A la unidad empresarial de base Fábrica de Pienso Leopoldo Reyes, en San Cristóbal, Artemisa, llegamos una mañana cuando producían la ínfima cantidad de 34 toneladas (t) de alimento animal, de las 300 posibles en un día, según su capacidad instalada y la modernización de su línea de empaque.

“Entregamos piensos específicos para el porcino y la avicultura en el occidente del país, elaborados con maíz y soya importados”, comenta su director Michel Ravelo Herrera. En el mismo embarque de pienso que llega para abastecer las granjas de gallinas ponedoras, con producción cooperada de otros actores económicos, traen nuestras materias primas”, dice.
“Como tenemos áreas sin explotar, hace un año arrendamos una a la empresa de capital vietnamita ViMariel S.A., enclavada en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM). Elaboran diariamente 200t de pienso. Casi todo importado, lo que impide que los precios minoristas y mayoristas estimulen la producción de carne y huevos.
“Además de la premezcla (vitaminas, sal y fosfato), ninguno de fabricación nacional, pero con precios asequibles y compras mínimas en el exterior, se precisa maíz y soya, que sí pueden producirse acá”, expone.
Y ahí empezamos una ruta crítica, no sin antes tocar las puertas del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) en La Habana, para dialogar con el doctor Mario Pablo Estrada García, director de Investigaciones Agropecuarias, con 10 años en la biotecnología aplicada a las plantas, los animales y la industria.
Tierra con-ciencia
“Aunque somos un país netamente agrícola siempre hemos importado unas 350 mil t de soya y 800 mil t de maíz al año para producir piensos. Dos o tres barcos por mes y cerca de 500 millones de dólares erogados”, detalla Estrada.
“Atendiendo a eso, ¿qué hizo la ciencia cubana? En el 2020 desarrollamos ambos cultivos transgénicos. Con igual extensión de tierra, insumos, semillas y fuerza laboral, se multiplican rendimientos, con variedades resistentes al clima y las plagas”, enfatiza.
Así lo asegura también la ingeniera agrónoma Claudia de la Caridad Viel Portuondo, a quien encontramos con sus botas enfangadas en plena faena. Atendía los viveros de semillas ya registradas, “monitoreo a diario la parcela de unas 0,8 hectáreas (ha) del CIGB. Controlo que se atiendan bien los cultivos; por ejemplo, hoy se fertiliza y estoy al tanto de que las dosis sean las correctas. Estas semillas llevan un manejo exquisito”, dice.

Cerca de ella, Lorenzo Alonso Núñez guataquea el maíz. Lleva poco tiempo en la entidad, pero el joven se siente complacido por la importancia de su labor en el espacio manejado por el grupo de Desarrollo Agrícola y Extensión. El Doctor en Ciencias Biológicas Abel Hernández Velázquez, jefe del Departamento de Biología de las Plantas en el CIGB, expresa: “Producimos unos 300 kilogramos (kg) de las cinco variedades de soya registradas, para la multiplicación de semillas.
“También se produce la semilla original de las dos líneas de maíz para el híbrido transgénico H-Ame15, lo cual implica obtener entre 200 y 300 kg de ambas líneas parentales”.
“El proyecto tiene las mismas limitaciones de la agricultura en el país, aunque traten de priorizarnos los recursos no existen. Pero ese transgénico no se ha quedado en la parcela del CIGB. Desde hace un lustro el grano de oro germina en Sancti Spíritus.
“Fuimos el polígono de experimentación. Se corroboraron las ventajas del cultivo, sin embargo, no se ha logrado la extensión de los maizales, tampoco el indicador de impacto esperado en la conversión de proteína animal”, explica el Doctor en Ciencias Enrique Rosendo Pérez Cruz, director del CIGB espirituano, y argumenta, “no hemos podido cerrar ciclos, ni calcular qué cantidad de maíz se convierte en carne. La generalidad es que el resultado final no financia la cadena de valores. Persiste la preferencia de adquirir pienso en el extranjero antes que invertir en la producción, una manera de esquivar los riesgos de la agricultura”, acota.
En el territorio espirituano están liberadas 720 ha para el cultivo transgénico, pero se han plantado solo 382. “Por cada tonelada de semillas se pueden sembrar 50 ha para la producción.
