En el centenario del Primer Partido Comunista de Cuba
Por: Elvis Raúl Rodríguez Rodríguez. Vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba
El 16 de agosto de 1925 en un congreso, que por su composición cuantitativa parecía más una reunión ordinaria de una organización partidista, que un evento de tal naturaleza, un pequeño grupo de dieciocho comunistas decidió organizarse para continuar la batalla iniciada por el mambisado con plena conciencia de las amenazas y las dificultades que tendrían que superar en lo adelante; y no se equivocaron. Ese día quedó oficialmente constituido el primer Partido Comunista de Cuba. Han transcurrido 100 años.
Desde entonces, se entregaron a la defensa de los trabajadores, de los oprimidos y discriminados y fueron los representantes de la clase más revolucionaria de la historia para darle continuidad a los sueños de independencia, libertad y soberanía de los precursores del 68 y el 95. De ahí que, a lo largo de sus treinta y seis años de existencia, el Partido Comunista de Cuba, denominado más tarde Unión Revolucionaria Comunista y, con posterioridad, Partido Socialista Popular, se planteara como objetivo estratégico el logro de la independencia nacional y la construcción de una sociedad socialista.

A la cita acudieron, según refiere Angelina Rojas Blaquier, Enrique Flores Magón por el Partido Comunista Mexicano, Carlos Baliño López, Julio Antonio Mac Partland y Alejando Barreiro Olivera, por la Agrupación Comunista de La Habana, -Mella y Barreiro representaban además, a la Agrupación de Manzanillo-, y por derecho propio, al ser dirigentes de esa agrupación habanera, Francisco Pérez Escudero, José Miguel Pérez y Pérez, José Rego López y José Peña Vilaboa; por la Agrupación Comunista de Guanabacoa, Venancio Rodríguez; en representación de la de San Antonio de los Baños asistieron Miguel Valdés García y Emilio Rodríguez Lara. Yoska Grimbert, Fabio Grobart y Karol Vasserman (traductor), por el grupo de comunistas hebreos, y Félix Gurbich, delegado fraternal de la juventud hebrea. A ellos se agregan Rafael Sainz, Ángel R. Ruiz Cortés y Alfonso Bernal del Riesgo, miembros también la agrupación habanera.[1]
Por su estructura social, prevalecían los de procedencia obrera, acompañados por un estudiante, dos maestros, un empleado público y tres intelectuales, previamente seleccionados en sus respectivas organizaciones que, según lo reglamentado, enviaron un delegado por cada 10 militantes.
En su Orden del Día se incluían, además del discurso de apertura y aprobación de las credenciales, los Informes del Comité Ejecutivo de la Agrupación Comunista de La Habana y el de los delegados de las agrupaciones del interior. A ellos le seguían la Proposición y resolución sobre el reconocimiento de las agrupaciones a la Tercera Internacional y la Proposición y Resolución sobre la organización y estructura que debe adoptar el partido comunista cubano. El sexto punto estaba dedicado a las proposiciones y resolución sobre el proyecto de estatutos, y el séptimo al análisis de las proposiciones y resolución sobre la táctica: cuestión sindical, cuestión campesina, trabajo dentro de las organizaciones de masas, cuestión electoral, movimiento femenino y prensa del partido. Los últimos tres aspectos incluían, proposiciones y resolución sobre la juventud comunista, el nombramiento de los comités central y regional y, por último, la clausura del congreso.
De los 13 integrantes de su primer Comité Central, siete eran líderes obreros de prestigio y autoridad. Los comunistas entonces no pasaban de 100 en el país, agrupados en nueve núcleos; entre ellos se encontraban Carlos Baliño, enlace directo entre el Partido Revolucionario de José Martí, y cofundador de ambos partidos, y Julio Antonio Mella, proveniente de las filas universitarias, destacado intelectual y hombre de acción vinculado con la lucha antimachadista y reconocido líder de la Liga Antimperialista a nivel continental. Por su parte, Fabio Grobart, de origen polaco, y miembro activo de la Liga de la Juventud Comunista en su país, obligado por la brutal represión desatada contra los comunistas, llega a Cuba en 1924, se une a la Sección Hebrea de la Agrupación Comunista de La Habana y el 16 de agosto de 1925 fue también uno de los fundadores del primer Partido Comunista de Cuba. Por sus excepcionales méritos y virtudes integró su Comité Central en 1926, y desde entonces ocupó cargos de responsabilidad en la dirección del Partido. Al fundarse el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, es designado su presidente.
