El 27 de noviembre de 1871 fue un día luctuoso para la nación cubana, ocho estudiantes de Medicina fueron fusilados y otros treinta y cinco condenados a diferentes años de prisión. La metrópoli española, en dos amañados juicios, los declaró culpables de haber profanado el nicho que en el cementerio de Espada guardaba los restos del periodista español Gonzalo Castañón y Escarano, quien lideraba el periódico La Voz de Cuba. Este rotativo, que llevaba como subtítulo «Diario político liberal-conservador», se convirtió en el máximo exponente del integrismo español en Cuba; Castañón fue director y propietario hasta su muerte.
Los sucesos comenzaron un año antes cuando el diario publicó, el 15 de enero de 1870, un artículo contra la colonia cubana de Cayo Hueso, en el que, entre otros improperios, llamaba prostitutas a las cubanas que allí vivían. La ofensa encontró inmediata réplica en El Republicano, primer periódico fundado por los cubanos en Cayo Hueso y considerado el órgano de la emigración en el islote. El diario, liderado por el anciano cubano Juan María Reyes, Nito, refutó con fuerzas la acusación. Al llegar la noticia a La Habana, Castañón, luego de realizar otras publicaciones en su diario, decidió embarcarse hacia Cayo Hueso para exigirle una satisfacción a Reyes.
La presencia de Castañón en Cayo Hueso, conocida su historia y sus flagelos periodísticos contra los cubanos y sus mujeres, produjo revuelo en todos los centros. Las autoridades se dieron cuenta de las consecuencias que aquella atrevida visita podía provocar en el pacífico islote. Pocas veces Cayo Hueso había estado tan alarmado. Castañón ofendió a Nito Reyes, sacó del bolsillo un número de El Republicano, le estrujó colérico el papel en la cara y le dio una bofetada. En defensa de Reyes salió Mateo Orozco, un virtuoso patriota que se ganaba la vida como vendedor de pan, y retó a duelo al español; el 31 de enero de 1870 el cubano salió victorioso y mató al español propinándole dos tiros.
Un año después ocho jóvenes estudiantes de Medicina fueron fusilados injustamente acusados de profanar la tumba de Castañón. Otros treinta y cinco condenados: once a seis años de presidio, veinte a cuatro años y cuatro a seis meses de cárcel. Entre los que debían cumplir cuatro años tras las rejas se encontraba Isidro Teodoro Zertucha y Ojeda.
El padre de Isidro Teodoro, don Isidro Domingo Zertucha y Ladabur, natural de Bilbao, llegó a la Habana en 1820 con dieciocho años de edad. En su primer matrimonio con doña Leandra Matilde Valdés, tuvo un hijo llamado Agustín, quien murió en La Habana, soltero, sin dejar descendencia. Zertucha y Landabur enviudó y a los cincuenta años se casó, en segundas nupcias, el 5 de mayo de 1852, con doña Isabel Antonia de Ojeda y Alfonso, natural de la capital cubana. De este enlace matrimonial, efectuado en la iglesia de Nuestra Señora de Monserrate, nacieron cuatro hijos, el mayor fue Isidro Teodoro, quien vino al mundo el 19 de noviembre de 1853.
Isidro Teodoro creció rodeado del cariño de sus padres y hermanos en una familia patriótica amante del arte y de la cultura. El 17 de octubre de 1871 matriculó en el primer año de la Facultad de Medicina en la Universidad de La Habana con el número de expediente 15135. Un mes después se vio involucrado en los sucesos del 27 de noviembre. Por testimonios del propio Isidro se conoce que el día de los hechos él no se encontraba en la Facultad, enterado de que el cuerpo de voluntarios tenía cercado en el aula a sus compañeros decidió presentarse y lo dejaron entrar. En consecuencia, fue juzgado y condenado a cuatro años de prisión.
Con número de prisionero A-144 lo enviaron a las Canteras de San Lázaro, la letra era la galera donde estaba destinado, en aquel emblemático sitio estuvo preso el joven José Julián Martí Pérez entre abril y agosto de 1870. Según Isidro «nos pusieron a cargar cantos. Estos medían una vara de largo por tres varas de grueso. Entre tres teníamos que cargarlos para colocarlos encima de una carreta. Los carreteros levantaban la yunta de bueyes para que la carreta bajara. En ese momento nosotros teníamos que empujar el canto hacia la plancha de la carreta». Y continúa «cuando nos vieron las manos sangrantes nos dieron un remedio casero. Consistía en empaparnos las manos de sebo y orina. Aseguraban que las manos se endurecían y soportaban mejor la faena».
Tres meses después lo trasladaron a la sastrería y luego ingresó en la banda de música del penal alegando que sabía tocar la flauta; en realidad solo tenía conocimientos rudimentarios del instrumento musical, fue en esa institución cultural donde aprendió a dominarlo. En Madrid, el 9 de mayo de 1872, el rey Amadeo firmó la condonación de la causa de los estudiantes. El indulto no fue publicado en la Gaceta de La Habana porque las autoridades no se atrevieron a hacerlo. Se dio a conocer al día siguiente, en la Gaceta de Madrid, y se comunicó a La Habana por despacho cablegráfico, el 11 de mayo recibió el comandante del presidio la orden de poner en libertad a todos los detenidos.
