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Contratación de deportistas: Necesidad, riesgos e inteligencia

Por más de cuatro décadas el deporte cubano creció, por decirlo rápido y sintético, ajustado a sus torneos nacionales, los topes bilaterales, la presencia en los principales certámenes mundiales y sin privilegiar el reconocimiento monetario hacia sus protagonistas, quienes vivían orgullosos de lo que el Estado podía proporcionarles en la medida de su calidad y logros.

Sin renunciar a lo anterior, pero en un contexto cada vez más repleto de clubes profesionales, ganancias millonarias en premios o contratos, así como una comercialización en extremo del espectáculo deportivo, resultó ineludible abrirse paso al proceso de contratación de nuestros atletas desde hace dos años. A la necesidad de más fogueo y preparación se unió el beneficio económico personal y colectivo (entiéndase para las federaciones de las respectivas disciplinas), así como altos riesgos en materia de lesiones y orfandad de estrellas en lides de casa.

Con pasos tibios, para la mayoría muy tibios, e intentando preservar siempre, hasta donde lo permita el contrato, la no explotación burda de nuestras figuras, cerca de medio centenar de nombres cumplen hoy sus compromisos firmados. Sin embargo, los aciertos evidentes no demeritan analizar lo que puede y debe salir mejor, pues lo novedoso para nosotros en este apartado es lo más natural para todas las naciones. De lo que se trata entonces no es de apurar procesos, sino de estudiar costos-beneficios para ambas partes.

Es imperioso formar un cuerpo de abogados para estudiar hasta la saciedad cada una de las singularidades de estos procesos, pues no se parecen en nada las negociaciones del béisbol a las de la lucha, por solo citar un caso. Incluso, en el futuro, será difícil tal vez seguirlas haciendo a título de las federaciones nacionales en lugar de un representante legal del atleta, que pueda recibir por tal función hasta un 5 % de las ganancias, en lugar del 30 al 40 % que cobran hoy por esa función los representantes o intermediarios por el mundo. Puede antojarse incomprensible de momento esta figura jurídica, pero al final el país ganará más.

Otra espada de Damocles que pende sobre este tema es ser más selectivo dentro de las propuestas que lleguen, porque hay ligas o clubes en las que nuestras figuras no aumentarán su nivel —el ejemplo fue la liga colombiana de béisbol—, u otras en las que el pago está por debajo de su verdadera calidad, aunque algunos lo vean mecánicamente como una suma de dinero jamás accesible en nuestra sociedad. Moraleja: no debemos vendernos por migajas.

Alfredo Despaigne se desempeña en Japón.

No descubro el agua tibia si digo que los riesgos de lesiones, el desánimo por participar en un torneo nacional y hasta la imposibilidad de verlo jugar a partir de cláusulas contractuales, pueden aparecer con más frecuencia. “Cuídense con esa apertura, porque en Dominicana nunca vimos batear a Albert Pujols en el estadio Quisqueya, pese a ser uno de nuestros orgullos en Grandes Ligas”, comentó con razón en semanas recientes un colega dominicano.

Sin orejeras ni sobredimensiones, la contratación debe tributar un buen oxígeno económico si se logra una ruta privilegiada de redistribución de las ganancias, como sucede ahora con el 10 % del contrato de Alfredo Despaigne en Japón. Con eso, según ha informado en varias ocasiones la Federación Cubana de Béisbol, se han podido sufragar los gastos de varias lides en casa. La transparencia sobre el uso de ese dinero es vital también para la credibilidad del proceso en el futuro.

Por supuesto, lo anterior no estaría completo si no se extienden los contratos a otro personal, dígase árbitros, entrenadores y hasta médicos o fisioterapeutas, más allá de lo que hoy hace la empresa Cubadeportes S.A. La raíz parece clara y definida, el tronco del árbol es el que todavía se necesita seguir construyendo con inteligencia.

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