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¿Rápido y furioso otra vez en Cuba?

En el año 2016, una de las partes de la saga de la popular película Rápido y furioso fue filmada en las calles de La Habana. Mucho ha llovido desde entonces y nues­tras carreteras y avenidas no son las mismas, no solo por el dete­rioro más que conocido, sino por la casi inexistencia de transporte estatal para pasajeros y el crecimiento expo­nencial de los carros privados, sobre todo de motos y triciclos eléctricos.

Sin embargo, tal parece que a diario pre­senciamos la versión cubana de aquella pe­lícula estadounidense, pues la indisciplina vial, la falta de cortesía de conductores de vehículos a peatones, los niveles de acciden­talidad y no pocos fraudes en quienes están al frente de los timones, crecen delante de nuestros ojos. Y lo más peligroso, no todo se resuelve con multas.

La proliferación del transporte eléctrico, colectivo y privado, ha dado para muchos la posibilidad de llegar a tiempo a no pocos luga­res con precios menos leoninos que los conoci­dos boteros con gasolina o petróleo. Solo que su propia velocidad más baja (entre 20 y 30 km/h) es para circular ocasionalmente por la senda rápida y no con carácter permanente, lo cual hace que al adelantarlos se produzcan encon­tronazos, algunos de mucha gravedad.

Todavía hay quienes no usan cascos en esas motos, irrespetan el sentido de dirección de las calles, olvidan poner la luz intermitente para doblar o arrimarse en busca de pasajeros y vulneran todos los semáforos como si tuvieran alguna patente de corso para eso. De ahí la pre­gunta que salta cuando vemos eso: ¿y quién le dio la licencia a esa gente?

Detener la marcha en los pasos peatonales y cederle la prioridad a alguien que va a cru­zar cuando estamos detenidos en una esquina ante una señal de PARE son apenas dos ejem­plos que hablan de esa cortesía siempre exis­tente con el peatón que hoy vemos perdida por la desesperación de choferes improvisados.

No es tampoco un asunto menor los cortes de izquierda a derecha y viceversa que siguen haciendo los carros de alquiler en busca de pa­sajes en las aceras. Dada la crítica situación del transporte, las personas se suben en cualquier cosa para llegar a su destino, de ahí que el lla­mado sea a no tomar el ejemplo de la película ya mencionada, pues rápido y furioso solo nos conduce a lamentaciones, heridas, o lo más do­loroso, a la muerte.

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