Cargando...El número 9 más emblemático de Industriales, La Habana y de los equipos Cuba, Armando Capiró, se despidió de los terrenos de béisbol para siempre este 14 de noviembre. Ya no habrá más entrevistas, tampoco opinión autorizada o consejos sobre qué hacer para mejorar nuestro béisbol. Pero quedan, como su número en el uniforme, nueve historias para recordarlo siempre.
1.- La elegancia al entrar el cajón de bateo iba más allá de su parada con los pies abiertos, el bate alzado con su mano izquierda y las medias largas hasta casi las rodillas. Lucía un pelotero infranqueable y temible. Al que le daban pelotazos como desquite de un cuadrangular y sonreía orgulloso.
2.- Fue el primero en sobrepasar los 20 jonrones en una Serie Nacional y el primero en romper la cifra de 100 vuelacercas con bate de madera en nuestras temporadas. Pero lo mejor es que lo hizo con esa combinación rara de fuerza y tacto, fuerza y velocidad.
3.- Su potente brazo desde los jardines. Quien osara desafiarlo en un fly de sacrificio o un corrido atrevido se expondría a un tiro certero, comparado en más de una ocasión con el del boricua Roberto Clemente.
4.- La fuerza y velocidad de reacción de su swing. Sus líneas parecían proyectiles por donde salieran y sus elevados a las gradas tenían esa grandeza de ser jonrones desde que salían. Y jamás se jactó de eso, ni se burló de un lanzador. Corría despacio cada almohadilla y hasta saludaba al público con respeto.
5.- El honor de vestir el traje del equipo Cuba. Seis campeonatos mundiales, tres Juegos Panamericanos e igual cantidad de Juegos Centroamericanos y del Caribe, por solo citar los más importantes. En todos llamaba la atención de quienes buscaban talentos para la Major League Baseball, pero también del público que preguntaba por el 9 para un autógrafo. Y él los complacía sonriente.
6.- El ejemplo para las nuevas generaciones. Muchos aspiraban a ser como el Capiró más real. Bateador potente, velocista en el corrido de las bases, defensor a muerte en el terreno y líder dentro de un banco ante la frase: «Arriba caballero, qué pasa aquí, somos campeones o no somos…»
7.-Su amor a Santiago de las Vegas, el lugar donde nació y al que nunca renunció. Muchas propuestas para mudarse no lo obnubilaron. Capiró era hijo ilustre de ese poblado capitalino no solo por su rendimiento beisbolero, sino porque allí era rey con corona para quienes lo admiraban por su sencillez y entrega.
8.- La versatilidad que muchos no recuerdan, pues además de los jardines, jugó primera base, el campo corto y hasta se subió al box a lanzar (ocurrió en su primera Serie Nacional) Capiró podía haber jugado en todas las posiciones porque el béisbol era su prolongación más sincera y genial. Era un verdadero superdotado.
9.- Porque fue, en medio de una época de grandes peloteros, uno de esos peloteros-imán, que arrastraba a miles de aficionados para verlo jugar, tirar a las bases o dar vuelacercas. Un coro siempre lo inspiró: «se va, se va, se va….» y aunque ahora la muerte nos los lleva después de años de enfermedad, el Latinoamericano le debe un homenaje, que bien pudiera ser en el juego de este sábado. Un aplauso inmenso y la voz del locutor oficial: «Al bate, Armando Capiró…»
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.
