“Me encanta la programación y todo lo relacionado con tecnología”, dice con una sonrisa amplia Kevin Kobayachi Cordero, mientras conversa con otros compañeros.Tiene 23 años y es recepcionista en la sede nacional de la Asociación Cubana de Personas con Discapacidad Intelectual (ACPDI), pero su verdadera vocación vibra en cada código que estudia, en cada línea que sueña escribir.

En cada palabra compartida se tejió un hilo de esperanza. El 1er Taller Nacional de Sistematización de Experiencias y Buenas Prácticas sobre Inclusión Social de las Personas en situación de Discapacidad que sesiona en los días 24 y 25 de septiembre constituye un espacio de reflexión técnica, en el que el compromiso, la sensibilidad y el amor por el trabajo se hicieron visibles.
El encuentro contó con la presencia de Yaniris Hernández Vento, viceministra primera del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), Belkis Delgado Cáceres, directora de prevención del MTTS, Mayelín Oliva Rodriguez, Presidenta Nacional de la Asociación Cubana de Personas en Situación de Discapacidad Intelectual (ACPDI), junto a miembros de organizaciones como la ANSOC, la ANCI y otras entidades dedicadas a la atención y acompañamiento de personas situación de discapacidad.

A pesar de su discapacidad intelectual, Kevin no ha visto en ello un obstáculo, sino una razón más para superarse. Su historia no se cuenta en cifras ni diagnósticos, sino en gestos cotidianos de entrega, en la pasión con la que habla de algoritmos, en la ternura con la que saluda a cada visitante.
Samantha Arias Bolívar, vicepresidenta nacional de Inclusión en la Vida Social y Económica de ACPDI precisó que este encuentro permite compartir saberes, vivencias y proyectos que han transformado realidades. Añadió que el espacio facilita el intercambio de experiencias, en el cual se entrelazan las vidas de familias, académicos y protagonistas que demuestran que la inclusión es importante.
Durante la jornada, se compartieron proyectos, vivencias y estrategias que evidencian el apoyo de cada territorio con la construcción de una sociedad más inclusiva. Las intervenciones reflejaron no solo el valor técnico de las experiencias, sino también el profundo amor y respeto que guía el trabajo cotidiano de quienes promueven la inclusión desde distintos espacios.
La música como estímulo
Desde la Facultad de Educación Infantil de la Universidad Pedagógica Enrique José Varona, la estudiante Arleti Sosa Leyva impulsa una investigación que une ciencia, pedagogía y sensibilidad: el uso de la música como herramienta para estimular el neurodesarrollo en educandos con síndrome de Down.

La iniciativa, desarrollada en la escuela especial Paquito Rosales, se enfoca en niños de primer grado con edades cronológicas de 6 a 7 años. Según explicó a través de talleres musicales semanales, se busca fortalecer áreas como la comunicación, el lenguaje, la atención, la memoria y la interacción social. Se emplean medios de enseñanza como pictogramas y tarjetas de vocabulario, adaptados a las características individuales de cada niño.
“La música permite llegar a ellos desde lo afectivo y lo cognitivo. Es una forma dinámica y bonita de enseñar”, afirmó Arleti, quien destaca la importancia de la intervención temprana en el desarrollo integral de estos educandos.

La iniciativa cuenta con el respaldo de la Cátedra de Estudios de la Educación Especial, presidida por la profesora Yanay Cortés Díaz, vicedecana de investigación de la Facultad. Desde esta cátedra se promueven investigaciones aplicadas por estudiantes durante sus prácticas profesionales, en estrecho vínculo con escuelas e instituciones que atienden a personas en situación de discapacidad intelectual.
Un resultado que no solo representa un avance académico, sino también una muestra del amor y la dedicación que jóvenes como Arleti ponen en su formación y en el acompañamiento a quienes más lo necesitan.

Desde cada rincón del país llegaron voces que no solo narraron proyectos, sino que mostraron cuánto se puede transformar una sociedad cuando se escucha, se acompaña y se cree en el valor de cada persona. La presencia de autoridades, organizaciones y los protagonistas de estas experiencias reafirmó que la inclusión no es un ideal lejano, sino una realidad que se construye con voluntad, respeto y ternura.
Al cierre del día, los organizadores expresaron su gratitud por la escucha activa, el intercambio enriquecedor y la voluntad colectiva de sembrar esperanza. Cada historia narrada reafirmó que la inclusión no es solo una meta institucional, sino una práctica viva que transforma comunidades y dignifica vidas.


Este es un ejemplo de lo que es posible hacer, aún en tiempos difíciles como los que enfrentamos hoy, para lograr una mayor inclusión de todos en nuestra sociedad socialista.
Maravilloso encuentro, ya las personas con discapacidad intelectual tienen su espacio donde su familia los representan. Los presentes en el encuentro llevarán a su Provincia las experiencias adquiridas en este taller. Felicidades y adelante.