El jueves último quedó inaugurada en la Galería del Museo del Ron la exposición Selección de Maestros y Alumnos II, integrada con obras de los dieciocho artistas que conforman la nómina de creadores incluidos en el libro homónimo que reproduce obras, principalmente pinturas, pertenecientes a las colecciones Viñas-Gil, Bernardo Quetglas y personales de los artistas escogidos para integrar este volumen.

El suntuoso catálogo, anteriormente presentado en el teatro del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, recoge trabajos de artistas de renombre nacional e internacional, tales como —por orden cronológico— Agustín Bejarano, Alicia de la Campa Pak, Leo de la O, Zaida del Río, Lisandra Isabel García, Ernesto García Peña, Mario González Rodríguez (Mallo), Héctor Onel Guevara, Carlos Guzmán Hernández, Marlon Infante, Arturo Montoto, Andrés Retamero, Daniel Rodríguez Collazo, Eduardo Rubén, Esterío Segura, Adrián Socorro, Nelson Villalobos Ferrer (Villalobo) y Rafael Zarza.
A la inauguración de la muestra asistieron diversas personalidades del ámbito cultural, como los Premios Nacionales de Artes Plásticas Nelson Domínguez, Rafael Zarza y Flora Fong, además de la presidenta del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, Daneisy García.
El evento, considerado un hito en la agenda de las artes visuales en Cuba, no solo por la calidad de las obras presentes, sino también por la relevancia y el impacto que estas creaciones artísticas tienen entre el público que visita la exhibición, es una continuación de la serie impresa Selección de Maestros y Alumnos, que busca resaltar la relación entre ambos entes; una dinámica esencial para el desarrollo del arte contemporáneo. Momento oportuno para señalar la vinculación entre maestros y alumnos, un legado indiscutible en la enseñanza artística de nuestro país.
La propuesta curatorial de esta exposición se fundamenta en la idea de que el arte no es solo una práctica individual, sino un proceso colectivo que se nutre de la interacción y el diálogo entre generaciones. En este sentido, Selección de Maestros y Alumnos II reúne obras de creadores incluidos en el libro impreso por Selvi Artes Gráficas, de Valencia, España, el cual presenta una antología visual de piezas que reflejan tanto el dominio técnico como la innovación creativa.
Los artistas seleccionados abarcan una diversidad significativa en términos de estilo, técnica y enfoque temático, lo que permite una exploración más amplia del arte contemporáneo. La exposición incluye principalmente pinturas, que van desde lo abstracto hasta representaciones figurativas, ofreciendo al público un recorrido visual que pone de manifiesto el talento y la creatividad de cada uno de los participantes.
Entre los dieciocho artistas seleccionados se encuentran algunos de renombre que han dejado una huella indeleble en el panorama artístico, así como talentos emergentes que están comenzando a definir su voz en el mundo del arte. Cada obra presentada no solo es una muestra de habilidad técnica, sino también una expresión introspectiva y emocional de las experiencias vividas por cada artista.
Por solo citar algunos pocos ejemplos, la pintura de Arturo Montoto (Pinar del Río, 1953) provoca un extraordinario y portentoso despliegue emocional. Por la mente del espectador pasan ideas y sentimientos que empiezan a bullir movidos por esos místicos espacios de encantamiento que provocan cada uno de sus cuadros que suponen la búsqueda de una solución, el hallazgo de una fórmula oculta en el proceso intelectual pictórico. Se trata de una poética inspirada en el arte y la vida, en el hombre y su cotidianidad, a través de colores devenidos luces con una paleta vibrante que refleja su conexión con la naturaleza y las emociones humanas.

Por su parte, la obra de Zaida del Río (La Habana, 1954) es un testimonio visual que se inscribe en la rica tradición del arte contemporáneo cubano, caracterizada por su pluralidad estilística y discursiva. Uno de los aspectos más destacados en las creaciones de esta destacada pintora es su capacidad para entrelazar elementos de la cultura cubana con referencias universales, lo que permite que su trabajo dialogue con diversas corrientes artísticas contemporáneas, a través de una coherencia interna que refleja su visión personal y su compromiso con la exploración de la identidad.

La propuesta de Alicia de la Campa Pak (La Habana, 1966) convoca a transitar por el onírico, dramático y polémico universo sobre el cual se sustenta, en sólida y excelente técnica, su ya imprescindible iconografía dentro del ámbito de la plástica nacional. Su obra, en general, alude, casi con exaltación épica, cuestiones inherentes a la historia del arte y de la vida en general, sobre cuyas estructuras plantea sus puntos de vista, instándonos a filosofar en torno a los asuntos expuestos por la pintora como verdaderos espectáculos de celebración y transformación humanas.

