
Mi fe tiene el nombre de mi madre. Juro que no es religiosa. Es la que me ampara cuando me asaltan ciertos demonios. Tal vez el primer recuerdo asociado a la fe sanadora de mi mamá esté manchado de sangre. Aclaro, la sangre del alma, esa que circula por las venas del espíritu y es tan vital como la física…
El peso de ese recuerdo lleva varios días dando vueltas en mi cabeza. Quizás porque en las últimas semanas he visto un puñado de vidas quebrarse sin piedad. Habitando en una sobrevivencia dolorosa y cruel.
¿Cuál será la opinión de Leyanis Pérez (campeona mundial de triple salto en el 2025) sobre mi estremecedora reflexión? Confieso que no hubiera deseado comenzar así nuestro diálogo, pero ante tan punzante panorama mi mente no tiene bozal y la lengua se convierte en su rehén.
“La fe me ha permitido llegar lejos”, dice en tanto le da par de sorbos a un café con los ojos cerrados, ¡igual que yo! digo en silencio, mientras la contemplo pasear su mirada sobre algunos objetos de la sala de su casa.
“Creo en Dios. Iba a la iglesia. También confío mucho en los santos. Dios y ellos son mi escudo. Me impulsan”, agrega y deja la taza vacía sobre una mesita en la que reposan felices par de trofeos.
“La espiritualidad forma parte de mi día. Ella es importante en el entrenamiento, en las competencias y hasta en el descanso —añade y con suavidad arruga la nariz y se queda pensativa unos segundos sobre el cómodo sofá de un gris casi dulce en el que estamos sentados—. Sabes —certifica con una sonrisa plena—, definitivamente converso mucho con Dios y los santos, les pido apoyo y consejos”.
Su vista planea y se posa en una amplia ventana que ilumina la sala, encoge las piernas, se las abraza ligeramente y prosigue. “Antes de cada salto rezo. Es una rutina seria. Pido cosas buenas. El mayor desafío ha sido superar la muerte de mi abuelo —apunta casi sin querer con los ojos húmedos y la voz un poco apagada—. Él siempre confió en mí. Me acompañó desde que comencé en el atletismo. Los triunfos van dedicados a su memoria. Me nace”, legitima y se queda quieta como si estuviera revisitando recuerdos felices.
“Sé que en los Juegos Olímpicos de París 2024 la gente esperaba una gran actuación —afirma, traga saliva y se pasa el pulgar por los labios como buscando una herida—. La temporada era buena. Lo que pasó fue cosa de Dios. Es cuando él quiera y no cuando uno lo desee —lanza y la convicción se le dibuja en el rostro—. La experiencia está ahí. Me esforcé. Fueron cuatro años de duro trabajo. No se pudo, no estoy frustrada. Perdí ante atletas de nivel y comprendí que solo con esfuerzo saldría adelante”.
Leyanis suspira y calla. Abrazo su silencio. Magalys Hernández, su mamá, aprovecha el espacio y se suma. Pide mi taza de café ya vacía y hablamos brevemente de las mareas de la vida. De las epopeyas de amor y ternura que firman las madres durante la crianza de sus hijos.
“No me gusta compararme con las rivales —asevera Leyanis como si ascendiera por una escalera de vivencias que huelen ¿a?—. Las respeto. He tomado más conciencia de la importancia de una buena preparación. Ahora, luego del entrenamiento hago ejercicios isométricos y desarrollo más el abdomen. Quiero ser mejor. Es el camino. El título del Campeonato Mundial lo demostró.
“En las competencias todas estamos concentradas en un objetivo. Nadie que esté luchando junto a ti por una medalla y un alto premio monetario va a decirte: ¡hola, cómo estás! —dispara y las emociones le surcan el rostro—. En la candela somos enemigas, incluidas las cubanas. Queremos ganar. Ese dinero hace falta para nuestros sueños y familias. Ellas piensan lo mismo. Después que se acaba la batalla hasta compartimos. Antes no”, refrenda en tanto estira brazos y piernas y siente bajo sus manos el sedoso forro del sofá.
“Vivimos tiempos difíciles. Para salir adelante tenemos que levantarnos con la idea de luchar duro cada día. No importa lo que seas. Hay que sacar adelante a los tuyos —acentúa en tanto gesticula de forma dramática con ambas manos—. Ser mejores personas. Rendirse no es el camino. Es duro, pero es así.
“No me sofoca ser deportista de alto rendimiento y una figura pública —continúa en tanto se palmea los hombros como dándose ánimo—. Soy un ser humano. Cada cosa en su lugar. Sé lo que puedo y no debo hacer. Me he propuesto dar lo mejor en cualquier escenario. Si veo que no llegaré no lo hago. Hay quien de afuera lo ve todo fácil. No acepto presiones”, recalca con un largo suspiro, no sé si de alivio o inquietud.
“Las mujeres tenemos que luchar bastante. Hay un montón que cuidan y mantienen a sus hijos y familias. Lo asumen casi todo, en medio de sus trabajos y responsabilidades. Valoro mucho a las que no paran. Todavía no estoy en ese grupo gracias a mi mamá. Cuando llegue ese momento imagino sea chocante”, subraya con un suspiro casi eterno.
“Me gustaría que se nos apoyara más. Incluidas a las deportistas —enfatiza y en mi mudez recuerdo que hay injusticias que no matan de golpe: se infiltran. Infectan como las peores bacterias, persistentes e insidiosas—. Hay algunas que tienen que renunciar a sus sueños para dedicarse a otros asuntos importantes. En lo que pueda ayudar acá estoy”, asevera con una sonrisa que le rebosa las comisuras de la boca.