“El año anterior obtuvimos 7 t de semillas para hibridar y sembramos 142 ha, el resto fueron comercializadas entre Placetas, Ciego de Ávila y La Habana”, apunta el especialista.
“Hemos destinado 10 ha a semillas de alta tecnología. Este año proyectamos 40, lo que permitiría sembrar 500 ha para la producción, el 75 % del total de áreas liberadas para ese fin en siete municipios de la provincia”.
En plena concordancia con lo antes expuesto intercambiamos con el Máster en Ciencias Yoel Ribet Molleda, director general del Instituto de Investigaciones de Granos (IIG), perteneciente al Ministerio de la Agricultura, y ubicado en el municipio artemiseño de Bauta, desde donde también apuestan por elevar los niveles productivos con esos granos y lograr una verdadera sustitución de importaciones.
“Para la agricultura cubana son importantes los cultivos modificados genéticamente, por sus altos potenciales productivos. A la par implican mayor autonomía, soberanía alimentaria e independencia de transnacionales semilleras, líderes en estas producciones.
“El principal obstáculo es la falta de financiamiento para disponer de la tecnología que requieren. Demandan niveles de fertilización y una estrategia de protección de plantas, capaz de mantenerlos en las mejores condiciones para lograr los resultados esperados”, insiste Ribet Molleda.
Con la mazorca en la mano
Rigoberto Toledo Ferro, productor de la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Seguidores de Vilma, en El Caney, al sur del municipio de Sancti Spíritus, testifica que “el maíz híbrido transgénico es superior a las variedades tradicionales”.

Desde el 2021, él y su hermano Reinier producen semillas que comercializa el CIGB, y a la par siembran para la producción.
“En este maíz predomina la resistencia al Finalé, un herbicida de fácil adquisición en el país. Lo tolera, a diferencia de otras variedades que se aplican por debajo. Hemos corroborado, además, su resistencia a la palomilla, la principal plaga de este grano.
El potencial productivo, en mi experiencia, duplica al criollo. Con el tradicional obteníamos 1 t y con el transgénico casi 4 o 5 t, en áreas con el fertilizante que demanda el cultivo”, puntualiza.
Mientras, René Alemán Rodríguez, de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Juan Darias, de Yaguajay, pionero en este cultivo en la nación, afirma no poder desligarse de la variedad transgénica.
“Siembro unas 40 ha. Esta cosecha tuvo varios contratiempos: la sequía y limitaciones con el riego por la falta de electricidad, pero en campañas anteriores promediamos entre 5 y 6 t/ha”.
La variedad mostró un comportamiento eficiente en la finca de Yoel Hernández Castillo, campesino de la CCS Enrique Villegas de La Sierpe. En junio se estrenó en la siembra del maíz híbrido transgénico y ya se dice enamorado del cultivo.
“Fertilizamos a razón de 0,3 t/ha con potasio y nitrógeno en el momento de la plantación. Hicimos un aporque a los 18 días de germinado. Le incorporamos otro poco de fertilizante. Ese fue todo el trabajo que demandó el cultivo. Nunca ocurrieron daños de plaga en la fase vegetativa ni en la reproductiva.
“Fue un proceso vegetativo vigoroso, rápido, con gran capacidad foliar, de desarrollo y una producción positiva. El 60 % de las plantas lograron más de tres mazorcas.
“Por coincidir la cosecha con las lluvias no llegamos a los estimados. Las plantas mazorcadas se deterioraron por el peso, pero aun así, la producción ha sido una solución para alimentar unas 70 gallinas camperas y los 67 cerdos en la finca”, añade Yoel.
En Placetas, Villa Clara, la Sociedad Mercantil Porcino en alianza con el CIGB, productores y la Universidad Central Marta Abreu impulsa también desde 2022 el maíz transgénico H-Ame15, CIGB.
Pedro Enrique Brito Borges, especialista en Gestión de la entidad, ha sostenido tres campañas, a pesar de carencias tecnológicas, embates del clima y altos costos de cosecha y secado.
