La fe vuela sin alas

La fe vuela sin alas

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Foto: Daniel Martínez

Mi fe tiene el nombre de mi ma­dre. Juro que no es religiosa. Es la que me ampara cuando me asaltan ciertos demonios. Tal vez el pri­mer recuerdo asociado a la fe sanadora de mi mamá esté manchado de sangre. Aclaro, la sangre del alma, esa que circula por las ve­nas del espíritu y es tan vital como la física…

El peso de ese recuerdo lleva varios días dando vueltas en mi cabeza. Quizás porque en las últimas semanas he visto un puñado de vidas quebrarse sin piedad. Habitando en una sobrevivencia dolorosa y cruel.

¿Cuál será la opinión de Leyanis Pé­rez (campeona mundial de triple salto en el 2025) sobre mi estremecedora reflexión? Confieso que no hubiera deseado comenzar así nuestro diálogo, pero ante tan punzante panorama mi mente no tiene bozal y la len­gua se convierte en su rehén.

“La fe me ha permitido llegar lejos”, dice en tanto le da par de sorbos a un café con los ojos cerrados, ¡igual que yo! digo en silen­cio, mientras la contemplo pasear su mirada sobre algunos objetos de la sala de su casa.

“Creo en Dios. Iba a la iglesia. También confío mucho en los santos. Dios y ellos son mi escudo. Me impulsan”, agrega y deja la taza vacía sobre una mesita en la que repo­san felices par de trofeos.

“La espiritualidad forma parte de mi día. Ella es importante en el entrenamiento, en las competencias y hasta en el descanso —añade y con suavidad arruga la nariz y se queda pensativa unos segundos sobre el có­modo sofá de un gris casi dulce en el que es­tamos sentados—. Sabes —certifica con una sonrisa plena—, definitivamente converso mucho con Dios y los santos, les pido apoyo y consejos”.

Su vista planea y se posa en una am­plia ventana que ilumina la sala, encoge las piernas, se las abraza ligeramente y prosigue. “Antes de cada salto rezo. Es una rutina seria. Pido cosas buenas. El ma­yor desafío ha sido superar la muerte de mi abuelo —apunta casi sin querer con los ojos húmedos y la voz un poco apagada—. Él siempre confió en mí. Me acompañó des­de que comencé en el atletismo. Los triunfos van dedicados a su memoria. Me nace”, le­gitima y se queda quieta como si estuviera revisitando recuerdos felices.

“Sé que en los Juegos Olímpicos de París 2024 la gente esperaba una gran actuación —afirma, traga saliva y se pasa el pulgar por los labios como buscando una herida—. La temporada era buena. Lo que pasó fue cosa de Dios. Es cuando él quiera y no cuando uno lo desee —lanza y la convicción se le di­buja en el rostro—. La experiencia está ahí. Me esforcé. Fueron cuatro años de duro tra­bajo. No se pudo, no estoy frustrada. Perdí ante atletas de nivel y comprendí que solo con esfuerzo saldría adelante”.

Leyanis suspira y calla. Abrazo su si­lencio. Magalys Hernández, su mamá, apro­vecha el espacio y se suma. Pide mi taza de café ya vacía y hablamos brevemente de las mareas de la vida. De las epopeyas de amor y ternura que firman las madres durante la crianza de sus hijos.

“No me gusta compararme con las riva­les —asevera Leyanis como si ascendiera por una escalera de vivencias que huelen ¿a?—. Las respeto. He tomado más conciencia de la importancia de una buena preparación. Ahora, luego del entrenamiento hago ejer­cicios isométricos y desarrollo más el ab­domen. Quiero ser mejor. Es el camino. El título del Campeonato Mundial lo demostró.

“En las competencias todas estamos con­centradas en un objetivo. Nadie que esté lu­chando junto a ti por una medalla y un alto premio monetario va a decirte: ¡hola, cómo estás! —dispara y las emociones le surcan el rostro—. En la candela somos enemigas, incluidas las cubanas. Queremos ganar. Ese dinero hace falta para nuestros sueños y familias. Ellas piensan lo mismo. Después que se acaba la batalla hasta compartimos. Antes no”, refrenda en tanto estira brazos y piernas y siente bajo sus manos el sedoso fo­rro del sofá.

“Vivimos tiempos difíciles. Para salir adelante tenemos que levantarnos con la idea de luchar duro cada día. No importa lo que seas. Hay que sacar adelante a los tu­yos —acentúa en tanto gesticula de forma dramática con ambas manos—. Ser mejores personas. Rendirse no es el camino. Es duro, pero es así.

“No me sofoca ser deportista de alto ren­dimiento y una figura pública —continúa en tanto se palmea los hombros como dándose ánimo—. Soy un ser humano. Cada cosa en su lugar. Sé lo que puedo y no debo hacer. Me he propuesto dar lo mejor en cualquier esce­nario. Si veo que no llegaré no lo hago. Hay quien de afuera lo ve todo fácil. No acepto presiones”, recalca con un largo suspiro, no sé si de alivio o inquietud.

