El Día de la Cultura Cubana es mucho más que el día del arte: la cultura es un entramado múltiple, es la armazón espiritual de una nación, su garantía de identidad. La cultura cubana no puede desligarse de las ansias de libertad de un pueblo. Los próceres de la independencia eran hombres de cultura. Carlos Manuel de Céspedes y Perucho Figueredo encarnan la simbiosis de una visión redentora y un acervo cosmopolita.

Bayamo fue la ciudad donde eclosionaron esas concepciones. No en vano allí celebran cada año la Fiesta de la Cubanía.
La Revolución cubana —única e indivisible— es una Revolución cultural.
Quizás el punto cimero de esa confluencia de pensamiento y acción, de poesía y práctica, fue y sigue siendo José Martí. Es uno de los pilares de la literatura cubana, de proyección universal… y es también el político de primera línea. El Apóstol. El inspirador. El referente principalísimo.
Su obra es la metáfora perfecta de la vocación progresista de la cultura cubana. Su universalidad se manifiesta en la capacidad de trascender fronteras sin perder la raíz. Desde la música y el teatro hasta la literatura y las artes visuales: cada expresión refleja un diálogo entre lo autóctono y lo global, entre lo tradicional y lo innovador.
La sonoridad del son, la riqueza rítmica del danzón, la potencia simbólica de la pintura y la literatura cubanas muestran cómo un país, pequeño en geografía, ha sabido proyectar sus valores y sentimientos al mundo entero.
Esta universalidad no es casual; es producto de siglos de encuentros culturales, mestizajes y búsquedas estéticas que han forjado una identidad sólida y atractiva.
La historia literaria de Cuba, marcada por la profundidad de José Martí, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, entre muchos otros, es reflejo de esta proyección.
La cultura cubana mantiene una vocación social incuestionable. Desde la educación artística hasta los proyectos comunitarios, su objetivo ha sido siempre transformar, movilizar y sensibilizar a la sociedad.
No se trata solo de la creación, sino de la formación de ciudadanos con sensibilidad estética y conciencia histórica. Las instituciones culturales y los creadores se convierten así en trasmisores de identidad y cohesionan la nación en torno a sus valores más esenciales, que refuerzan la idea de que la cultura no es un lujo, sino un derecho y un deber de todos.
La Jornada por la Cultura Cubana, que se celebra hasta el 20 de octubre, y está dedicada al Centenario de Fidel Castro Ruz y al aniversario 95 del natalicio de Armando Hart Dávalos reafirma estos principios. Es un momento para recordar que la cultura cubana no es un fenómeno estático, sino un proceso vivo, en constante diálogo con su pasado, su presente y su proyección universal.
Es también la oportunidad para reconocer que su fuerza reside en la combinación de excelencia artística, compromiso social y profundo sentido patriótico.
Su universalidad es, al final, la evidencia de que un pueblo que cultiva su espíritu y su memoria puede transformar la realidad y proyectarse con autenticidad hacia el mundo.