“Nos reunimos con productores élite del municipio, junto a la unidad regulatoria. Debían tener licencia ambiental del Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), estar alejados de colmenas y cumplir requisitos sanitarios estrictos.
“En ese primer año seis productores sembraron 57.25 ha, con un rendimiento promedio de 3.82 t/ha y un costo de producción de 53 865 pesos/ha. El grano se compró a un promedio de 2 300 pesos el quintal, y la utilidad marcó 2,70 pesos por peso invertido.
“La superficie aumentó a 93,63ha en el 2023. Se incorporaron nueve productores, y aunque el rendimiento cayó, el precio de compra se quintuplicó, lo que sostuvo la utilidad. En el 2024, con solo cuatro productores y 38,5 ha sembradas, rindió 2.5 t/ha. Este año nueve campesinos dispusieron de 86 hectáreas y preveen 3.35 t por cada uno”, amplía Pedro Enrique.
“Hemos utilizado suelos diversos con y sin riego. En todos, los híbridos han rendido más. En condiciones óptimas pudiera superar las ocho t/ha”, comenta orgulloso Brito.
Sin embargo, un paquete tecnológico incompleto, la escasez de combustible, la carencia de maquinaria recolectora y secadoras, y los altos costos al cosechar limitan su verdadero potencial.
A pesar de esos desafíos, la Sociedad Mercantil Porcino teje un modelo de encadenamiento productivo. Acompaña a los productores desde la siembra hasta la comercialización, garantiza la entrega de semillas, brinda apoyo con maquinaria y compra la cosecha contratada, un ejemplo a enraizarse en otros porcicultores.
Además, cuenta con una pequeña planta en La Macagua, municipio de Manicaragua, donde transforman el maíz en pienso al combinar el grano y componentes nutricionales. El destino es la ceba porcina propia y venden a otros productores. Algunos, como Giordani Díaz, destinan su cosecha al autoconsumo y cierran el ciclo productivo.
“Hemos hecho propuestas para ampliar el área sembrada, pero sin garantías materiales no podemos comprometernos. Aun así, sembramos, porque sabemos que este maíz marca la diferencia”.
“Queremos volver a los años en que Placetas era un baluarte en la cría de cerdos —dice Brito—. Este maíz no lo garantiza todo, pero ayuda a plantar esperanza en cada surco”, concluyó.
Así también lo reconoce desde la investigación, la Máster en Ciencias Leyenis García Santos, licenciada en Microbiología, quien labora en el CIGB directamente en la actividad de extensión agrícola y en función de la parcela experimental desde el 2019.
“Vamos a contar con el doble de la extensión que ahora tenemos. Solo faltan cuestiones relacionadas con el sistema de riego para activar el resto del terreno”, acota.
“Se han incrementado las producciones de la semilla original, lo mismo de las cinco variedades de soya y las dos líneas parentales del híbrido de maíz.
“Nos hemos expandido, empezamos trabajando con dos provincias y ya estamos en todo el país. Contamos con las licencias comerciales, tanto por el sistema de la Agricultura como por el registro sanitario para usar estos cultivos en la alimentación humana y animal”, asevera.
Se refirió al carácter inclusivo del experimento. “Iniciamos con empresas del Ministerio de la Agricultura, pero establecimos contratos independientes con otros productores, a partir de resoluciones de su entidad reguladora”, alega Leyenis.
El hecho de tener solo una parcela en CIGB los limita con muchos ensayos. “Hay momentos en que coinciden la siembra de la producción de semillas, con otros procesos”, explica García Santos.
La gloria en un grano
Y justo en Artemisa, en la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Emilio Hernández, están puestas las miradas del CIGB de La Habana, para encaminar una base productiva que produzca para toda Cuba la semilla transgénica de maíz y de soya. Eso proporcionará simientes a gran escala, detalla el director de Investigaciones Agropecuarias Mario Pablo.
La entidad, otrora reina en el cultivo del plátano, no vive sus mejores momentos en las más de 400 ha al unírsele la situación de los insumos y la escacez de fuerza laboral.
Sin embargo, el espíritu de trabajo del ingeniero agrónomo Osvaldo Blanco García, con 31 años como presidente de la UBPC, lo motiva un proyecto avalado por un costo de 59 millones de pesos para comprar tecnología y maquinarias.
