“Dicen que sí, pero yo sé que al dolor nadie se acostumbra; mucho menos cuando son sufrimientos del alma, de los que se ven en los ojos de los nietos, en el quejido de una vaca o en el ladrido de un perro. Ian fue un espanto y nunca lo voy a olvidar”, dijo un guajiro en La Coloma a poco tiempo del paso perturbador del huracán Continuar leyendo



