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El perro del hortelano

El propósito de perjudicar a Cuba a través del bloqueo económico, comercial y financiero decretado por Estados Unidos hace más de cinco décadas va más allá de abstenerse de hacer negocios con esta porción del Caribe, incluye traspiés diversos para que otros tampoco lo hagan. Para ello amenazan y persiguen las transacciones financieras, así como las operaciones bancarias y crediticias internacionales, sin las cuales no es posible sostener un intercambio normal con otros países.

En los últimos meses la retórica contra la Mayor de las Antillas ha subido de tono también entre los altos funcionarios del Gobierno de Donald Trump y han adoptado medidas que “multiplican la desconfianza e incertidumbre en las instituciones financieras, empresas y proveedores debido al temor a ser penalizados”, según reconoce el informe presentado ante el mundo por la cancillería cubana con el título Necesidad de poner fin al bloqueo…

En lo que va de año decenas de bancos decidieron cortar o restringir sus relaciones con empresas cubanas o extranjeras radicadas en nuestro país, mientras otro grupo ha impuesto condiciones y obstáculos para seguir operando con aquellas, que en algunos casos, han sido sus clientes durante años.

El documento (próximamente será votado en la Asamblea General de la ONU) denuncia que entre las principales afectaciones como consecuencia de ese efecto intimidatorio están la prohibición de transferencias de fondos en dólares estadounidenses u otras monedas libremente convertibles; la cancelación de cuentas de embajadas y empresas con intereses cubanos en el exterior, así como de servicios financieros para negocios relacionados con Cuba y la denegación del otorgamiento de facilidades crediticias o la tramitación de cartas de crédito.

Es decir, el cerco financiero se ha recrudecido y la gente teme caer en la lista maldita de bancos extranjeros que en los últimos años ha tenido que pagar multas millonarias. Cada uno de ellos constituye una prueba de cuán efectivos son los mecanismos de vigilancia y fiscalización impuestos por los EE. UU. a la actividad bancaria internacional.

En una sesión parlamentaria que tuvo lugar en la sede de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba para evaluar y denunciar los perjuicios del bloqueo, el doctor Jesús Pulido Catasú, directivo de esa institución, afirmó que durante los meses más recientes las pérdidas como consecuencia de las sanciones económicas de Estados Unidos superan los 538 millones de dólares y que se vieron frustradas unas 128 operaciones financieras o bancarias de entidades cubanas o extranjeras representadas aquí, cifra que supera etapas precedentes.

El 29 de junio del 2017, por citar solo un ejemplo, la sucursal en Zimbabwe del Stanbic Bank (parte del Standard Bank Group, con sede en Sudáfrica) anunció el cierre de las cuentas de la embajada y el fin de las transacciones relacionadas desde ese país africano. La explicación fue que había recibido instrucciones directas de sus bancos corresponsales —Deutsche Bank (Alemania) y Unicredit Bank (Italia)—, los cuales alegaban “motivos relacionados con el bloqueo de los EE. UU. contra Cuba”.

Empresas de terceros países, tradicionalmente exportadores de productos y materiales esenciales para la economía cubana, también se han rehusado a seguir siendo proveedores o están encontrando dificultades adicionales para asegurar el financiamiento que se los permita.

Todo ello es resultado de la aplicación extraterritorial de las leyes que han encorsetado el bloqueo más largo de la historia con la clarísima intención de quien “no come ni deja comer”.

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