A veces, la belleza no avisa. Solo aparece, sin previo acuerdo, en medio del camino.

Era un ave, libre y solitaria, trazando su ruta en el aire como si supiera que ese momento merecía ser inmortalizado. A contraluz, su figura se volvió símbolo: de libertad, de belleza, de lo efímero. No hubo tiempo para pensar, solo para sentir. En un acto casi instintivo, enfoqué, respiré hondo y apreté el obturador.
Esta imagen es eso: un instante robado al tiempo, donde la luz, el vuelo y el asombro se alinearon para contar una historia sin voz, pero con alma.