“Las mujeres tenemos que luchar bas­tante. Hay un montón que cuidan y mantie­nen a sus hijos y familias. Lo asumen casi todo, en medio de sus trabajos y responsa­bilidades. Valoro mucho a las que no paran. Todavía no estoy en ese grupo gracias a mi mamá. Cuando llegue ese momento imagino sea chocante”, subraya con un suspiro casi eterno.

“Me gustaría que se nos apoyara más. In­cluidas a las deportistas —enfatiza y en mi mudez recuerdo que hay injusticias que no matan de golpe: se infiltran. Infectan como las peores bacterias, persistentes e insidio­sas—. Hay algunas que tienen que renunciar a sus sueños para dedicarse a otros asuntos importantes. En lo que pueda ayudar acá es­toy”, asevera con una sonrisa que le rebosa las comisuras de la boca.

“Hay quien habla sin saber. No soy bruta —dice y aspira una bocanada de aire como preguntándose qué más contestar—. Sé qué hacer con el dinero. Uno de mis sueños era comprarme una casa grande. Ya la tengo. Utilizo lo que gano en lo que quiero. Inver­tiré en algo seguro — ladea la cabeza y alza un dedo en señal de advertencia—. Estoy es­perando lo que me guste y genere ingresos. No hay apuro. Sé lo que hago. El que piense de otra manera es su problema. No malgasto mi plata”.

Leyanis se levanta. Es altísima, delgada y fuerte como el mejor acero. Se estira con un dulce quejido y al dejarse caer sobre el sofá prosigue con su monólogo como si fuera una catarata de ilusiones.

“Quisiera mayor protagonismo para no­sotras. Que nos escucharan más. Hay glorias deportivas retiradas a las que deberíamos acudir. Sus experiencias y consejos ayudan. Estoy dispuesta. Sería un placer. Las muje­res nos entendemos.

“Para triunfar debemos tener discipli­na, sino estás embarcado. Hay que imponer­se objetivos. Cada día cuando te levantes ir con impulso. El esfuerzo es importante. Hay momentos en los que no he tenido fuerzas. Entonces digo: ¡dale que tú puedes! Siem­pre habrá obstáculos, ahí están las drogas, las malas compañías —apunta sin miedos a ser abiertamente pasional y afilada—. Hay quien te da consejos para mejorar, pero al final está en uno, en las decisiones que toma.

“Mi historia de niña de origen humilde ayudaría —explica a la vez que se toca dos veces los lóbulos de las orejas con los de­dos—. Llegué hasta aquí porque me lo pro­puse. Hay muchos que vienen de donde yo salí. En ocasiones la familia no puede apo­yarte. Si tienes un objetivo tienes que lu­char aun siendo pequeño —escribe con un puñado de gestos, como si quisiera escapar de su propia piel y regresar a esa primera juventud—. Conocer tus puntos fuertes. De chiquita tenía sueños. Entrené duro, me he ido superando. Quilo a quilo he logrado las metas personales.

“Sin mi mamá no hubiera sido posible nada. Es el motor impulsor. Ha sido madre y padre. Es la mejor amiga —sella y juro que noto que un consuelo tranquilo la aca­ricia—. La familia lo es todo. Sin ella sería muy duro enfrentar la vida”, recalca con una pequeña mueca y observa con ojos curiosos los trazos de mi ilegible caligrafía sobre un blog de notas.

“Ser mujer es muy difícil —insiste—. Te­nemos que lidiar con un montón de cosas, in­cluidas presiones y cambios físicos. Hay que renunciar a sueños y chocar con incompren­siones, sin embargo, no paramos de luchar. Estoy orgullosa de serlo. ¡Apúntalo ahí!”…

Defender el ser uno mismo en una so­ciedad que te exige encajar es un acto de valor. Vivimos bajo el asedio de opiniones, juicios y expectativas que pueden herirnos en lo más profundo. La peculiar historia de superación de Leyanis Pérez está bendeci­da a renacer en cientos de mujeres. Por más que espesas nieblas se alíen para apartarlas e incluso ignorarlas, por fuerza divina, ellas brotarán con un aroma de inspiración.

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16 comentarios en La fe vuela sin alas

  1. Es muy agradable conocer de la vida personal de Leyanis. De sus resultados deportivos ya todos sabemos y muy bien merecidos porque para eso bastante se ha sacrificado. Pero escuchar de sus labios decir que algunos piensan que es bruta y ella solo espera el momento justo para invertir lo que tanto esfuerzo le ha costado, es muy valiente y admirable de su parte. Creo ella es realmente una joven, negra, campeona pero sobretodo MUJER EMPODERADA y la inspiración todas las que debemos continuar su ejemplo. Continúa creciendo y logrando todo lo que propongas. Muchas felicidades

  2. Leyanis está encaminada a marcar una época en el atletismo cubano, sería interesante aprovechar su experiencia y sumar más niños a la práctica del atletismo en Cuba

  3. Sin dudas será la atleta del año, no hay más también es candidata a ser uno de los pocos medallistas de Cuba en los olimpiadas que vienen

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