Patria es cultura

Patria es cultura

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El Día de la Cultura Cubana es mucho más que el día del arte: la cultura es un entramado múltiple, es la armazón espiritual de una nación, su garantía de identidad. La cultura cubana no puede des­ligarse de las ansias de libertad de un pueblo. Los próceres de la in­dependencia eran hombres de cul­tura. Carlos Manuel de Céspedes y Perucho Figueredo encarnan la simbiosis de una visión redentora y un acervo cosmopolita.

José Martí es una de las cumbres espirituales de la nación. En la imagen: José Martí, de Jorge Arche, 1943. Óleo sobre madera; 86 x 68.5 cm.

Bayamo fue la ciudad donde eclosionaron esas concepciones. No en vano allí celebran cada año la Fiesta de la Cubanía.

La Revolución cubana —única e indivisible— es una Revolución cultural.

Quizás el punto cimero de esa confluencia de pensamiento y ac­ción, de poesía y práctica, fue y sigue siendo José Martí. Es uno de los pilares de la literatura cu­bana, de proyección universal… y es también el político de primera línea. El Apóstol. El inspirador. El referente principalísimo.

Su obra es la metáfora perfec­ta de la vocación progresista de la cultura cubana. Su universalidad se manifiesta en la capacidad de trascender fronteras sin perder la raíz. Desde la música y el tea­tro hasta la literatura y las artes visuales: cada expresión refleja un diálogo entre lo autóctono y lo global, entre lo tradicional y lo in­novador.

La sonoridad del son, la rique­za rítmica del danzón, la potencia simbólica de la pintura y la lite­ratura cubanas muestran cómo un país, pequeño en geografía, ha sa­bido proyectar sus valores y senti­mientos al mundo entero.

Esta universalidad no es ca­sual; es producto de siglos de en­cuentros culturales, mestizajes y búsquedas estéticas que han for­jado una identidad sólida y atrac­tiva.

La historia literaria de Cuba, marcada por la profundidad de José Martí, Alejo Carpentier y Ni­colás Guillén, entre muchos otros, es reflejo de esta proyección.

La cultura cubana mantiene una vocación social incuestiona­ble. Desde la educación artística hasta los proyectos comunitarios, su objetivo ha sido siempre trans­formar, movilizar y sensibilizar a la sociedad.

No se trata solo de la crea­ción, sino de la formación de ciudadanos con sensibilidad es­tética y conciencia histórica. Las instituciones culturales y los creadores se convierten así en trasmisores de identidad y cohesionan la nación en torno a sus valores más esenciales, que refuerzan la idea de que la cul­tura no es un lujo, sino un dere­cho y un deber de todos.

La Jornada por la Cultura Cubana, que se celebra hasta el 20 de octubre, y está dedicada al Centenario de Fidel Castro Ruz y al aniversario 95 del natalicio de Armando Hart Dávalos re­afirma estos principios. Es un momento para recordar que la cultura cubana no es un fenó­meno estático, sino un proceso vivo, en constante diálogo con su pasado, su presente y su proyec­ción universal.

Es también la oportunidad para reconocer que su fuerza reside en la combinación de ex­celencia artística, compromiso social y profundo sentido patrió­tico.

Su universalidad es, al final, la evidencia de que un pueblo que cultiva su espíritu y su memoria puede transformar la realidad y proyectarse con autenticidad ha­cia el mundo.

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