Para cumplir la ordenanza, en la madrugada del día 12 de mayo, los estudiantes fueron entremezclados, en el patio del penal, con otros cien presos comunes y de esa forma salieron del presidio, como si fueran a ser trasladados al Castillo de la Cabaña. Una vez más, fueron violados sus derechos al sacarlos clandestinamente, en calidad de deportados políticos, por el puerto de La Habana, hacia España. Cuando el grupo llegó a la orilla del mar, a los presidiarios que servían para disimular la operación se les embarcó en un bote rumbo a la Cabaña y los estudiantes de Medicina abordaron otro bote que los llevó a la fragata de guerra Zaragoza, que estaba anclada en el puerto de La Habana. Una vez a bordo, les quitaron los grilletes y fueron agasajados por la oficialidad y marinería de ese noble cuerpo de las fuerzas armadas españolas, el comandante de la nave, don Federico Lobatón, les dio la bienvenida.
Isidro se trasladó a Barcelona, en la universidad de aquella ciudad cursó diversas asignaturas y a principio de 1875 solicitó traslado para la Universidad de la Habana donde continuó estudios; el 12 de octubre de 1877 se graduó de Bachiller en Medicina y Cirugía ante un tribunal integrado por los profesores Juan Manuel Sánchez de Bustamante y García del Barrio, Antonio Gordón y Acosta y Pablo Valencia y García. El 10 de agosto de 1878 recibió el título de Licenciado en Medicina y Cirugía.
El galeno se casó el 7 de marzo de 1880 con Rafaela García Pichardo, en ceremonia efectuada en la iglesia de Nuestra Señora de Monserrate, de la capital cubana. Ese mismo día, su hermano Máximo contrajo nupcias con una hermana de Rafaela llamada María del Carmen. Isidro se dirigió a trabajar en Bejucal, tuvo siete hijos en matrimonio y uno ilegítimo que siempre atendió con cariño; mientras que Máximo se estableció en Melena del Sur, luego se unió a las huestes mambisas y llegó a ser médico personal de Antonio Maceo Grajales.
En Bejucal, fue médico del pueblo y dueño de una farmacia; asistía con profesionalidad a sus pacientes y a los más desposeídos les ponía un cuño en la recetas «libre de pago». Asimismo, estableció como importante obra sanitaria, el primer sistema de recogida de basura del pueblo. Su desempeño fue clave en el control de una epidemia de fiebre tifoidea que hubo en Bejucal, al crear la atención con zonas territoriales de aislamiento y tratamiento de los enfermos, y evitar tanto el contagio como la dispersión de la enfermedad entre los habitantes. El galeno fundó un moderno sistema de distribución del agua, con la construcción del primer acueducto del pueblo. Esta obra, de gran impacto social fue financiada totalmente por él; lo llevó prácticamente a la ruina, pero garantizó el acceso del preciado líquido a toda la población y contribuyó a la higiene y salud de la localidad y sus habitantes.
En 1894 el Partido Autonomista lo eligió Alcalde de Bejucal, el galeno aprovechó la ocasión para rendir tributo a sus compañeros de aula universitaria y el mismo año en que se inició en la alcaldía transformó la Plaza de Armas de Bejucal en un parque. En homenaje a los ocho estudiantes fusilados, ordenó la siembra de ocho palmas y la creación de ocho jardineras. En el centro indicó levantar una estatua de Temis, Diosa de la Justicia, con la peculiaridad de ubicarla de espaldas al Ayuntamiento, con la balanza inclinada a la izquierda. Según interpretación de sus familiares dejó registrado de esta forma el mensaje subliminar de que la justicia se encuentra de espaldas al gobierno, y era zurda.
El parque, que se ha mantenido con semejantes características arquitectónicas y urbanísticas, desde 1894 y hasta 1901 se nombró Parque Zertucha. En 1901 se decidió cambiarle el nombre por el de Parque Maceo-Gómez. Al comienzo de la guerra de 1895 Isidro fue sustituido de su cargo acusado de mantener relaciones con el Ejército Libertador. En 1899, recuperó el puesto por orden 91 del gobierno militar y ese mismo año en que terminó su mandato de Alcalde le correspondió ser testigo de un importante hecho histórico, la exhumación de los restos de Antonio Maceo Grajales y Panchito Gómez Toro. El doloroso acto se efectuó en las primeras horas de la tarde del domingo 17 de septiembre de 1899, en el sitio denominado Cacahual, término municipal de Santiago de las Vegas, distrito notarial de la localidad de Bejucal.
Isidro también desarrolló en Bejucal una intensa vida cultural. Sus habilidades para ejecutar la flauta las utilizó como música acompañante del teatro-cinematógrafo que creó e inauguró el 14 de marzo de 1908, el Teatro Zertucha, que durante un cuarto de siglo llevó el nombre de su propietario y al que ofreció una esmerada atención. Indistintamente, el acompañamiento musical a las películas del por entonces cine mudo, lo hacía a piano o flauta. En ese lugar, se presentaron compañías teatrales, espectáculos locales y de procedencia capitalina. El galeno también dejó su impronta como miembro del Bando Azul, activo participante en las Charangas de Bejucal con importante actividad en la construcción de carrozas.
Las intrigas contra el médico no cesaron, acusado nuevamente por sus enemigos políticos, fue preso y encarcelado en el Castillo del Morro de la Habana. Durante ese tiempo en prisión, murió su hija y se le permitió asistir escoltado al entierro de aquella. El 24 de noviembre de 1946 fue nombrado por el doctor Carlos J. Finlay entre los primeros jefes locales de Sanidad de la isla, se convirtió así en el primer Jefe Local de Sanidad en Bejucal; días después el 17 de diciembre de 1946, falleció a la edad de 93 años.
El doctor Isidro Teodoro Zertucha y Ojeda fue el último sobreviviente de los estudiantes de Medicina condenados en 1871. Este alcalde que tanto contribuyó al desarrollo social de Bejucal fue un médico ejemplar que siempre cumplió sus deberes asistenciales, como él mismo declaró «el día en que cumplí los noventa y tres años, hice mi última receta».