Las obras de Agustín Bejarano
Asimismo, por su reflejo de la cotidianidad insular entre buena parte de los cubanos de estos tiempos, entre las piezas expuestas se destacan las de Agustín Bejarano (Camagüey, 1964), que en mi criterio merecen mención aparte. Se trata de los cuadros titulados Mi mesa, un drama y el cosmos y Plegaria del buen hijo, caracterizados por su compleja técnica mixta sobre lienzo y su profunda exploración de temas existenciales y sociales.
Este artífice ha consolidado su trayectoria en el ámbito del arte contemporáneo, impulsado por una formación rigurosa que abarca tanto la tradición como la innovación. Su elección de la técnica mixta sobre lienzo le permite jugar con diferentes texturas y elementos visuales, creando obras que evocan no solo la estética sino también una narrativa personal y colectiva. En este sentido, sus cuadros en la exposición son representativos de una búsqueda constante por explorar la identidad, la memoria y el entorno social.
La obra Mi mesa, un drama y el Cosmos (2025), con unas dimensiones de 152 x 205 cm, puede ser vista como un verdadero estudio de las interacciones humanas a través de un objeto cotidiano: la mesa. Este elemento, que tradicionalmente simboliza la convivencia y la comunicación, aquí se transforma en un escenario donde se representan las tensiones familiares y sociales. La disposición de un avión sobre la mesa, junto con el uso audaz del color y las sombras, invita al espectador a reflexionar sobre las dinámicas de poder y vulnerabilidad que emergen de los actuales contextos doméstico y social.

En este proyecto pictórico Bejarano emplea una paleta de colores, donde los tonos oscuros pueden sugerir conflicto o melancolía, mientras que los matices más claros pueden representar esperanza o reconciliación. La técnica mixta utilizada permite que el lienzo se convierta en un medio para expresar no solo visualmente, sino también emocionalmente, las complejidades de las relaciones humanas. Cada elemento en conjunto (el hombrecillo, la enorme mesa, el mantel con interminables pliegues, la barca que se aproxima al espacio central de la pieza, la luna redonda y brillante, las franjas oscuras en las partes superior e inferior…) parece contar una historia, y el espectador es invitado a imaginar las narrativas ocultas detrás de cada objeto.
Por otro lado, Plegaria del buen hijo (2025), también realizado en técnica mixta y de dimensiones similares (156 x 203 cm), aborda temas de responsabilidad y devoción. Esta obra puede interpretarse como una meditación, en la cual la plegaria simboliza tanto anhelos profundos, como la carga emocional que implica este rol.
La figura central de la obra parece estar en un estado de introspección, capturando un momento de reflexión que se traduce en una forma del hombre recurrente en sus cuadros desde el surgimiento de su serie Los ritos del silencio (2001), quien parece suplicar ante la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Los detalles minuciosos en la representación de los brazos aseguran que el espectador sienta la intensidad de la emoción detrás de este acto. Bejarano utiliza simbolismos que invitan a una interpretación personal, resaltando la tensión entre lo que se espera y lo que realmente se siente en el ámbito familiar.
El contraste en la obra se manifiesta a través del uso del espacio, los colores y la iluminación. Las sombras que rodean a la cama y los pigmentos más claros alrededor de la Santa sugieren una lucha interna, mientras que los toques de luz pueden ser interpretados como la búsqueda de claridad o entendimiento. Esta dualidad es clave en el mensaje de la obra, donde la devoción y la desesperanza coexisten en una tensión palpable.
Ambas obras de Bejarano destacan por su capacidad de abordar temas universales que resuenan en la vida cotidiana. La familia, los credos, las expectativas sociales y las tensiones interpersonales son elementos que, aunque particulares a la experiencia del artista, resultan identificables para un amplio espectro de espectadores, como la mayoría de los asistentes a la inauguración de la exposición en el Museo del Ron, donde a través de su arte desafió al público a confrontar sus propias experiencias y reflexiones sobre estos temas, fomentando un diálogo enriquecedor que trasciende el espacio físico de la galería.
Al invitar al espectador a contemplar y cuestionar, Bejarano no solo expone su visión artística, sino que también establece un puente comunicativo que podría resonar en personas de diversas generaciones. Así, su obra 0adquiere especial relevancia en la intención de que la exposición Selección de Maestros y Alumnos II, se erija como un espacio de encuentro entre el pasado y el presente, entre el maestro y el alumno, y entre el artista y el espectador, logrando dejar una huella significativa en el panorama cultural contemporáneo.
Bejarano afirmó que “esta exposición es un momento de trascendental importancia dentro del panorama de las artes plásticas contemporáneas, ya que demuestra su vitalidad y actualidad, así como su importancia a partir del compromiso del arte por reflejar y traducir en metáforas, la compleja realidad de nuestro entorno y las vivencias que experimentamos como nación”.

