Por: Pavel López Guerra
Hablar del 65 aniversario de la nacionalización de la Banca Revolucionaria, implica adentrarse en un cúmulo de vidas consagradas al sector de las finanzas en especialidades diversas.Tal es el caso de Zoila de la Caridad Quintana, de 79 años, vinculada al banco por más de cinco décadas. Su historia es atípica e ilustra las cotas de compromiso, disciplina y perseverancia que han apuntalado al sistema bancario tras el triunfo de 1959.

De talladora de diamantes a ocupar cargos de auditoría y dirección por un largo periodo, para mantenerse en el presente cumpliendo funciones de secretaria dentro del Banco Metropolitano (BanMet), esta bancaria de pura cepa reconoce que dicho entorno es su vida.
«En 2025 cumplo cincuenta y cinco años de trabajo aquí. Me retiré por el 2009, debido a causas personales, pero enseguida me volví a contratar porque no soporté la casa; nunca me adapté.»
Su historia comenzó de la más imprevista manera. Justo cuando la Revolución se consagraba a levantar y reestructurar la actividad bancaria desde nuevos enfoques y perspectivas, Zoila también proyectaba cumplir con sus sueños de realización personal. Visitaba las oficinas con su mamá para trámites rutinarios asociados al cobro de una pensión por la prematura muerte de su padre.
«Ella siempre me llevaba y decía que quería que trabajara en unlugar como ese. El banco siempre ha sido un espacio de mucha disciplina. Entrábamos y era un mundo de silencio, todos puesto para el trabajo, y aquello llamaba bastante la atención, me atraía mucho y no es de extrañar que fuera mi primer empleo».
Fue así que debutó en el banco un 20 de octubre de 1969, gracias a una planilla que le trajo su mamá, expedida por la Federación de Mujeres Cubanas. Se sometió a las exigentes pruebas de ingreso al Banco Nacional de Cuba y comenzó en un curso de talla de diamantes, una vertiente común en aquellos años, pero que le era para el momento totalmente ajena.
«En el año 70 quedo ya fija en el taller que estaba en Línea y Paseo. La actividad se mantuvo hasta el año 1976. Llegamos a ser considerados un país de referencia en cuanto a la calidad del tallado y recibíamos joyeros de todo el mundo que venían a comprar los lotes de piedra. La historia no resulta muy conocida, pero fueron mis comienzos.»
A partir del cierre del taller, Zoila se adentraría en el trabajo dentro de las oficinas bancarias en casi todas las especialidades, hasta ser propuesta para un curso emergente de formación de cuadros, función que desempeñaría durante casi toda su etapa de madurez física y profesional.
Se acercaba 1983, año de la creación del Banco Popular de Ahorro, institución dentro de la cual asumiría responsabilidades como administradora, directora o auditora desde diversas sucursales en Centro Habana, 10 de octubre y Cerro.
«Cuando empecé a dirigir ganaba lo mismo que un auxiliar de contabilidad; menos que un cajero, porque estaban congelados los puestos de cuadro, pero di el paso al frente», comenta.
Ya avanzados los años 90, Zoila continuó consagrada a la actividad bancaria viendo entrelazarse sus destinos individuales y laborales. Tras la enfermedad de su madre, es trasladada a la sucursal más cerca de su vivienda y ni siquiera por eso abandonó sus funciones.
«Las mujeres somos disciplinadas en el trabajo eso es verdad. Aun atendiendo mi casa, nunca tuve problemas para cumplir con las tareas y esa virtud la he visto en muchas bancarias. En ocasiones me llamaban para poner en orden una sucursal por cuestiones de incumplimiento y cuando llegaba me daba cuenta que apenas había que enseñar a sus trabajadores: con ese mismo personal supuestamente deficiente, luego teníamos buenos resultados. Si tenían un problema, ese problema era mío también y los trataba de ayudar hasta las últimas consecuencias. Ahí estaba la clave».
«Hay personas que me conocen de aquel entonces y me dicen que como único volverían el banco es que fuera la directora», asegura.
Con el nuevo siglo y luego de las transformaciones dentro de la estructura del sistema financiero tras la creación del Banco Central de Cuba (BCC) en 1997, llegaría el retiro de Zoila, en 2009.
«Estuve dos meses nada más en la casa y no podía; notaba que me faltaba algo y nunca me adapté», recuerda.
Un breve paso por la Bóveda Central, las oficinas de CADECA, entre otros espacios, hasta llegar al puesto de secretaria que ocupa ahora mismo en nuestro edificio de Compostela y O’Reilly.
«El banco representa todo: la disciplina, el estímulo durante las etapas difíciles, el aprendizaje constante. Mi juventud se la entregué porque llegué con 23 años. Con 79, todavía estoy aquí dando lo mejor de mí. ¿Qué podría significar entonces?: mi vida entera.


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