Al concretarse, se podrán ver en las fértiles tierras la gloria de los campos de maíz con destino al alimento animal. Se prevén en el propio territorio instalaciones para el secado y otros menesteres del cultivo, incluso, en proyectos que vinculan a la ZEDM.
“Es un cambio grande de plátano a granos. Casi todo, incluyendo la mano de obra, sería tecnificado desde la siembra, la cosecha y el resto del proceso, hasta lograr una semilla de alta calidad.
“También se invertiría en energía fotovoltaica. Está en planes comprar las 15 máquinas de pivote central. Tenemos solo dos: una en buenas condiciones y la otra, que cubre 44 ha funciona, pero tiene 30 años de explotación”, comenta Osvaldo.
Blanco García refiere que la cooperativa se propone sembrar 50 ha de soya en esta campaña de frío. “Está la tierra roturada y lista, pero se ha atrasado por las carencias de combustible, solo se han sembrado 10 ha”, señala.
Plagas, pero subjetivas
Y son esas mismas causales las que alerta la Máster en Ciencias García Santos acerca de por qué no siempre se ha tenido el rendimiento deseado. “La siembra fuera de tiempo. La falta de electricidad que impide el riego, y en particular, indisciplinas tecnológicas con el maíz al que se destinan productos e insumos pero los productores los distribuyen para otros cultivos, son otras realidades”, añade.

Si bien la práctica aplaude la ciencia cubana por contribuir a dilucidar salidas al laberinto de la producción de alimentos, diversos obstáculos nos alejan de la meta.
“Los productores de maíz están en peligro de extinción por falta de insumos”, enfatizó desde Yaguajay Alemán Rodríguez. Alertó que hasta en el llamado polo granero del país, en ese territorio, mengua el cultivo.
“El maíz no es esencial en Cuba. Se priorizan el frijol, el tabaco y hasta la caña. Ese factor, junto a limitaciones de combustible, pocas condiciones de secano o la falta de electricidad para regar, más la carencia de un paquete tecnológico y precios exorbitantes de los insumos frenan la producción.
“A la par incide la delincuencia. El secado de la mazorca supera los 40 días y los campesinos se vuelven esclavos. Pagan mil pesos la noche de guardia o se lo roban”, agrega Rodríguez.
¿Entonces? Tenemos una Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional que espera mayor concreción y alianzas. Han pasado cinco años del aporte de CIGB, radicado en la capital, y las experiencias indican el camino, que aún está enyerbado.
Sin alimento animal no hay carne, huevos, ni satisfacción de necesidades. En Cuba hay tierra suficiente. ¿Y voluntad? No nos crucemos de brazos. Evitemos rodeos. ¡Vayamos directo al grano!
Acerca del autor
Desde 2005 el periodismo me abre las puertas en Radio Artemisa, con la posibilidad de reorientar mi carrera al cursar estudios en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Soy licenciada en Educación, en la especialidad de Defectología, y ya había cumplido varias tareas, incluso en la Unión de Jóvenes Comunistas.
Los resultados en el medio radial me condujeron a que, en 2011, al crearse la provincia de Artemisa, ocupara la responsabilidad de Corresponsal Jefa de la Agencia de Información Nacional, nombrada poco después Agencia Cubana de Noticias.
En ese mismo tiempo, alternaba como parte del ejecutivo de la Unión de Periodistas de Cuba, en el territorio, y posteriormente me desempeñé como su Presidenta; hasta que, en agosto de 2014 la dirección del Partido me designó directora del su Órgano Oficial, el periódico El Artemiseño, labor que continúo desempeñando.
Las funciones de dirección siguen aportando a la pasión por el periodismo, de ahí que mantenga publicaciones del acontecer de mi provincia en mi órgano de prensa Artemiseño, y en medios nacionales de comunicación, con mayor estabilidad, y representando tanto de compromiso como de orgullo, en el periódico Trabajadores.
Anisbel Luis Reyes
Licenciada en Periodismo, reportera y redactora de prensa en la Emisora Estereocentro de la ciudad de Santa Clara, reportera en el periódico Vanguardia, y corresponsal de Villa Clara en el periódico Trabajadores.
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.

