Tres días en Caracas

Tres días en Caracas

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Foto: Francisco Rodríguez Cruz

Venezuela tiene ahora mismo el aura heroica de las revoluciones jóvenes, donde todo cambia a cada instante entre el fragor de las agre­siones que pretenden cercarla y la decisión mayoritaria de su pueblo de defenderla a toda costa.

Así parecen confirmarlo los acontecimientos que pudimos vi­vir sobre el terreno en los solo tres días en que una amplia participa­ción de la sociedad civil cubana, incluidas la Unión de Periodistas de Cuba y la CTC y los Sindica­tos, nos incorporamos, la pasa­da semana, a la Asamblea de los Pueblos por la Paz y la Soberanía de Nuestra América, celebrada en Caracas.

Más de mil activistas sociales, intelectuales, personalidades de la cultura y la izquierda política mundial de más de 50 países sor­tearon todos los escollos para lle­gar a un país que el Gobierno de los Estados Unidos intenta aislar con un desproporcionado desplie­gue militar frente a sus costas y el cierre ilegal del espacio aéreo me­diante la coacción más descarada.

Para no pocas personas fue nuestra primera vez en esa tierra hermana, de modo que estas apre­ciaciones deben tener la debilidad de lo efímero, pero también la au­tenticidad desprejuiciada de los viajes iniciáticos. Y sí, reafirmo lo que escribí en mis redes sociales: el presidente Maduro les está ganan­do la pelea a Trump y a la contra­rrevolución venezolana.

Una situación económica que dista mucho de ser mala es quizás la primera impresión que salta a la vista. El ambiente festivo de las cercanas Navidades no se queda solamente en el iluminado colori­do de las guirnaldas por avenidas y comercios, sino que se transpira una bonanza material evidente, más para quienes llegábamos des­de las difíciles condiciones que te­nemos en Cuba.

La reconocida recuperación de la tranquilidad ciudadana, la no­table autosuficiencia alimentaria, las políticas sociales inclusivas, sin ser perfectas ni mucho menos, tie­nen además un gran impacto entre los sectores más humildes de la po­blación, no solamente por la mejo­ría de su nivel de vida y bienestar, sino por la forma en que participan en ese proceso.

“Los locales que hasta hace dos años dominaban los malan­dros antes de ser expulsados, aho­ra los gestionamos en la comu­nidad para realizar actividades culturales y educativas. Mi esposo y yo estamos pensando cómo orga­nizar una ruta turística vinculada a la música local”, me contó una de nuestras guías, maestra de inglés proveniente de los cerros de Cara­cas.

La ecuanimidad vigilante con que la gente común asume las constantes amenazas imperialis­tas también impresiona. Las ruti­nas laborales y familiares conti­núan sin que al parecer la guerra psicológica que se pretende haga mayor mella en la ciudadanía.

Esa actitud tiene que ver tam­bién con la madurez, prontitud y contundencia de las respuestas políticas gubernamentales, en las que se ejerce un inteligente lide­razgo colectivo, con dirigentes ex­perimentados y jóvenes, quienes además son excelentes comunica­dores que proyectan seguridad y unidad de pensamiento, sin perder su sello personal y con una desta­cada originalidad en los mensajes y espacios de intercambio con la población.

Lo pudimos apreciar, por ejem­plo, ante el acto de piratería naval del ejército estadounidense contra un buque petrolero en aguas inter­nacionales próximas al territorio venezolano, ocurrido justamente en los días del evento de solidaridad.

A pesar de la gravedad del he­cho y la lógica indignación gene­ralizada ante tamaña agresión, no hubo ni una palabra ni una acción de más o de menos por parte de las autoridades bolivarianas, decidi­das a no caer en la provocación de servirle en bandeja al imperialis­mo un pretexto que permita esca­lar el conflicto.

Resalta igualmente cómo se asume la historia nacional y de Latinoamérica como un elemento intrínseco, no retórico y muy sen­tido, en la reflexión popular coti­diana de la sociedad venezolana. Desde Bolívar y Miranda hasta el comandante Hugo Chávez, y sin olvidar ni por un instante a Fidel, pudimos sentir en Venezuela la fuerza práctica de esas “trincheras de ideas” que tanto valorara Mar­tí, las cuales constituyen un factor sociológico no despreciable a favor de la persistencia de la revolución bolivariana.

Y como puso en evidencia la propia Asamblea de los Pueblos, también hay muchas fuerzas pro­gresistas en todo el planeta dis­puestas a jugársela por el pueblo venezolano, epicentro hoy de otra gran batalla entre la injerencista doctrina Monroe y el Bolivariaris­mo integracionista.

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