta tienen resueltas una gran parte de sus necesidades materiales y, sin embargo, viven en una angustia o amargura casi perennes, en la cual influye quizás no solo rasgos del carácter o temperamento, sino también la manera de actuar, de cuidar de sí y de quienes le rodean, para vivir con mayor plenitud.

Por el contrario, hay personas que con muy poco, pero con una manera positiva de enfrentar la realidad, consiguen estar mucho más cerca de sentirse mejor con su cuerpo, su entorno y sus realizaciones más íntimas como seres humanos. Tienen recursos emocionales para sortear incluso los mayores obstáculos.

Porque la calidad de vida no siempre es directamente proporcional entonces a tener más, sino a hacer más con lo que tenemos a nuestro alcance. Aunque tampoco sería correcto idealizar lo subjetivo, pues está claro que en muchas ocasiones el modo en que nacemos, crecemos y vivimos determina o influye de forma decisiva en nuestras posibilidades para enriquecer y aprovechar al máximo las opciones culturales, deportivas, recreativas, y hasta los gustos o cuidados más íntimos.

Pero está bien pararnos a repensar de vez en cuando, cuánto de lo que hacemos nos hace sentir bien, o no. Qué hábitos o conductas nos empobrecen y agreden la salud y hasta nuestro ánimo o disposición para plantearnos y paladear, como un regalo que podemos ayudar a darnos, una vida de calidad.

 

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