
Venezuela tiene ahora mismo el aura heroica de las revoluciones jóvenes, donde todo cambia a cada instante entre el fragor de las agresiones que pretenden cercarla y la decisión mayoritaria de su pueblo de defenderla a toda costa.
Así parecen confirmarlo los acontecimientos que pudimos vivir sobre el terreno en los solo tres días en que una amplia participación de la sociedad civil cubana, incluidas la Unión de Periodistas de Cuba y la CTC y los Sindicatos, nos incorporamos, la pasada semana, a la Asamblea de los Pueblos por la Paz y la Soberanía de Nuestra América, celebrada en Caracas.
Más de mil activistas sociales, intelectuales, personalidades de la cultura y la izquierda política mundial de más de 50 países sortearon todos los escollos para llegar a un país que el Gobierno de los Estados Unidos intenta aislar con un desproporcionado despliegue militar frente a sus costas y el cierre ilegal del espacio aéreo mediante la coacción más descarada.
Para no pocas personas fue nuestra primera vez en esa tierra hermana, de modo que estas apreciaciones deben tener la debilidad de lo efímero, pero también la autenticidad desprejuiciada de los viajes iniciáticos. Y sí, reafirmo lo que escribí en mis redes sociales: el presidente Maduro les está ganando la pelea a Trump y a la contrarrevolución venezolana.
Una situación económica que dista mucho de ser mala es quizás la primera impresión que salta a la vista. El ambiente festivo de las cercanas Navidades no se queda solamente en el iluminado colorido de las guirnaldas por avenidas y comercios, sino que se transpira una bonanza material evidente, más para quienes llegábamos desde las difíciles condiciones que tenemos en Cuba.
La reconocida recuperación de la tranquilidad ciudadana, la notable autosuficiencia alimentaria, las políticas sociales inclusivas, sin ser perfectas ni mucho menos, tienen además un gran impacto entre los sectores más humildes de la población, no solamente por la mejoría de su nivel de vida y bienestar, sino por la forma en que participan en ese proceso.
“Los locales que hasta hace dos años dominaban los malandros antes de ser expulsados, ahora los gestionamos en la comunidad para realizar actividades culturales y educativas. Mi esposo y yo estamos pensando cómo organizar una ruta turística vinculada a la música local”, me contó una de nuestras guías, maestra de inglés proveniente de los cerros de Caracas.
La ecuanimidad vigilante con que la gente común asume las constantes amenazas imperialistas también impresiona. Las rutinas laborales y familiares continúan sin que al parecer la guerra psicológica que se pretende haga mayor mella en la ciudadanía.
Esa actitud tiene que ver también con la madurez, prontitud y contundencia de las respuestas políticas gubernamentales, en las que se ejerce un inteligente liderazgo colectivo, con dirigentes experimentados y jóvenes, quienes además son excelentes comunicadores que proyectan seguridad y unidad de pensamiento, sin perder su sello personal y con una destacada originalidad en los mensajes y espacios de intercambio con la población.
Lo pudimos apreciar, por ejemplo, ante el acto de piratería naval del ejército estadounidense contra un buque petrolero en aguas internacionales próximas al territorio venezolano, ocurrido justamente en los días del evento de solidaridad.
A pesar de la gravedad del hecho y la lógica indignación generalizada ante tamaña agresión, no hubo ni una palabra ni una acción de más o de menos por parte de las autoridades bolivarianas, decididas a no caer en la provocación de servirle en bandeja al imperialismo un pretexto que permita escalar el conflicto.
Resalta igualmente cómo se asume la historia nacional y de Latinoamérica como un elemento intrínseco, no retórico y muy sentido, en la reflexión popular cotidiana de la sociedad venezolana. Desde Bolívar y Miranda hasta el comandante Hugo Chávez, y sin olvidar ni por un instante a Fidel, pudimos sentir en Venezuela la fuerza práctica de esas “trincheras de ideas” que tanto valorara Martí, las cuales constituyen un factor sociológico no despreciable a favor de la persistencia de la revolución bolivariana.
Y como puso en evidencia la propia Asamblea de los Pueblos, también hay muchas fuerzas progresistas en todo el planeta dispuestas a jugársela por el pueblo venezolano, epicentro hoy de otra gran batalla entre la injerencista doctrina Monroe y el Bolivariarismo integracionista.

