Desempeño alto, pago bajito

Desempeño alto, pago bajito

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“¿Que puedo pagarle por alto des­empeño a un anirista? ¿Quién lo dice?, ¿dónde está escrito? Bueno, me entero con usted, no lo sabía…”, dijo aquel director matancero, un poco sorprendido, un poco apena­do, mientras admitía tener utili­dades acumuladas para aplicarlo, e innovadores y racionalizadores para merecerlo.

 

 

 

 

Precisamente en predios yu­murinos, un análisis en el Secre­tariado del Comité Provincial de la Central de Trabajadores de Cuba llamaba la atención sobre el hecho de que al cierre del primer semestre del 2025 solo distribuyeron por este concepto en el Aeropuerto Interna­cional Juan Gualberto Gómez, en ARCOS Varadero, de la construc­ción, y en la central termoeléctrica Antonio Guiteras.

A ese trío de ases en el manejo de su población laboral se limitó el pago por alto desempeño hasta ese período, y esto contrasta con otras 57 entidades que repartieron uti­lidades, y desaprovecharon así la oportunidad de congratular a los suyos.

Los números, al menos en esta occidental provincia, dibujan una distancia marcada entre lo dis­puesto en la sección segunda del capítulo I del Decreto Ley 34 del 2021 sobre el pago por alto desem­peño, y su comportamiento empre­sas adentro.

No se trata solo de un asunto cuantitativo, ojalá lo fuera. Que a estas alturas haya poco uso de la alternativa resulta cuando menos preocupante porque eso podría estar determinado por desconoci­miento, desidia o por una subes­timación del incentivo económico oportuno y real, como la mejor de­fensa al derecho humano de una re­muneración justa y su probado im­pacto en lo productivo, en el clima laboral y en el compromiso con la entidad.

Mientras buscaba algunos datos para este comentario, el director de una importante empresa insistía en que nadie lo puede obligar a me­ter las manos en los bolsillos para recurrir a una opción de este tipo, cuando la “gente salía muy bien con los montos de las utilidades”.

Y aunque es cierto que ello es facultad de los directivos, la pala­bra final la tiene el consejo de di­rección, incluido el criterio de la organización sindical, no siempre preparada ni dispuesta a cues­tionar si el momento lo exige, o a promover que se tenga en cuenta el referido estímulo, si lo permitieran las condiciones económicas y finan­cieras.

Concebidos estos pagos para re­conocer la contribución excepcional en la producción y los servicios de un trabajador o brigada, un factor en contra de su generalización está en la pobre capacidad negociadora de los sindicatos para que la opción se refrende en el Convenio Colecti­vo de Trabajo, y especialmente en reglamentos.

En el centro laboral, donde se crea la riqueza, la organización debe hacer valer sus facultades, no para regalar dinero, sino para honrar a quienes lo merezcan, por una vez, o las veces acordadas. No hacerlo, supone esa pérdida de cre­dibilidad resultante de faltar a la representación como mandato fun­dacional.

La posibilidad de percibir in­gresos coherentes con el aporte in­dividual, la puso el Estado cubano en manos de los directivos del sec­tor empresarial, cuando comenzó a soltar amarras, a descentralizar, a conceder autonomía. Y lo hizo pen­sando en el logro de entidades efi­cientes, competitivas y en esa rela­ción cada vez más cercana que debe haber entre las categorías empleo y salario.

En una Cuba sostenida sobre el heroísmo cotidiano de sus trabaja­dores es casi una afrenta soslayar la postura del tornero que salvó la fábrica, del mecánico que echó a andar la termoeléctrica, del que puso la guagua a funcionar, del que evitó el desastre tecnológico o el robo de la materia prima…

Los altos desempeños siempre están ahí. Para verlos hay que con­trolar, medir, ponerse a su altura, y reverenciarlos.

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