El Presidente de la República y Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, encabezó el acto de conmemoración por el aniversario 66 de la desaparición física de Camilo Cienfuegos, un ejemplo que demuestra que hay luces que no se apagan.

El Héroe de Yaguajay volvió a ser evocado por su pueblo. No como figura distante, sino como energía que impulsa. Su imagen —de joven de sonrisa franca y sombrero alón— se alzó entre banderas, voces y convicciones que lo recuerdan no solo como el Señor de la Vanguardia o el hombre de confianza de Fidel, sino también como el guerrillero sincero, el cubano humilde y el símbolo de una alegría combatiente que no se rinde.
A la cita asistieron además Roberto Morales Ojeda, miembro del Buró político y Secretario de Organización del Comité Central del Partido, así como dirigentes del Partido, el Gobierno, la Unión de Jóvenes Comunistas, organizaciones de masas, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del Interior y autoridades de la capital.
La jornada fue el momento preciso para más que rendir tributo, enviar un mensaje claro: Cuba sigue en marcha, y lo hace enfrentando desafíos con la misma entereza que Camilo encarnó. En medio de los embates del huracán Melissa y de la batalla diplomática en Naciones Unidas por el cese del bloqueo económico, comercial y financiero hacia nuestro país, el pueblo capitalino reafirmó que la soberanía no se negocia, y que la solidaridad es parte de nuestros principios.
Desde la tribuna, la estudiante de duodécimo grado Marian Libertad García Rodríguez de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de Capdevila, tomó la palabra. Su intervención habló de resistencia, compromiso y de futuro. Expresó que Camilo vive en cada paso que damos, en cada esfuerzo compartido y en la voluntad de avanzar aunque arrecie el viento o se levanten muros injustos.
Sus palabras resonaron como eco generacional. “Sabremos levantarnos con fuerza, como tantas veces lo hemos hecho”, afirmó, y en su voz se sintió el pulso de quienes no temen al sacrificio. Hoy, su legado no se limita a la épica guerrillera, vive en la ternura, en la firmeza, en la capacidad de resistir y construir.
Como cada 28 de octubre estudiantes, pioneros y trabajadores lanzaron flores al mar. Una vez más quedó demostrado que Camilo no ha muerto, es presencia; y mientras haya jóvenes como Marian Libertad, que lo invoquen con voz clara y mirada limpia, su luz seguirá guiando el camino.