“Hay quien habla sin saber. No soy bruta —dice y aspira una bocanada de aire como preguntándose qué más contestar—. Sé qué hacer con el dinero. Uno de mis sueños era comprarme una casa grande. Ya la tengo. Utilizo lo que gano en lo que quiero. Invertiré en algo seguro — ladea la cabeza y alza un dedo en señal de advertencia—. Estoy esperando lo que me guste y genere ingresos. No hay apuro. Sé lo que hago. El que piense de otra manera es su problema. No malgasto mi plata”.
Leyanis se levanta. Es altísima, delgada y fuerte como el mejor acero. Se estira con un dulce quejido y al dejarse caer sobre el sofá prosigue con su monólogo como si fuera una catarata de ilusiones.
“Quisiera mayor protagonismo para nosotras. Que nos escucharan más. Hay glorias deportivas retiradas a las que deberíamos acudir. Sus experiencias y consejos ayudan. Estoy dispuesta. Sería un placer. Las mujeres nos entendemos.
“Para triunfar debemos tener disciplina, sino estás embarcado. Hay que imponerse objetivos. Cada día cuando te levantes ir con impulso. El esfuerzo es importante. Hay momentos en los que no he tenido fuerzas. Entonces digo: ¡dale que tú puedes! Siempre habrá obstáculos, ahí están las drogas, las malas compañías —apunta sin miedos a ser abiertamente pasional y afilada—. Hay quien te da consejos para mejorar, pero al final está en uno, en las decisiones que toma.
“Mi historia de niña de origen humilde ayudaría —explica a la vez que se toca dos veces los lóbulos de las orejas con los dedos—. Llegué hasta aquí porque me lo propuse. Hay muchos que vienen de donde yo salí. En ocasiones la familia no puede apoyarte. Si tienes un objetivo tienes que luchar aun siendo pequeño —escribe con un puñado de gestos, como si quisiera escapar de su propia piel y regresar a esa primera juventud—. Conocer tus puntos fuertes. De chiquita tenía sueños. Entrené duro, me he ido superando. Quilo a quilo he logrado las metas personales.
“Sin mi mamá no hubiera sido posible nada. Es el motor impulsor. Ha sido madre y padre. Es la mejor amiga —sella y juro que noto que un consuelo tranquilo la acaricia—. La familia lo es todo. Sin ella sería muy duro enfrentar la vida”, recalca con una pequeña mueca y observa con ojos curiosos los trazos de mi ilegible caligrafía sobre un blog de notas.
“Ser mujer es muy difícil —insiste—. Tenemos que lidiar con un montón de cosas, incluidas presiones y cambios físicos. Hay que renunciar a sueños y chocar con incomprensiones, sin embargo, no paramos de luchar. Estoy orgullosa de serlo. ¡Apúntalo ahí!”…
Defender el ser uno mismo en una sociedad que te exige encajar es un acto de valor. Vivimos bajo el asedio de opiniones, juicios y expectativas que pueden herirnos en lo más profundo. La peculiar historia de superación de Leyanis Pérez está bendecida a renacer en cientos de mujeres. Por más que espesas nieblas se alíen para apartarlas e incluso ignorarlas, por fuerza divina, ellas brotarán con un aroma de inspiración.


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Bendiciones , tienes un don natural
Es muy agradable conocer de la vida personal de Leyanis. De sus resultados deportivos ya todos sabemos y muy bien merecidos porque para eso bastante se ha sacrificado. Pero escuchar de sus labios decir que algunos piensan que es bruta y ella solo espera el momento justo para invertir lo que tanto esfuerzo le ha costado, es muy valiente y admirable de su parte. Creo ella es realmente una joven, negra, campeona pero sobretodo MUJER EMPODERADA y la inspiración todas las que debemos continuar su ejemplo. Continúa creciendo y logrando todo lo que propongas. Muchas felicidades
Leyanis es inspiración para muchos y muchas al menos en Pinar del Rio ejemplo de joven cubana en estos tiempos saludos y bendiciones
Leyanis está encaminada a marcar una época en el atletismo cubano, sería interesante aprovechar su experiencia y sumar más niños a la práctica del atletismo en Cuba
Sin dudas la mejor opción hoy del atletismo cubano por la clásica milla, merecido trabajo
Sin discusión será la atleta del año antes era complicado ahora el que arañe algo lo tiene casi seguro Grande Leyanis sincera y clara
no sé puede correr antes de caminar Leyanis va paso a paso más medallas vendrán abrazo y mucha salud campeona
Sin dudas será la atleta del año, no hay más también es candidata a ser uno de los pocos medallistas de Cuba en los olimpiadas que vienen
Artículo sincero y alejado de triunfalismo vacío bendiciones campeona
Excelentes. Gracias, Daniel, por estos retratos que haces.
Agradecido al periódico por la entrevista se acababa el año y nadie hablaba con Leyanis real y sincera feliz 2026
Sin dudas una de las más seguras medallas de Cuba en los olimpiadas de 2028
Linda entrevista saludos y bendiciones para Leyanis
Ejemplo de deportista y mujer de estos tiempos futura medalla olímpica
Miles😙😄 de bendiciones por campeona y ser mujer
Muchas felicidades para la campeona la mejor de Cuba