Fruto de un largo y complejo camino de luchas y de acumulación de fuerzas, voluntades y aspiraciones de la vanguardia política cubana, surgió el Partido, cuyas raíces primarias se encuentran en la segunda mitad de la centuria decimonónica, alimentadas con el desarrollo de la incipiente clase obrera cubana, la presencia de las ideas marxistas y la radicalización de las luchas por la independencia de Cuba. En 1923 la Agrupación Socialista de La Habana rompe con la Segunda Internacional, apoya a la Tercera Internacional, y se convierte en la Agrupación Comunista de La Habana, dirigida por Baliño, y en la cual se inicia la vida revolucionaria de Julio Antonio Mella. El triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en la Rusia zarista trasmitió inspiración y aportó experiencias. Las doctrinas marxistas se enriquecieron con la interpretación, la práctica y el desarrollo leninista. Hacia lo interior la situación se presentaba en extremo compleja. Cuba era una república mediatizada y posesión neocolonial de Estados Unidos, tres meses antes había sido elegido presidente de la República Gerardo Machado, que inició una de las épocas más sombrías de nuestra historia. El movimiento sindical no tenía todavía una fuerte orientación política.
A pesar de que las condiciones no estaban creadas para aprobar un programa, el congreso tomó un grupo de acuerdos que le permitía ejercer su trabajo con las masas; aprobó el primer Estatuto y estableció la obligación de trabajar en los sindicatos y en otras organizaciones, de organizar a los campesinos y luchar por los derechos de la mujer y la juventud. Uno de los acuerdos más relevantes fue afiliarse a la Internacional Comunista, fundada por Lenin en 1919; así quedó vinculado con el movimiento comunista no solo en lo político e ideológico sino también, orgánicamente. Su creación provocó un cambio cualitativo en la estructura social del país.
Decidido a dar respuesta a la apremiante necesidad histórica de fusionar la lucha por la liberación nacional con la lucha por la liberación social, su surgimiento fue visto con preocupación por el gobierno de los Estados Unidos, en consecuencia, la política de persecución no tardó en agudizarse, se les negó su inscripción en el registro de asociaciones; su secretario es detenido y expulsado del país junto a otros inmigrantes. Mella es apresado y acusado de terrorista y tras la heroica huelga de hambre protagonizada para obtener su libertad, es obligado, bajo amenaza de muerte, a salir del territorio; en el propio año 1925 inició la primera causa judicial contra su dirección lo que repitió en 1927; los militantes fueron sometidos a todo tipo de atropellos con el fin de apartarlos de las masas.
La salida de esos dirigentes, más la muerte de Carlos Baliño en 1926, resultaron sensibles pérdidas. Sin embargo, no afectaron el funcionamiento del Partido, dado el liderazgo en ascenso de Rubén Martínez Villena, que sin pertenecer todavía al partido ya era un líder sin igual; desde su puesto en la Confederación Nacional Obrera de Cuba era considerado el principal dirigente de la clase obrera y de otros trabajadores. Ingresó a sus filas dieciocho meses después de la fundación del Partido; más tarde fue cooptado para el Comité Central y se convirtió en su principal dirigente, aun cuando nunca aceptó el cargo de secretario general. Hombre de sólidas convicciones políticas, ya sin energías para seguir luchando, murió en defensa de un ideal y clamando por la necesaria lucha para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones; para vengar los muertos, que padecen ultraje, para limpiar la costra tenaz del coloniaje (…) para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos la patria que los padres nos ganaron de pie.
Los primeros ocho años de vida del partido estuvieron asociados a la dictadura machadista, por lo que su actividad se desarrolló en condiciones muy duras y en su mayor parte en la clandestinidad o semiclandestinidad; enfrentar una situación tan compleja le hizo cometer errores en sus enfoques y en su actuación. Sin embargo, aun en estas condiciones, se observó una elevación constante de su influencia y de su prestigio entre las masas trabajadoras.
Con la caída de Machado, se abrió un período de semi-legalidad para el Partido; ante la situación creada después del derrocamiento del régimen, lanzó la consigna de lucha por un gobierno de obreros y campesinos. Como respuesta de los trabajadores a este llamado se produjo la proclamación de los «soviets» en los centrales Santa Lucía, Jaronú, Senado y Mabay, que como señalara Raúl en ocasión del aniversario 60 de la constitución del Partido, si bien no respondían a las necesidades de la realidad cubana de aquel momento sin duda fue una muestra de la capacidad movilizadora del Partido. A ello se agrega la solidaridad que los comunistas brindaron a las heroicas luchas que en defensa de su derecho a la tierra mantenían los campesinos de Realengo 18, en la actual provincia de Guantánamo.
En la segunda mitad de la década del treinta, ante el agravamiento de las condiciones político-sociales imperantes en el país ocasionada por el binomio Batista-Mendieta, con el telón de fondo de la Embajada americana y los dictados del embajador Jefferson Caffery, el Partido se dio a la tarea de rehacer lo destruido y consolidar su organización para continuar adelante; promovió un importante y dinámico movimiento por reconquistar los derechos y libertades arrancados al pueblo, enarbolando la consigna de unidad frente al despotismo de Batista y el imperialismo.
El Partido, como precisara Fidel en el discurso pronunciado en la velada solemne por el 50 aniversario de la fundación del primer partido marxista-leninista de nuestro país, “(…) realizó una extraordinaria labor de concientización de la clase obrera y del pueblo cubano, impulsó las organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y juveniles, luchó incansablemente por los derechos de los obreros y los campesinos y contra los salarios de hambre; luchó contra los desalojos campesinos, contra la discriminación racial y de la mujer; luchó contra aquella sociedad de miserias; contra el dominio imperialista en el país y por la vinculación del movimiento revolucionario de Cuba al movimiento revolucionario en el resto del mundo; movilizó unos mil combatientes voluntarios a las brigadas internacionales en defensa de la República Española, luchó por la defensa de la Unión Soviética y aplicó en la práctica en forma consecuente los principios del marxismo-leninismo. Pablo de la Torriente Brau simboliza la expresión más elevada de aquellos que en tierra hispana hicieron valederos los elevados principios del internacionalismo”.[2]
Para el Partido el período 1938-1944 fue significativo. Después de 13 años en la clandestinidad, en 1938 el Partido obtuvo, por la presión obrera y popular, su legalización. De inmediato se publican el periódico «Noticias de Hoy», su órgano oficial y la revista teórica «Fundamentos», y gracias a una contribución popular salió al aire la emisora radial Mil Diez, tres importantes medios para la divulgación de las ideas marxista-leninistas. De igual modo, en el período la militancia creció en más de ocho veces.
Al valorar el alcance de la labor ideológica desplegada por el Partido, Fidel precisó que “Jamás podrá olvidarse el papel que ese Partido de comunistas desempeñó en la divulgación de las ideas marxista-leninistas, y en la formación de una conciencia revolucionaria entre nuestros trabajadores y nuestro pueblo”, a lo que añadía que “Cientos de miles de libros marxista-leninistas fueron publicados y divulgados, millones de folletos; y a través de la prensa legal o ilegal, de la radio y de todos los medios posibles de divulgación, contribuyó a propagar en el seno de nuestro pueblo las ideas revolucionarias”[3].
Significativa connotación tuvo la creación de la Confederación de Trabajadores de Cuba y la elección de Lázaro Peña como su Secretario General. En ese marco tuvo lugar la promulgación de la Constitución de 1940 en cuya elaboración el Partido desempeñó un importante papel.
Fehaciente demostración de que la clase obrera vio en el partido a su vanguardia y a su defensor más consecuente, constituyó la participación masiva y consciente de los cientos de miles de trabajadores que se unieron para acompañar el sepelio de Lázaro Peña
En estos 100 años no poco se ha escrito sobre el primer Partido Comunista de Cuba desde diferentes posiciones ideológicas y objetivos. La obra más completa y objetiva sobre el origen y desarrollo del primer Partido Comunista de Cuba, no superada todavía, aunque no acabada, corresponde a la Dra. Angelina Rojas Blaquier , titulada Primer Partido Comunista de Cuba, publicada en tres tomos por la Editorial Oriente en el año 2005.
Negar sus desaciertos en uno u otro momento no les resta el valor de la labor realizada por el Partido, porque en definitiva fue él quien asumió con profundo espíritu crítico su propia obra; en el balance general de su existencia no hay comparación posible entre los equívocos y los aciertos. Su actividad se caracterizó por la fidelidad a la clase obrera, al pueblo y alcanzar la victoria sobre el capitalismo.
Sobre este aspecto de tan alta significación y cuestionamiento constante por no pocos politólogos encargados de demeritar la obra de aquel Partido, Raúl Castro fue enfático al precisar: “Con independencia de las consideraciones que a la luz de los resultados de una u otra táctica pueden hacerse ahora en el plano de la indagación científica, no caben dudas que el Partido tuvo que enfrentar una situación política complicada y compleja de la que no es posible hacer abstracción al enjuiciar este momento de su vida. Por encima de los veredictos y las especulaciones nadie puede negar, sin faltar a la verdad, que de forma consecuente, con fidelidad y tesón, los comunistas defendieron por todos los medios los intereses de la clase obrera cubana y del pueblo en general y sirvieron al objetivo central que en aquel momento perseguía la humanidad progresista: la derrota del nazi fascismo”.[4]
El período de posguerra y la política de guerra fría trajo un cambio radical en la situación nacional e internacional. Para los comunistas comenzó una nueva etapa turbulenta, la situación entonces reinante se tornó en especial sombría y dramática como consecuencia del golpe reaccionario y traidor del 10 de marzo de 1952. Las fuerzas políticas se definieron con absoluta transparencia. Las organizaciones revolucionarias, dígase Movimiento 26 de Julio, Partido Socialista Popular y Directorio Revolucionario 13 de Marzo, coincidentes en objetivos estratégicos, eligieron procedimientos tácticos que los desunía en el enfrentamiento diario a la tiranía, que con el tiempo y la propia obra de la revolución en proceso, encabezada por la Juventud del Centenario con Fidel al frente, se fueron eliminando y juntas dieron la batalla final. Así se unieron las organizaciones revolucionarias para enfrentar los nuevos retos de la revolución, primero reconociéndose como tal cada una, después coordinando acciones y, por último, unidas en ideales y objetivos.
“Por eso un día dejó de existir el Movimiento 26 de Julio, dejó de existir el Partido Socialista Popular, y dejó de existir el Directorio Revolucionario «13 de Marzo», para constituir todos, bajo esas banderas revolucionarias, las bases de nuestro gran Partido Comunista de hoy. Un partido, no tres o cuatro partidos. Un partido con la única ideología verdadera y científica. Un partido como el Partido de la Independencia de José Martí”[5].
Al hacer un recuento a grandes rasgos de la historia del primer Partido Comunista de Cuba no podemos olvidar que muchos entregaron sus vidas en el camino de la lucha revolucionaria; que una de sus grandes virtudes, fue el espíritu autocrítico que no abandonó nunca. Guiándose por ese criterio, el Partido supo reconocer abiertamente sus fallas, analizar sus causas y estudiar la manera de corregirlas. Y de cada análisis autocrítico salió más fuerte, más maduro ideológicamente, mejor preparado para continuar el combate. Porque esos yerros no afectaron jamás su fidelidad a la clase obrera ni la honestidad de su dirección revolucionaria.
No es posible hablar del Partido y sus batallas sin mencionar a quien consagró su vida, su inteligencia y su pasión revolucionaria a la grandiosa obra del socialismo: Blas Roca, que condujo al Partido desde 1934, sorteando los peores obstáculos en la consecución de los nobles objetivos de la emancipación plena de la Patria y del hombre. Con acendrado patriotismo y seguridad en el futuro, señaló Raúl, puso en manos de Fidel la bandera del Partido después del triunfo de la Revolución, evidenciando la honestidad revolucionaria y el desinterés sin par propios de los hombres de excepcional conciencia política y estatura moral. El compañero Fidel Castro, dijo Blas en aquella memorable ocasión «ha demostrado una capacidad genial para conducir la Revolución, frente a todos los obstáculos y dificultades, hacia la construcción del socialismo, mediante el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los medios fundamentales de producción y la eliminación de la propiedad privada imperialista, latifundista y capitalista.
Hace cien años que se fundó el primer Partido Comunista de Cuba, continuidad del Partido de Martí, antecesor del Partido de Fidel, el actual Partido Comunista de Cuba, que hoy también enfrenta no pocos obstáculos frente a un imperio que hace todo lo posible por barrer el ideario revolucionario de este pueblo, eliminar las bases sociales de nuestra Revolución y hacernos regresar al pasado oprobioso que vivimos antes de enero de 1959.
Frente a esos nuevos retos se impone la voluntad de la vanguardia política de hoy, consciente de su papel en la salvaguarda de las conquistas alcanzadas y la alta responsabilidad en la continuidad histórica de una obra que fue iniciada por los mambises del 68 y que frente a enormes desafíos sigue apostando por el socialismo, por el bienestar humano, con todos y por el bien de todos, en una Revolución de los humildes, con los humildes y para los humildes
[1] Ver: Angelina Rojas Blaquier. Primer Partido Comunista de Cuba, Editorial Oriente, tomo I, p. 31
[2] Fidel Castro Ruz. Discurso en la velada solemne por el 50 aniversario de la fundación del primer partido marxista-leninista de nuestro país, teatro «Lázaro Peña», el 22 de agosto de 1975.
[3] Ídem
[4] Raúl Castro Ruz. Discurso en el resumen del acto central por el sexagésimo aniversario de la constitución del primer Partido marxista-leninista de Cuba, efectuado en la Sala Universal de las FAR el 16 de agosto de 1985.
[5] Fidel Castro Ruz. Discurso citado.





