Aquel día llegué a la parada con la esperanza de que el inspector (conocido como Azul) ayudara a encaminarme, pues ya sabemos que las guaguas casi no existen. Sin embargo, el hombre no se encontraba y, como otros, tuve que resignarme a que apareciera alguien que se condoliera de sus semejantes.

Cuando menos lo esperaba, un conductor detuvo su carro. Era Eulogio Menéndez, especialista de la subdirección técnica de la empresa de Servicios Automotores Especializados (Motor Centro), perteneciente al Grupo Empresarial de Transporte Automotor (GEA). Nadie sacó la mano, lo hizo por propia voluntad. Según dijo, siempre que es posible, recoge a todo el que pueda. Nunca circula con el carro vacío.
Algunos se preguntan si entre tanta vorágine de tener y tener, muchas personas han perdido el sentido del mundo espiritual y que el detalle ha pasado de moda. Por suerte, están aquellos que se niegan a dejar que eso ocurra. No hacen falta los grandes gestos, con uno sencillo basta. Los hay pequeños, como píldoras del alma que llegan para sanar las heridas; otros más grandes que abrigan y dan el apoyo requerido en tiempos difíciles.
A veces se recibe de quien menos uno lo espera. Un vecino que te brinda una taza de café cuando el dolor de cabeza no se quita; un amigo que ofrece el medicamento que necesitas, sin pedir nada a cambio.
Son pequeños detalles los que marcan la diferencia en la vida, y nos sacan a la luz la grandeza de los seres humanos y se cuelan en nuestros corazones para confirmar en la creencia de que podemos ser cada día un poquito mejores.
Cuando alguien tiene un detalle contigo, te sientes diferente. Es bueno preocuparnos por el amigo, por el familiar que está enfermo. A veces basta decir en qué te puedo ayudar, aunque uno sepa que solo podrá poner la mano sobre el hombro.
Un detalle puede cambiar tu día. Entre las tribulaciones cotidianas, un simple gracias, o me da gusto ayudarte, puede cambiar la marcha de una situación, nos sacan las sonrisas, cuando más apesadumbrados estamos.
Algunos estudios han demostrado que la amabilidad puede mejorar significativamente el estado de ánimo, aumentar la felicidad y reducir los síntomas de depresión y ansiedad.
Por eso, debíamos enseñar a nuestros hijos y nietos, desde que son pequeños, a ser atentos, agradecidos, y solidarios. La familia y la escuela deben contribuir a fomentar valores que hagan de nuestras futuras generaciones hombres y mujeres de buenos sentimientos.
Solo así seguirán multiplicándose personas como Eulogio, quien aquella mañana, con su gesto solidario, reveló su grandeza y me hizo reafirmar que una buena acción puede transformar el día.
Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.



Gracias por publicar ésta historia, en la cual se resaltan los valores que tanta falta hacen a nuestras sociedades, Eulogio, es mi padre y es el ser más solidario y servicial que conozco, ayuda a sus familiares, amigos, vecinos y a todo el que lo necesite, es un ejemplo de bondad y humanismo, que Dios lo bendiga, te amo papá
Muchas gracias por su opinión. Y gracias nuevamente a Eulogio y a aquellos que como él hacen de la solidaridad un complemento cotidiano.
Hermosa historia y muy bien redactada.Mi respeto a Maria de las Nieves y mucha falta que hace hablar del tema no desmayar.En tiempos verdaderamente difíciles donde todo cuenta aún más como la empatía, la solidaridad,el amor al prójimo.Felicidades a Eulogio dios lo llene de bendiciones.