En La Habana, ciudad que recreó en varias de sus obras, ha muerto el escritor Julio Travieso, una de las voces más sólidas y singulares de la narrativa cubana contemporánea.

Su partida deja huella en el panorama literario nacional: su obra, fértil y rigurosa, permanece como testimonio de un creador que supo dialogar con la historia, la familia y el destino humano desde una perspectiva profundamente cubana.
La carrera de Travieso estuvo marcada por la constancia y la fidelidad a la literatura, esa lucha —como él mismo reconocería— entre lo soñado y lo concreto.
Autor de una valiosa producción narrativa, Julio Travieso fue reconocido con el Premio Nacional de Literatura, galardón que distinguió la coherencia, el rigor y la belleza de una prosa en la que brillan el lenguaje, la imaginación y una estructura de notable solidez.
Su manejo del idioma, su capacidad para construir mundos verosímiles y su agudeza en el retrato de los conflictos humanos lo convierten en un referente para las generaciones más jóvenes. En sus páginas, la historia se convierte en materia viva, y la memoria colectiva encuentra cauce en la intimidad de los personajes.
Basta una novela para situarlo entre los imprescindibles del último medio siglo: El polvo y el oro, donde una familia encarna el devenir de la nación. A través de seis generaciones de los Valle, Travieso traza un fresco monumental que abarca desde la colonia hasta los primeros años de la Revolución, y en el que se entrelazan los conflictos raciales, las diferencias sociales y los dilemas morales y políticos de los cubanos.
Esa mirada coral, múltiple y polifónica hace de la obra una metáfora de Cuba misma, de sus luces y sombras, de su permanente reinvención.
Con El polvo y el oro, Julio Travieso se instaló definitivamente en los cánones de la narrativa insular. Fue un narrador apasionado, dueño de una voz que unía sensibilidad y lucidez, y que encontró en la historia familiar el reflejo de la historia nacional.
Hoy, sus lectores saben cuán fértil ha sido el campo donde sembró su palabra. En cada una de sus novelas y cuentos late el pulso de una Cuba compleja y entrañable. De esa semilla fructificará siempre un legado.

