¿Para qué debería servir la Onu?

¿Para qué debería servir la Onu?

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (5 puntos, 1 votos)
Cargando...

El segmento de Alto Nivel de la Asamblea General de Naciones Unidas, celebrado recientemente en su 80.ª sesión dejó claro que la ONU puede ser algo más que desfile diplomático: es tribuna para quienes no forman parte de la élite política global y tienen verdades que decir, intereses que defender y heridas que sanar.

 

 

En estos días de debate mundial se han escuchado discursos apasionados, presidentes, primeros ministros y cancilleres que pusieron en el centro las voces de los excluidos, de los pueblos sometidos a bloqueos, sanciones, ocupaciones, y a desigualdades estructurales que ningún poder mediático suele destacar.

Cuba, a través de su canciller Bruno Rodríguez Parrilla, recordó que la paz y la justicia no pueden asentarse sobre ocupaciones, ni bloqueos económicos, ni dobles raseros. Denunció la persistencia del cerco económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos y defendió el derecho de los pueblos pequeños a existir con autodeterminación, sin amenazas externas.

La voz de Venezuela, representada por ministros y otros líderes, también llegó al foro para exponer la ilegalidad y la inmoralidad de sanciones unilaterales, de interferencias, de discursos de dominación. Fueron enfáticos al decir que no se trata solo de política, sino de derechos humanos de millones de ciudadanos cuyos sufrimientos suelen quedar en la sombra y que ahora se encuentran bajo amenaza de intervención militar.

Estos días demostraron que, a pesar de sus limitaciones y la necesidad cada vez más evidente de democratizar sus estructuras, la Onu permite visibilizar injusticias que, de otro modo, quedan silenciadas por poderes económicos, mediáticos y militares. Es útil, además, para construir alianzas de países hermanados en  anhelos de prosperidad y justicia para sus pueblos.

En estas sesiones se escucharon llamados de más de 40 países a levantar el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, considerado por muchos observadores como un acto agresivo de política exterior y una violación de derechos humanos que impacta directamente en familias, salud, educación y dignidad de ciudadanos cubanos.

Durante las sesiones se habló mucho de Palestina, de la urgencia de detener el genocidio y la ocupación. Tal como hizo el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, decenas de diplomáticos exigieron que “el genocidio palestino no puede seguir siendo ignorado”.

Estos ejemplos son parte de una dinámica que ya es casi una tradición en Naciones Unidas: discursos del Sur Global, de países golpeados por desequilibrios, bajo embargo, colonia o marginación. Esas denuncias generan debates en organismos de derechos humanos, u otros de la Onu, y a veces se convierten en resoluciones cuyo cumplimiento resulta imposible exigir. En otras ocasiones, las palabras son apenas flor de un día: se escuchan, se registran y nada cambia.

Y ahí está el dilema: la ONU es un foro de justicia simbólica, basado en la fuerza del Derecho Internacional y en los valores morales y éticos que por consenso ha impuesto la humanidad; pero es preciso que esa voz sea, también, acción. Lo que se dice en el podio debe tener un correlato coherente en políticas y en tribunales de justicia internacional. De otra forma el organismo quedará como retablo para el espectáculo diplomático y retórico sin que este genere impactos reales en la vida de los que más lo necesitan.

La Onu es útil cuando habla el oprimido, cuando denuncia sanciones unilaterales como las impuestas a Cuba y Venezuela; cuando visibiliza la ocupación, el crimen, el genocidio… Su valor no está en su perfección, sino en su potencial, en su capacidad para amplificar lo que otros silencian y para tejer la solidaridad que ayuda a resistir y transformar la realidad. Ninguna voz, por humilde que sea, debería quedar sepultada bajo el peso de intereses más poderosos.

La verdadera función de un organismo internacional como la Onu no puede ser regular las relaciones entre Estados poderosos, ni legitimar su impunidad. El sueño debe insistir en poner al ser humano en el centro: al que sufre, necesita, y exige justicia.

Compartir...

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu