Si revisáramos los titulares de los grandes medios de comunicación de la última semana veríamos que muy pocos mencionan las elecciones del pasado 27 de julio en Venezuela. Habría que buscar en la letra chica de las páginas interiores para, quizás, encontrar algo.

La causa del silencio en el discurso hegemónico podríamos hallarla en el triunfo arrollador de los candidatos chavistas. El resultado ha dejado atónito a muchos, sobre todo a quienes no entienden cómo el Gobierno de Nicolás Maduro se mantiene en pie y ha conseguido motivar a la ciudadanía desde narrativas simbólicas y apuestas a la juventud.
Votar para reafirmarse
En enero de este año el Consejo Nacional Electoral (CNE) confirmó un ambicioso calendario electoral que incluye nueve procesos. Hasta el momento han desarrollado siete, entre los que se destacan los comicios parlamentarios y regionales efectuados el 25 de mayo, que renovó los 285 escaños de la Asamblea Nacional y eligió a 24 gobernadores y 260 legisladores regionales.
Ese día fue exitoso para el chavismo y se votó, además, por el gobernador y 8 representantes del Esequibo, territorio en disputa con Guyana.
Las municipales del pasado 27 de julio se suman ahora en la lista de procesos concluidos. Eligieron a 335 alcaldes y más de 2 mil 400 concejales. Los candidatos del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar volvieron a quedar entre los más votados: ganaron 285 alcaldías, incluida 23 de 24 capitales estatales.
En Caracas, sin embargo, la oposición retuvo sus tradicionales bastiones: Gustavo Duque fue reelegido en Chacao; Darwin González, en Baruta; y Fernando Malena, del Movimiento Ecológico, ganó en El Hatillo. Tal como reconocen varios expertos, son espacios pequeños, relevantes a nivel simbólico, pero que no alteran el mapa político general.
Según el CNE, la jornada fue “una muestra de civismo y madurez democrática del pueblo venezolano”, que movilizó al 43,18 % del padrón electoral y tuvo apenas un 0,15 % de boletas anuladas.
En paralelo a esos comicios tuvo lugar la Consulta Popular Juvenil que aprobó 5 mil 336 proyectos vinculados a áreas claves para el desarrollo comunitario, los cuales se corresponden con las líneas de transformación esbozadas en el Plan de la Patria.
Las más de 15 mil iniciativas sometidas a votación habían sido diseñadas por jóvenes. La Consulta buscaba que los ciudadanos eligieran qué proyectos priorizar de acuerdo a las necesidades y singularidades de la comunidad donde viven. El compromiso del Gobierno es financiar los proyectos más votados, e indicó a las autoridades locales asumir el costo de aquellos que ocuparon el segundo lugar.
Como resultado, en los barrios comenzarán a nacer escuelas de música, huertos urbanos, laboratorios digitales, barberías populares…. El 39 % de los proyectos aprobados están asociados a Cultura, deporte, salud y educación; el 26 % a Producción y emprendimiento; y el 13 % a Ecosocialismo, ciencia y tecnología.
Garantía de futuro
Los procesos electorales desarrollados hasta hoy en Venezuela han fortalecido el rol de las fuerzas bolivarianas en las diferentes estructuras del poder ejecutivo y han dejado claro que, a pesar de la crisis económica, las sanciones, la agresión externa, el boicot a las principales industrias y el desgaste político, el chavismo sigue vivo y permanece como fundamento y piedra angular de la nación suramericana.
La más reciente prueba de fuego a su sistema democrático tuvo como telón de fondo las belicosas “trumpetas” que suenan desde Estados Unidos, con un presidente empeñado en guerrear, ya sea contra los inmigrantes, la Unesco, Rusia, China… o cualquier otro espejismo de enemigo que le permita tomar ventaja.
En ese contexto, la reactivación de la licencia de operaciones en Venezuela a la compañía estadounidense Chevron anunciada por Donald Trump representa, aunque les pese, un espaldarazo al Gobierno de Nicolás Maduro y, sobre todo, confirma cuánto EE. UU. necesita de ese hidrocarburo, altamente pesado, para mantener activas las más de 130 refinerías que integran ese importante rubro de su industria nacional.
Venezuela ha sido paciente. En los últimos años ha demostrado que puede avanzar en la construcción de un modelo democrático propio con una arquitectura de poder que resiste y se actualiza según sea necesario



