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Voluntad de ser

Las mujeres tienen una deliciosa inquietud por los caminos más di­fíciles e intrincados. Padecen una feliz fiebre de instintos de supe­ración. Disfruto y aplaudo verlas escalando murallas de imposibles. Enfrentando todas las encrucija­das de la vida…

Foto: Cortesía de Yani Suárez

Yani Suárez, única en nues­tro país con la categorización in­ternacional de árbitra en judo y boxeo, ilustra uno de los cientos de trazos de progreso de la mu­jer cubana. Sus palabras surgen como si cada letra y suspiro de la historia que cuenta se presentaran para darnos una peculiar versión de la existencia, del cambio y de la necesaria renovación que precisa­mos los seres humanos.

“Para mí contar con ambas condiciones es un premio al buen hacer, ya que llevar dichas reali­dades en mi pecho implica un reto aún mayor de estudio, preparación y entrega a la labor con el depor­te y en especial conmigo misma”, explica feliz.

“Es una satisfacción total y plena haber alcanzado lo que un día soñé, y que a pesar de todos los obstáculos a lo largo del cami­no, que no fueron pocos ni fáciles, lo logré.

“Ser juez y árbitro interna­cional de un deporte es muy com­plicado, imagínate de dos y enci­ma de combate. Debes superarte constantemente. Incluso estar al tanto de detalles que escapan a los ojos y conocimientos del afi­cionado”.

Nuestra protagonista no dejó de reconocer la seriedad y el sa­crificio que implica esa profesión.

“A veces hay que renunciar y privarte de ciertas cosas. En cada evento en el que participo dejo atrás a la familia. Como mujer en ocasiones cuesta más trabajo con­tar con la comprensión y el apoyo de tu cónyuge. Aun así, sigo apos­tando por mis sueños”, acentúa con ternura y decisión.

“Hay quienes no comprenden el reto que significa ser árbitra”, señala. “No es algo que perma­nezca inamovible. Hay que estar a tono con los cambios para man­tenerse a la altura de lo que se espera de nosotras como profesio­nales.

“En el caso del boxeo fue muy difícil al principio. Conté con la ayuda incondicional de mis com­pañeros y de la comisión nacional en aras de mi desarrollo paso a paso.

“El judo ha sido aún más exi­gente, pues fueron bastantes las barreras a superar”, enfatiza. “El idioma importa mucho, el inglés es la lengua oficial de los jueces en el judo. Fíjate si es determi­nante, que para buscar la anhe­lada categoría tuve que viajar al otro lado del mundo junto a otro compañero.

“Éramos los únicos hispano­hablantes. La presión antes de la evaluación final era grande, sin embargo, superamos todas las ba­rreras incluida la del idioma”, re­calca.

Yani sabe de la responsabili­dad que tiene, incluso reconoce que su ejemplo puede inspirar a que otras mujeres escojan y de­fiendan sus caminos por empe­drados que sean.

“Debo continuar mejorando en esta profesión. Es parte del proceso. Apelo a mi energía para perfeccionar mi dicción en el in­glés y también requiero extender mi profesionalidad y ética de tra­bajo en el tatami y el ring. Aspiro a optimizar más mi rendimiento en todos los sentidos”, asevera.

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