Lágrimas y justicia. No están reñidas. Cuando emoción e indignación se juntan. Imposible contenerse al cantar el Himno Nacional y ver imágenes del genocidio que se comete en Gaza contra niños, mujeres, ancianos, en hospitales, en zonas residenciales.

Dios los castigue. Me queda grabada esa frase del audiovisual que estremece por desgarrador. Es una ínfima muestra de cuánto significan dos años de genocidio y masacre de inocentes.

Las imágenes ilustran la tribuna antiimperialista en apoyo a la causa Palestina, a la que este jueves acudieron más de 100 mil habaneros en un escenario recurrente, donde hemos protagonizado decenas de actos de solidaridad reclamando justicia.
Imposible mantenerse ecuánime ante las palabras de la primera oradora, quien no ha podido olvidar cuando presenció como soldados sionistas ultimaron a su padre de quien aprendió que «la libertad vale más que la vida».

Imposible no tomar partido al escuchar un collage de canciones del hermano pueblo palestino: «No olvides a los que buscan la paz. Si tan solo pudiera enterrar las palabras muertas… El golpe del verdugo me enseñó a caminar sobre mi herida…»

Unidad. Por Palestina, con Cuba y Venezuela, por la paz; contra el imperio, contra el bloqueo estadounidense. Por eso escuchamos emocionados el icónico Imagine, de Jonh Lenon, y nos identificamos con los jóvenes del grupo de danza Revolución que, vestidos de blanco, transmitieron el mensaje universal que puede llevar la cultura sin deparar en fronteras geográficas ni mentales.
Cuba no está sola. Palestina tampoco.







